“Partes de una casa”: la familia como institución y los roles impuestos
El documental, filmado en México, fue dirigido por el colombiano David Correa Franco, quien habló para El Espectador de su ópera prima. Una historia de amor, desamor y drama en medio del fenómeno migratorio que golpea al continente.
Mateo Medina Escobar
La familia Jiménez Castañeda vive en un barrio irregular de Ciudad de México. Conocieron al director de fotografía colombiano David Correa mientras este buscaba las fuentes para su proyecto documental. Mientras Jazmín, la hija mayor de la familia, se preparaba para el examen de ingreso a la universidad, Meinardo, el jefe del hogar, sufrió un accidente de trabajo que casi le quita la vida.
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La familia Jiménez Castañeda vive en un barrio irregular de Ciudad de México. Conocieron al director de fotografía colombiano David Correa mientras este buscaba las fuentes para su proyecto documental. Mientras Jazmín, la hija mayor de la familia, se preparaba para el examen de ingreso a la universidad, Meinardo, el jefe del hogar, sufrió un accidente de trabajo que casi le quita la vida.
El suceso ocurrió semanas antes de que el equipo de Correa viajara a México para comenzar la filmación del documental. La familia Jiménez Castañeada estaba planillada para ser parte de la primera sección de un proyecto más grande que pretendía mostrar el impacto de la migración a través de la historia de cinco familias en varios países de región. Colombia, Argentina, Bolivia. Brasil y México.
El accidente no detuvo el proyecto. El equipo de realizadores colombiano viajó a México sin tener muy claro el futuro del documental. Mientras acompañaban a Dora, la jefe del hogar, se enteraron de que justo antes del accidente de su esposo, contempló la separación. Era una idea que masticó durante años y que cuando por fin se sintió lista para dar el paso, el accidente laboral de Meinardo congeló todo. David Correa Franco entendió que esa historia le daba un vuelco al proyecto: la familia como institución y los roles impuestos.
“Desde 2016 empecé con la investigación del proyecto y con la idea de que fuera documental. Quería que sucediera en toda Latinoamérica, que fuera una familia construida por partes y que cada miembro de la familia estuviera en un país distinto”, recuerda Correa en diálogo para El Espectador.
A lo largo de los años el proyecto cinematográfico fue transformándose y tuvo que hacerse por partes. Empezaron con un estímulo para producción de documental de larga duración que les otorgó la Alcaldía de Medellín y en 2019 lograron una residencia artística en México, entregada por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA). El paso por ese país les permitió conocer la cotidianidad de la familia que sería la protagonista del documental.
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Meinardo y Dora llevaban juntos 27 años. La madre de la casa había pensado en varias ocasiones dejar a su esposo y empezar desde cero. Sin embargo, siempre había algo que la detenía, ya fuera que sus hijas estuvieran muy pequeñas o que quisiera esperar a que terminaran el colegio. Dora se mantuvo en su rol de madre y esposa, a pesar de no sentirse cómoda.
Cuando llegó el momento de partir, se vio obligada a posponer sus planes una vez más. Se quedó a cuidar a su esposo. “Ella empezó a abrirse con nosotros y a contarnos un montón de cosas de su vida y de lo que estaba pensando. Dora y su esposo ya no eran una pareja, pero vivían juntos”, cuenta Correa.
“Ella posterga toda su vida por la recuperación de él”, dice el director. Su película plantea reflexiones en torno a los roles establecidos en las familias. El cineasta admite que muchas veces no sabía hacia dónde se dirigía la película, pero que lo que hizo que no desfalleciera fue “sentir que la cinta cuestiona esos espacios que uno ocupa como familia, las cosas que uno hace por obligación y cuando uno está dispuesto a volver a construir una familia. Son muchas las personas que nunca se separan o nunca se van de la casa por cumplir con ese rol en la familia”, enfatiza el director, que con el documental quiere evidenciar como las personas se quedan a pesar de estar sufriendo maltratos o donde simplemente ya no se sienten cómodos. “Se perdona todo porque es familia”.
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Correa dice que el documental se hizo en la sala de edición. “El montaje es muy duro porque uno todavía no encuentra la película y empieza a darle vueltas. Son muchas horas de material grabado durante tres meses”. Después de encontrarle el hilo a la historia viene la búsqueda para financiar la posproducción, por eso la película solo salió a salas de cine en noviembre de 2023.
“Ahora estamos en otro momento duro que es la distribución, porque en Colombia es difícil mover cine colombiano”, asegura el cineasta. “Buscamos muchas convocatorias y hacer ese pitch contra 200 proyectos que se postulan, que de esos escojan 10 y que el de uno no gane, ese proceso es muy agotador y frustrante”.
Correa habla de la resistencia a la frustración. Ahora enfoca sus esfuerzos para que la película llegue a la audiencia. “Es duro convencer a la gente de que vaya a la sala”. El documental promete un relato único que quiere hacer pensar sobre la forma en la que tenemos concebida la idea de familia y los roles que nos son asignados.