Nina Marín: “Inicialmente me decían loca, pero en la locura está la verdad”
“Tierra Quebrá”, su más reciente película, concursó en dos festivales de cine internacionales, el Festival de Moscú y el Festival de Cine Colombiano en Nueva York, y en los dos obtuvo reconocimiento. Ahora seguirá su camino por otros festivales.
Alberto González Martínez
Un cuerpo flota sobre el agua. Es un plano cenital. Se ve una mujer y la luz del sol que se asoma, mientras los peces la rodean. La imagen se desvanece, menos el sol. Ahora se le suma una montaña, un camino, un hombre y otra mujer ―o quizá la misma― en una carroza que jala un burro. Es una tierra árida y seca.
――El título surge conversando con la señora que nos ayuda en la casa―explica Nina Marín―. “Viví en un lugar aquí, en el Cesar, donde la tierra es quebrá”, dijo ella. “Me timbré y me transportó inmediatamente a Manuela, que es una mujer quebrada. Ella lo dijo con ese dejo y en una forma en que había tanto por contar qué dije “ahí está el título””.
(Le puede interesar: ‘La Sirenita’: la historia detrás del peinado de más de 600 millones de pesos)
Los personajes también están quebrados. Uno de ellos lleva un sombrero de fique y si tuviera que adivinar en qué lugar del Caribe Colombiano se encuentra, diría que es La Guajira. Pero no lo es y lo sabía de antemano. Es un corregimiento de Valledupar, con un nombre que no le hace homenaje. Los Corazones.
Nina no escogió el lugar por descarte. En los noventa y la década siguiente fue otro lugar más en Colombia testigo directo del conflicto armado. Según Google Maps, hay 45 km del corregimiento hasta Valledupar, que se recorren en carro, en unos 46 minutos. Si un campesino de la época lo hiciera en burro, suponiendo que el animal viaje a 22 km por hora, que es un exabrupto, se demoraría cerca de dos horas. Casi lo mismo que dura esta película.
Un recorrido por la creación
Nina Marín habla de lo que le gusta y de lo que no. Los castings entran en la lista negra. Contó que no encontraba a la protagonista ―Manuela― hasta que le hablaron de una chica en La Guajira, que había estudiado actuación en Nueva York y, con solo visitarla, se dio cuenta de que era ella. Nina viene del teatro y le gustan los actores que se hayan instruido.
El color de película llama la atención, la imagen, los planos, la fotografía y preguntaré por esas cosas. Antes, compara el hacer una producción de estas con un parto y le respondo que seguramente es así, pero que ella sabe mejor que yo, por el lado que lo vea. Así que le pregunto por aquellas otras cosas.
――Hay algunos directores que tiene la intención de documentar con los planos fijos, ¿es tu caso también?
――El director de fotografía es Mariano García, de la Universidad del Magdalena, con quien he compaginado bien. Decidimos que íbamos a poner la cámara distante porque la emoción de los personajes era tan fuerte que debíamos darle un respiro frente al espectador. Los planos fijos son más bien para contemplar toda esa figura que generaban en el espacio.
――Se siente una ausencia de directores en el Caribe colombiano, ¿cómo ves esa escena?
―Ya el huevito está reventando. Hay unos que están saliendo como nosotros, David David, Roberto Flores, desde la Universidad del Magdalena. Hay un proceso interesante. La pregunta es qué está pasando con la aceptación a nivel nacional. Nuestro ritmo es distinto al de Bogotá y Medellín. Lo que falta es aceptación, no tratarnos tanto como un cine regional.
――Hay figuras femeninas en el cine nacional, pero es raro pensar en una mujer que hace cine en Valledupar…
――Fue un camino doloroso. Inicialmente, me decían loca, pero en la locura está la verdad. Por qué voy a decir que el espacio, el lugar y mis circunstancias me van a limitar. No. Es cuestión de rodearme de los que necesito rodearme.
Un recorrido por otras tierras
Nina estudió cine en España. Se nutrió del cine europeo y se nota en su película. Allí cerca, en Rusia―en el Festival de Moscú―, estuvo su película, que recibió un reconocimiento como “fuera de concurso”. Luego estuvo es el Festival de Cine Colombiano de Nueva York. Otro reconocimiento. Seguro esta película viajará más que Nina.
――Se ha vetado a Rusia por la situación política e incluso se habla de vetarse a sí mismo al participar en Moscú, ¿tuvieron en cuenta eso?
