“Nosferatu”: La belleza de lo perturbador
Nosferatu es un monstruo, un cadáver que continúa con vida y se alimenta de sangre, la cual bebe por medio de la mordida que produce con los dos colmillos que sobresalen en el centro de sus labios.
Alejandra Cuberos Gómez
No es un exceso asegurar que la mayoría de la gente se ha encontrado alguna vez con la imagen del conde Orlock interpretado por Max Schreck. Incluso si no se han visto la película alemana de 1922, que marcó un hito en el cine silente, habrán visto la imagen del vampiro cuya sombra anuncia su llegada, asomándose en el arco de la habitación de Hutter. Su expresión es una difícil de olvidar, al igual que la mitología que se ha creado alrededor de la producción de la película. Considerada por muchos como la primera obra del cine de terror, “Nosferatu” se ha cimentado por más de 100 años como un ícono, la muestra de las posibilidades que yacen en el cine, la guía del deseo por retratar lo inquietante y perturbador. A partir de la obra de FW Murnau, miles de directores se han inspirado para retratar sus propios monstruos. Este es el caso de Robert Eggers, el reconocido director, quien luego de haber hecho inquietantes películas de suspenso en años pasados, como “The Witch” y “The Northman”, llega a nuestras pantallas con su versión de “Nosferatu”.
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No es un exceso asegurar que la mayoría de la gente se ha encontrado alguna vez con la imagen del conde Orlock interpretado por Max Schreck. Incluso si no se han visto la película alemana de 1922, que marcó un hito en el cine silente, habrán visto la imagen del vampiro cuya sombra anuncia su llegada, asomándose en el arco de la habitación de Hutter. Su expresión es una difícil de olvidar, al igual que la mitología que se ha creado alrededor de la producción de la película. Considerada por muchos como la primera obra del cine de terror, “Nosferatu” se ha cimentado por más de 100 años como un ícono, la muestra de las posibilidades que yacen en el cine, la guía del deseo por retratar lo inquietante y perturbador. A partir de la obra de FW Murnau, miles de directores se han inspirado para retratar sus propios monstruos. Este es el caso de Robert Eggers, el reconocido director, quien luego de haber hecho inquietantes películas de suspenso en años pasados, como “The Witch” y “The Northman”, llega a nuestras pantallas con su versión de “Nosferatu”.
Lo primero, y tal vez poco convencional, que vale la pena resaltar de la película es lo hermosa que es. Eggers se luce, así como en su momento Murnau llevó a las audiencias un cine envolvente y fantástico, y en esta oportunidad Eggers retrata el siglo XIX con una cinematografía fascinante. El diseño de producción, los vestuarios, el uso del color, el posicionamiento de la cámara, la iluminación en la oscuridad y la música tenebrosa, elementos que se reúnen para que cada plano de la cinta sea una obra de arte. Se nos olvida por momentos que estamos ante una película de terror, y nos vemos inmersos en un mundo tan bello como perturbador. Cada detalle de la puesta en escena ha sido cuidadosamente seleccionado para darles paso a los actores, quienes le darán vida a esta historia.
El elenco es también un logro admirable del director y su equipo. Cada actor rinde homenaje a los actores que han interpretado aquel rol antes, mientras que le imprimen una profundidad nueva a los personajes. Lily Rose-Depp, como protagonista femenina, es la joya de la cinta. La americana demuestra su talento como actriz de este género, probando que, contrario a lo que se cree comúnmente, asustar a una audiencia no es tan sencillo. El uso de su cuerpo como medio para transmitir la historia es una clase maestra de corporalidad, y en contraste con el vestuario y la escenografía, hacen que el personaje de Ellen adquiera la atmósfera mística que le da complejidad. Su gato, Greta, es un lindo homenaje a la primera actriz que dio vida a Ellen en 1922, Greta Schröder, y nos recuerda del poder trascendental que tiene este personaje, en apariencia débil, al ser la única capaz de acabar con el monstruo.
