Boloy, un jugador de la Selección de Cuba de voleibol, es quien protagoniza el duelo por la perdida de su compañero.
Foto: Cortesía Bolier Flims
Estaba cabizbajo. La cámara no encuadraba su rostro, pero sí su tristeza. No se podía identificar lo que sentía por sus gestos, sino por los sonidos que los acompañaban. Se escuchaba su perturbación mezclada con el golpe del balón en el piso y el chillido de la zuela de los tenis en la cancha mientras jugaba voleibol.
La razón de su tristeza era la muerte de su amigo. Un duelo que vive durante los veinte minutos en que se extiende el cortometraje que por primera vez llegó al Festival de Cine de Berlín y se llevó el Premio del Jurado en la...
Por Alberto González Martínez
Vallenato formado en la Universidad de Antioquia. Escribe sobre música, cine y demás temas culturales.albertosartreagonzalez@elespectador.com