Laura Baumeister, “la hija de todas las rabias” y de una revolución
Es la primera directora nicaragüense en estrenar un largometraje. Visitó, junto con su película, el Festival de Cine Miradas en Medellín. Desmitificó el realismo mágico, habló de la relación entre animales y humanos, del abandono como acto de amor y otros detalles sobre su ópera prima.
Alberto González Martínez
―¿Cómo es esa gata?― le pregunta la niña.
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―¿Cómo es esa gata?― le pregunta la niña.
―Como las gatas que vemos en la tele, mitad gata, mitad humana― le responde la madre como aquellas historias que los padres replican para proteger a los hijos.
Ese diálogo, inicialmente, me hizo pensar en algún mito o leyenda de su país. En la búsqueda hallé una historia mexicana similar y, como es el país donde vive, pensé que tendría sentido preguntarle si se podía interpretar como “realismo mágico”. Un medio español se había adelantado.
―¿Por qué aquello no es “realismo mágico”?
―Lo que pasa es que me opongo a usar el término cuando viene desde Europa porque es como una casilla. Todo lo que no sea realidad, ellos lo quieren etiquetar así. A veces es simplemente un sueño. No todo tiene que ver con el folclor. Sí comparto la visión de los indígenas Nahuales (mito mexicano de hombre que se convierte en animal) que son los que te cuidan. Es algo que a mí me ha acompañado, pero en el caso particular de esta película en un sueño.
―Claro, nunca pensarían ellos que “Langosta” de Yorgos Lanthimos, que es una película donde los humanos también se convierten en animales, es realismo mágico porque el director es griego― le complemento.
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Laura mueve su cabeza afirmativamente y lo mismo hace cuando le digo que su que su ópera prima circula por los límites del realismo, lo onírico y la fantasía. Le gustan las fronteras, dice, y ahora que está en Medellín visitó un lugar que le encantó. Para ella Plaza Botero tiene esa particularidad. Por un lado de la valla, están las obras del artista, el Museo de Antioquia, los turistas, la Policía, como si se tratara de separar la “alta cultura” de la marginalidad. Por el otro, están los vendedores ambulantes, las prostitutas, los ladrones y demás.
Es su primera vez aquí y la define como una ciudad de “árboles selváticos atravesados por planchas de concreto”. Seguí preguntando, entonces, por una relación que encontré en la película con Colombia. Una canción que grabó inicialmente Atahualpa Yupanqui y que, según él mismo cuenta en un recital, la encontró en la frontera del Caribe colombo-venezolano. A ella llegó en el kínder por Mercedes Sosa, quien la popularizó en los años ochenta, y en ese lugar los hacían escucharla cuando la izquierda llegó al poder, en el que aún se mantiene. Laura hizo parte de la generación de “los cachorros de la revolución”.
―Ahora que menciona “cachorros”, en la película hay imágenes metafóricas entre animales y humanos. En algún momento habías hablado de desdibujar esa frontera entre ambos.
―A mí me interesa mucho reflexionar sobre las jerarquías antropocéntricas: de clase, de género, de etnia, etc. También tenemos que pensar en la otra relación jerárquica que hemos ejercido en la tierra con otros seres vivos. Werner Herzog, en un documental, dice que el homo sapiens antes de serlo fue homo spiritus, o sea, hombre que cree y crea porque busca a la trascendencia.
―Recuerdo algo similar que plantea Yual Noah Harari en “De animales a dioses”.
―Ajá, sí, exacto. Pero yo le agrego algo más, que antes de hombres spiritus, somos homo mamiferus. Somos manada. No somos individuales somos colectivos. Dependemos mucho más del grupo de lo que el sistema nos hace creer. Hay algo ahí que es importante reflexionar y no caer en el discurso religioso y capitalista que nos ha separado a nosotros mucho de las bestias.
―Pero María, la protagonista, es una persona que se aleja del grupo, que se vale por si sola, contrario a lo que me estás planteando.
―Claro, porque… Es interesante eso que me planteas. Digamos que ella está viviendo una ruptura de las más primarias que es la de hembra-cachorro y madre-hija. Luego se encuentra con un grupo que la recarga de energía. Hay gente de su manada que la está alentando, pero en ese momento debe aprender a parase sola. Lo que no quiere decir que ella luego no hará su propia manada.
―Eso es interesante porque el humano, entre los mamíferos, es el que más se demora en desprenderse de su progenitor.
―Y el que al nacer es más dependiente. Porque demoramos más en caminar.
―El abandono como acto de amor es algo en lo que no había pensado antes de leer una entrevista en la que lo mencionas. ¿Por qué hacer esa reflexión que puede verse como contradictoria?
―Porque yo he tenido que sanar mucho mi historia personal y la de mi país. Como pertenezco a la generación de los “cachorros de la revolución” eso quiere decir que mis padres, como los de mis amistades, estaban absolutamente cegados y desbocados en el proyecto revolucionario y nosotros tuvimos unas crianzas ausentes.
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“Las hijas de todas las rabias”, además de ser la primera película dirigida por una mujer en Nicaragua, retrata con una realidad marginal de su país y del mundo, así como está atravesada por su propia historia. Otra frontera en la que transitó. La película termina siendo una denuncia al capitalismo, a su consumismo y a los que se enriquecen con sus desechos.
Recordé un par de cosas. El libro “El Hambre” del periodista Martín Caparrós donde habla de las montañas esas de basuras en el mundo y algunas ciudades de Latinoamérica. También a la reciente Miss Universo, oriunda de sus mismas tierras, alzando su voz en medio del reinado. Hay uno de esos dos temas del que me ha pedido no hablar.