Nuestras “Guerras Ajenas” según HBO
El pasado lunes se presentó el documental “Guerras Ajenas” del cineasta colombiano Carlos Moreno; la primera producción 100% nacional para el canal internacional HBO, cuya temática se centra en la cocaína y el glifosato con el cual se combate su producción.
Daniel M. Rico, Investigador Universidad de Maryland y Fundación Ideas para la Paz
El interés manifestado por los productores era no hacer “una historia en blanco y negro, con buenos y malos” y “dar voz a quienes han sido abandonados, ignorados, e incluso, silenciados”. ¿Qué tanto se logró este objetivo?
Contrario a la voluntad del director, el documental cae en un espiral de buenos contra malos. Aquí los buenos son los campesinos, las ONG y unos académicos, en el bando de los malos ubican a los policías, los americanos y los políticos. En esta visión maniquea no hay espacio para la reflexión compleja de nuestra realidad, una observación menos sesgada podría haber reconocido que tanto en los campos, los cuarteles y los centros de poder estatal, las líneas que separan a víctimas y victimarios son bastante difusas.
Entre los 30 entrevistados el protagonismo se lo ganaron las posiciones más antagónicas. Quienes más espacio tuvieron al aire fueron el Procurador Alejandro Ordóñez y el economista uniandino Daniel Mejía. Desafortunadamente el documental cae en una lógica de antagonismos estériles, como si los debates públicos se enriquecieran por el extremismo de las partes, y no por la fiabilidad de los argumentos y el rigor en el uso de cifras.
El primer protagonista aprovecha cada segundo para desacreditar al Gobierno actual y proyectarse políticamente, para él todo venia marchando a las mil maravillas hasta que Santos suspendió la aspersión. Cambiando el tono pero no la táctica del sarcasmo, el segundo se enfila en contra de quienes lo han criticado en el pasado (la Cancillería), se acomoda intelectualmente describiendo una realidad rural sobre simplificada, donde tampoco nada parece haber funcionado, sus opiniones al igual que las de su oponente están soportada en imprecisiones y errores evidentes.
Las versiones opuestas de Ordóñez y Mejía se parecen en su esencia, en ellas todo parece bastante fácil de resolver, pero ni Ordóñez el Procurador, ni Mejía el Secretario de Seguridad de Bogotá se han parado nunca sobre un plantío de coca, jamás se han medio acercado a esa Colombia profunda a la que solo se llega por rio, que no tiene señal de celular ni internet; ninguno de estos dos oponentes podría diferenciar a la distancia un cultivo de hoja de coca de uno de maíz, porque solo han visto a la coca y sus cultivadores por televisión o en las estadísticas frías de Excel que les resumen nuestra compleja realidad. Sin embargo estos fueron los dos protagonistas principales que eligió el cineasta Carlos Moreno, para explicarle al mundo el problema que mantiene Colombia con la coca y la aspersión con glifosato.
El documental tiene tres temas principales, que son: El impacto del glifosato en la salud, el desplazamiento masivo y las demandas judiciales de los pobladores. Estos temas se presentan dentro de un potpurrí de verdades, seudo-verdades y mentiras. Los argumentos científicos y las opiniones se ponderaron y presentaron por igual. Para quienes vean el documental les resultaran inseparables la mesura analítica de la improvisación de algunos “expertos” entrevistados, verán la pontificación de algunas opiniones y una caricatura de las instituciones del Estado y algunos funcionarios.
Algunos errores recaen exclusivamente en el director y el equipo de producción de este documental. Entre estos el más impactante es la reproducción indebida de imágenes dramáticas de niños y adultos con yagas en la piel como supuestas víctimas del glifosato, presentadas sin tener certeza sobre las causas o contextos en las que estas heridas se generaron (¿Está HBO o sus socios locales, seguros de que estas heridas son causadas directamente por el glifosato?).
Paréntesis técnico: tras una revisión de 1483 artículos en revistas científicas sobre el glifosato y sus impactos en salud (en la que hemos estado trabajando varios colegas por casi un año), no hemos encontrado en ninguno de los estudios, evidencia ni medianamente similar a las evidencias que se muestran en las imágenes de este documental. Los efectos en 19 tipos de enfermedades en humanos, incluidos diferentes tipos de cáncer, enfermedades metabólicas y problemas de piel no tienen resultados afirmativos en la literatura científica. Solo la sudoración excesiva presenta resultados de reacción positivos.
La cuota científica fue bastante baja en el documental, ni uno solo de los científicos de los que han estudiado los efectos del glifosato en la salud fue citado por este especial de HBO. Es una pérdida grande no haber contado con los comentarios de profesores y especialistas calificados como Keith Solomon, Helena Groot, Orlando Scoppetta, Marcela Varona, Juan P. Alzate, Camilo Uribe o Gabriel Carrasquilla, entre muchos otros, que hubieran podido dar luces científicas (con hallazgos auditables, demostrables y replicables) sobre este debate.
Las voces sensatas y constructivas de quienes participaron en este especial, fueron las que tuvieron menor espacio y desarrollo argumentativo. Resaltan entre otros por su agudeza y claridad, los comentarios de Nancy Sánchez sobre el conflicto de interés de la Policía en temas de reclamación por daños colaterales, el análisis de costo-beneficio de la lucha contra las drogas que hace el Ex-Presidente Gaviria y de cómo revertir esta tendencia, el mensaje de la embajada de los Estados Unidos de haber apoyado la aspersión aérea por ser este el método más seguro para la vida humana y el testimonio de uno de los campesinos del Pacifico que critica las ayudas del Estado (Familias en Acción) por generar dependencias perversas en su comunidad.