Es así como llegamos a él. El villano, el monstruo, el vampiro. Se nos revela más tarde de lo esperado, pero con el mismo diálogo de la primera película. Es el secreto mejor guardado de Robert Eggers, y tiene que serlo. Nosferatu es un personaje legendario, su imagen ha trascendido décadas. Si, la historia de Nosferatu está basada en el Drácula de Bram Stoker. Pero el diferencial está en su vampiro. Drácula sigue siendo un hombre, Nosferatu es un monstruo. Antes de que saliera la película no sabíamos cómo se iba a ver el conde de Eggers, tan solo vimos su silueta en el tráiler, la sombra de sus manos de uñas largas y aladas. Sabíamos que iba a ser especial, pues sería interpretado por Bill Skarsgård, reconocido por su interpretación de Pennywise en “It”. Sabíamos que veríamos una interpretación, pero cuando se trata de un personaje tan icónico, los cambios son lo primero que llaman la atención. En primer lugar, este nuevo vampiro tiene pelo, a diferencia de sus representaciones anteriores que lo mostraban calvo, y lo que resalta aún más la primera vez que lo vemos, tiene un poblado y problemático bigote debajo de la característica nariz en forma de garfio.
La apariencia del monstruo en una película de terror es uno de sus elementos más esenciales. Es lo que personifica el miedo que siente la audiencia, la imagen que se queda en la mente del público. Robert Eggers ha explicado en varias entrevistas que su Nosferatu tiene bigote, pues la mayoría de los hombres rumanos del siglo XIX lo tenían. Incluso el conde Drácula de Stoker tenía bigote. Pero hay que recordar que Nosferatu es un monstruo, un cadáver que continúa con vida y se alimenta de sangre, la cual bebe por medio de la mordida que produce con los dos colmillos que sobresalen en el centro de sus labios. El bigote históricamente pertinente de este Nosferatu no nos permite ver esos colmillos. Parece solo un detalle, pero para quienes van a la película, teniendo en cuenta su historia, es un impacto.
La expresión del vampiro cambia, y su efecto en la audiencia también. Si, nos aterra, pero ya no es de forma sutil con su simple silueta de piel blanca y boca entreabierta que contrasta con las sombras por las que se mueve. Se suman al terror los típicos sustos imprevistos de los movimientos rápidos y su estado de putrefacción. Muerde de forma violenta el corazón de sus víctimas, no el cuello, y se desnuda para hacerlo. Es más tangible, menos fantasmagórico, más visceral. Si es mejor o peor que el anterior es subjetivo, pero es en denitiva distinto, y desde que vemos ese bigote queda claro que el enigma que ha rodeado al conde Orlock de Max Schreck durante más de un siglo ha quedado en el pasado.
La película continúa como cualquier otra película de terror. Sabemos que el monstruo va a llegar, nos preparamos para su llegada. Se hace más evidente la inclusión de la lujuria en ese terror. Eggers aporta una sensualidad a la sangre, propia del mundo de los vampiros, pero ajena a nuestra idea preconcebida de Nosferatu. Se desdibuja entonces la idea fría y misteriosa del vampiro que teníamos, y se construye este vampiro moderno. Conocemos al profesor Von Franz, interpretado por Willem Dafoe en su regreso al mundo de Nosferatu que habitó a principios del siglo con “La sombra del vampiro”. Es evidente que Dafoe se ha convertido en la dupla del director. Ya es su tercera película juntos, y el simbolismo que le da dimensión al guion se reserva para este personaje. Es una pena que se presente este personaje casi a los tres cuartos de la película, pues es él quien logra elevar hacia el mal un guion que en principio tan solo recrea la clásica historia de terror.
Si hay un género cinematográco de amores y odios es el terror. “Nosferatu” no es la excepción. No es una película para todas las audiencias, pero tampoco está reservada únicamente a los amantes del género. Así como sucedió en 1922, el terror es más una excusa para explorar los límites del cine. Hace 102 años se trataba de la primera vez que el cine retrataba un mundo tenebroso y simbólico. Hoy es el despliegue de la evolución de este retrato, la belleza de lo mórbido, el deseo en lo perturbador. La historia pasa a un segundo plano, el vampiro también. Nos quedamos con la sangre derramada sobre el cuerpo sin vida de la joven rodeada de ores. Una imagen casi pictórica que nos muestra que ese cine de terror, en ocasiones tan trillado, también puede ser arte.