――Lo que sí sabíamos era no íbamos a ir. Mandamos la película por el toque clásico que tiene el festival, más allá del tema político. De hecho, también estaba Ciro Guerra como jurado y había otro cortometraje colombiano. Creo que es personalísimo que un director o productora envíe una película allá.
――Pero luego llegan a Nueva York, prueba de que no los vetaron, ¿cómo les fue allá?
――Los comentarios fueron fantásticos. De hecho, me dice el director del festival que hubo una disputa entre la película ganadora, Una Madre, y la nuestra. Dijeron que parecían presenciar una película de cine clásico, como de Luis Buñuel, espero que no suene muy pretencioso, pero también que era como ver el cine latinoamericano puro y que veían al Caribe colombiano que no habían tenido la posibilidad de ver. Incluso, me la han referenciado con un western y con el neorrealismo italiano. Le han hecho muchas lecturas.
***
Hay una escena, casi al final, que se salió del realismo mágico del que ha hablado Nina y llevó, a la película, por un momento a la fantasía. Es como ver al director tailandés de nombre impronunciable, Apichatpong Weerasethakul. Ahí le sumo una lectura más. Nina le suma otra después de preguntarle por el color de la película.
(Le recomendamos: Vince Gilligan, la mente detrás de una obra maestra)
――El blanco y negro es la mirada de luto de Manuela.
―Y cuál es la mirada de Nina, ¿para quién hace cine? ―le inquiero.
―Hago cine inicialmente para complacerme a mí. Si logra emocionarme a mí, puede emocionar a un público. Aunque suene egoísta, y los productores me matarán, pero es así. Hago cine para un público abierto, que no obedezca ciertas leyes puestas en el tiempo, sino a ciertas libertades. Está diseñado para un público que pueda pensar y pueda entretenerse.
Si viera esta película por primera vez y no supiera de la existencia de Nina, no le creería a quien me dijera que es su ópera prima. Pero sí. “Tierra Quebrá” es su primer largometraje, después de siete cortos, en los que siempre ha estado detrás su productor Oscar Alvarado. Uno de esos cortos lo hizo con el difunto periodista barranquillero, Ernesto McCausland, quine le hizo jurar:
――”Nina, júrame que no te vas a ir del Caribe para hacer cine”―
Le robaría las palabras, le pediría exactamente lo mismo a Nina y además le preguntaría qué piensa de la muerte, como Ernesto le preguntó a Diomedes. Me abstengo de ambas porque no quiero sonar como Ernesto ni nada parecido, pero sobre todo, porque Nina está cumpliendo con su promesa. Y de qué manera.
Un cuerpo flota sobre el agua. Es un plano cenital. Se ve una mujer y la luz del sol que se asoma, mientras los peces la rodean. La imagen se desvanece, menos el sol. Ahora se le suma una montaña, un camino, un hombre y otra mujer ―o quizá la misma― en una carroza que jala un burro. Es una tierra árida y seca.
――El título surge conversando con la señora que nos ayuda en la casa―explica Nina Marín―. “Viví en un lugar aquí, en el Cesar, donde la tierra es quebrá”, dijo ella. “Me timbré y me transportó inmediatamente a Manuela, que es una mujer quebrada. Ella lo dijo con ese dejo y en una forma en que había tanto por contar qué dije “ahí está el título””.
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Los personajes también están quebrados. Uno de ellos lleva un sombrero de fique y si tuviera que adivinar en qué lugar del Caribe Colombiano se encuentra, diría que es La Guajira. Pero no lo es y lo sabía de antemano. Es un corregimiento de Valledupar, con un nombre que no le hace homenaje. Los Corazones.
Nina no escogió el lugar por descarte. En los noventa y la década siguiente fue otro lugar más en Colombia testigo directo del conflicto armado. Según Google Maps, hay 45 km del corregimiento hasta Valledupar, que se recorren en carro, en unos 46 minutos. Si un campesino de la época lo hiciera en burro, suponiendo que el animal viaje a 22 km por hora, que es un exabrupto, se demoraría cerca de dos horas. Casi lo mismo que dura esta película.
Un recorrido por la creación
Nina Marín habla de lo que le gusta y de lo que no. Los castings entran en la lista negra. Contó que no encontraba a la protagonista ―Manuela― hasta que le hablaron de una chica en La Guajira, que había estudiado actuación en Nueva York y, con solo visitarla, se dio cuenta de que era ella. Nina viene del teatro y le gustan los actores que se hayan instruido.