El documental “Guerras Ajenas” es un producto con bajo rigor investigativo, sesgado y que contribuye a la desinformación pública sobre un tema de enorme importancia. Al terminar de verlo recordé una frase de Murrow: “Cualquiera que en este punto no esté confundido, es porque realmente no entiende la gravedad del problema”.
El interés manifestado por los productores era no hacer “una historia en blanco y negro, con buenos y malos” y “dar voz a quienes han sido abandonados, ignorados, e incluso, silenciados”. ¿Qué tanto se logró este objetivo?
Contrario a la voluntad del director, el documental cae en un espiral de buenos contra malos. Aquí los buenos son los campesinos, las ONG y unos académicos, en el bando de los malos ubican a los policías, los americanos y los políticos. En esta visión maniquea no hay espacio para la reflexión compleja de nuestra realidad, una observación menos sesgada podría haber reconocido que tanto en los campos, los cuarteles y los centros de poder estatal, las líneas que separan a víctimas y victimarios son bastante difusas.
Entre los 30 entrevistados el protagonismo se lo ganaron las posiciones más antagónicas. Quienes más espacio tuvieron al aire fueron el Procurador Alejandro Ordóñez y el economista uniandino Daniel Mejía. Desafortunadamente el documental cae en una lógica de antagonismos estériles, como si los debates públicos se enriquecieran por el extremismo de las partes, y no por la fiabilidad de los argumentos y el rigor en el uso de cifras.
El primer protagonista aprovecha cada segundo para desacreditar al Gobierno actual y proyectarse políticamente, para él todo venia marchando a las mil maravillas hasta que Santos suspendió la aspersión. Cambiando el tono pero no la táctica del sarcasmo, el segundo se enfila en contra de quienes lo han criticado en el pasado (la Cancillería), se acomoda intelectualmente describiendo una realidad rural sobre simplificada, donde tampoco nada parece haber funcionado, sus opiniones al igual que las de su oponente están soportada en imprecisiones y errores evidentes.
Las versiones opuestas de Ordóñez y Mejía se parecen en su esencia, en ellas todo parece bastante fácil de resolver, pero ni Ordóñez el Procurador, ni Mejía el Secretario de Seguridad de Bogotá se han parado nunca sobre un plantío de coca, jamás se han medio acercado a esa Colombia profunda a la que solo se llega por rio, que no tiene señal de celular ni internet; ninguno de estos dos oponentes podría diferenciar a la distancia un cultivo de hoja de coca de uno de maíz, porque solo han visto a la coca y sus cultivadores por televisión o en las estadísticas frías de Excel que les resumen nuestra compleja realidad. Sin embargo estos fueron los dos protagonistas principales que eligió el cineasta Carlos Moreno, para explicarle al mundo el problema que mantiene Colombia con la coca y la aspersión con glifosato.
El documental tiene tres temas principales, que son: El impacto del glifosato en la salud, el desplazamiento masivo y las demandas judiciales de los pobladores. Estos temas se presentan dentro de un potpurrí de verdades, seudo-verdades y mentiras. Los argumentos científicos y las opiniones se ponderaron y presentaron por igual. Para quienes vean el documental les resultaran inseparables la mesura analítica de la improvisación de algunos “expertos” entrevistados, verán la pontificación de algunas opiniones y una caricatura de las instituciones del Estado y algunos funcionarios.
Algunos errores recaen exclusivamente en el director y el equipo de producción de este documental. Entre estos el más impactante es la reproducción indebida de imágenes dramáticas de niños y adultos con yagas en la piel como supuestas víctimas del glifosato, presentadas sin tener certeza sobre las causas o contextos en las que estas heridas se generaron (¿Está HBO o sus socios locales, seguros de que estas heridas son causadas directamente por el glifosato?).
Paréntesis técnico: tras una revisión de 1483 artículos en revistas científicas sobre el glifosato y sus impactos en salud (en la que hemos estado trabajando varios colegas por casi un año), no hemos encontrado en ninguno de los estudios, evidencia ni medianamente similar a las evidencias que se muestran en las imágenes de este documental. Los efectos en 19 tipos de enfermedades en humanos, incluidos diferentes tipos de cáncer, enfermedades metabólicas y problemas de piel no tienen resultados afirmativos en la literatura científica. Solo la sudoración excesiva presenta resultados de reacción positivos.
La cuota científica fue bastante baja en el documental, ni uno solo de los científicos de los que han estudiado los efectos del glifosato en la salud fue citado por este especial de HBO. Es una pérdida grande no haber contado con los comentarios de profesores y especialistas calificados como Keith Solomon, Helena Groot, Orlando Scoppetta, Marcela Varona, Juan P. Alzate, Camilo Uribe o Gabriel Carrasquilla, entre muchos otros, que hubieran podido dar luces científicas (con hallazgos auditables, demostrables y replicables) sobre este debate.
Las voces sensatas y constructivas de quienes participaron en este especial, fueron las que tuvieron menor espacio y desarrollo argumentativo. Resaltan entre otros por su agudeza y claridad, los comentarios de Nancy Sánchez sobre el conflicto de interés de la Policía en temas de reclamación por daños colaterales, el análisis de costo-beneficio de la lucha contra las drogas que hace el Ex-Presidente Gaviria y de cómo revertir esta tendencia, el mensaje de la embajada de los Estados Unidos de haber apoyado la aspersión aérea por ser este el método más seguro para la vida humana y el testimonio de uno de los campesinos del Pacifico que critica las ayudas del Estado (Familias en Acción) por generar dependencias perversas en su comunidad.
El documental “Guerras Ajenas” es un producto con bajo rigor investigativo, sesgado y que contribuye a la desinformación pública sobre un tema de enorme importancia. Al terminar de verlo recordé una frase de Murrow: “Cualquiera que en este punto no esté confundido, es porque realmente no entiende la gravedad del problema”.