El color de película llama la atención, la imagen, los planos, la fotografía y preguntaré por esas cosas. Antes, compara el hacer una producción de estas con un parto y le respondo que seguramente es así, pero que ella sabe mejor que yo, por el lado que lo vea. Así que le pregunto por aquellas otras cosas.
――Hay algunos directores que tiene la intención de documentar con los planos fijos, ¿es tu caso también?
――El director de fotografía es Mariano García, de la Universidad del Magdalena, con quien he compaginado bien. Decidimos que íbamos a poner la cámara distante porque la emoción de los personajes era tan fuerte que debíamos darle un respiro frente al espectador. Los planos fijos son más bien para contemplar toda esa figura que generaban en el espacio.
――Se siente una ausencia de directores en el Caribe colombiano, ¿cómo ves esa escena?
―Ya el huevito está reventando. Hay unos que están saliendo como nosotros, David David, Roberto Flores, desde la Universidad del Magdalena. Hay un proceso interesante. La pregunta es qué está pasando con la aceptación a nivel nacional. Nuestro ritmo es distinto al de Bogotá y Medellín. Lo que falta es aceptación, no tratarnos tanto como un cine regional.
――Hay figuras femeninas en el cine nacional, pero es raro pensar en una mujer que hace cine en Valledupar…
――Fue un camino doloroso. Inicialmente, me decían loca, pero en la locura está la verdad. Por qué voy a decir que el espacio, el lugar y mis circunstancias me van a limitar. No. Es cuestión de rodearme de los que necesito rodearme.
Un recorrido por otras tierras
Nina estudió cine en España. Se nutrió del cine europeo y se nota en su película. Allí cerca, en Rusia―en el Festival de Moscú―, estuvo su película, que recibió un reconocimiento como “fuera de concurso”. Luego estuvo es el Festival de Cine Colombiano de Nueva York. Otro reconocimiento. Seguro esta película viajará más que Nina.
――Se ha vetado a Rusia por la situación política e incluso se habla de vetarse a sí mismo al participar en Moscú, ¿tuvieron en cuenta eso?
――Lo que sí sabíamos era no íbamos a ir. Mandamos la película por el toque clásico que tiene el festival, más allá del tema político. De hecho, también estaba Ciro Guerra como jurado y había otro cortometraje colombiano. Creo que es personalísimo que un director o productora envíe una película allá.
――Pero luego llegan a Nueva York, prueba de que no los vetaron, ¿cómo les fue allá?
――Los comentarios fueron fantásticos. De hecho, me dice el director del festival que hubo una disputa entre la película ganadora, Una Madre, y la nuestra. Dijeron que parecían presenciar una película de cine clásico, como de Luis Buñuel, espero que no suene muy pretencioso, pero también que era como ver el cine latinoamericano puro y que veían al Caribe colombiano que no habían tenido la posibilidad de ver. Incluso, me la han referenciado con un western y con el neorrealismo italiano. Le han hecho muchas lecturas.
***
Hay una escena, casi al final, que se salió del realismo mágico del que ha hablado Nina y llevó, a la película, por un momento a la fantasía. Es como ver al director tailandés de nombre impronunciable, Apichatpong Weerasethakul. Ahí le sumo una lectura más. Nina le suma otra después de preguntarle por el color de la película.
(Le recomendamos: Vince Gilligan, la mente detrás de una obra maestra)
――El blanco y negro es la mirada de luto de Manuela.
―Y cuál es la mirada de Nina, ¿para quién hace cine? ―le inquiero.
―Hago cine inicialmente para complacerme a mí. Si logra emocionarme a mí, puede emocionar a un público. Aunque suene egoísta, y los productores me matarán, pero es así. Hago cine para un público abierto, que no obedezca ciertas leyes puestas en el tiempo, sino a ciertas libertades. Está diseñado para un público que pueda pensar y pueda entretenerse.
Si viera esta película por primera vez y no supiera de la existencia de Nina, no le creería a quien me dijera que es su ópera prima. Pero sí. “Tierra Quebrá” es su primer largometraje, después de siete cortos, en los que siempre ha estado detrás su productor Oscar Alvarado. Uno de esos cortos lo hizo con el difunto periodista barranquillero, Ernesto McCausland, quine le hizo jurar:
――”Nina, júrame que no te vas a ir del Caribe para hacer cine”―
Le robaría las palabras, le pediría exactamente lo mismo a Nina y además le preguntaría qué piensa de la muerte, como Ernesto le preguntó a Diomedes. Me abstengo de ambas porque no quiero sonar como Ernesto ni nada parecido, pero sobre todo, porque Nina está cumpliendo con su promesa. Y de qué manera.