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Roberto Ávila siempre ha estado cerca de la muerte, pero nunca tanto como ahora, pues la siente en sus entrañas. El miedo invade su cuerpo y su mente, y como si fuera un personaje de la reproducción del cuadro El jardín de las delicias que cuelga en la oficina que sirve de fachada, se debate entre vivir o morir. En ese tránsito se sumerge en una escena surrealista y lírica que, como la obra de arte pintada por El Bosco, representa el lado oscuro del pecado y la magnificencia del placer. Un circo es la forma alegórica como los realizadores decidieron recrear algunas de las escenas más importantes de las tres temporadas anteriores de Sr. Ávila, esas que le permiten al protagonista exorcizar todo lo vivido y decidir en qué lado se queda.
Así comienza Arriba y abajo del señor, el primer capítulo de la última temporada. El espectador fiel se dará cuenta del giro creativo que toma la serie, pues deja por un momento la acción que la caracterizó los cuatro años anteriores para dar paso a un concepto más contemplativo que encaja perfectamente en el cambio de rumbo que quiere el personaje.
“La secuencia inicial nació de la idea de imaginar que todos nosotros hemos sido los espectadores de este circo, lo hemos sido desde la primera temporada, no sólo los televidentes, también los que estuvimos en el set y fuimos testigos de cómo el personaje encarnado por Tony Dalton nos entretuvo con las muertes, sus sentimientos y su culpa”, dice el director Fernando Rovzar.
Un Ávila que se siente observado, manipulado, juzgado y como un títere encuentra en el circo el sitio perfecto para recordar conflictos que lo ayudarán a tomar la decisión de vivir, pero también de tomar las riendas de su vida, pues Dalton, quien este año se incorpora a la serie Better Call Saul, vaticina que los televidentes verán por primera vez al “señor de señores”.
Walter y Marcelo Slavich, los escritores de Sr. Ávila, idearon un mundo de ficción que se rige bajo el libro Matar bien para vivir mejor, un texto que nadie ha leído, nadie sabe quién lo escribió, pero que aun así toda la organización de asesinos, apóstoles y señores obedecen sin recriminar las reglas que sólo el personaje de Iván Alcázar sabe al pie de la letra.
Ávila intentará enfrentarse y derrotar a quien lo manipula. Para eso cuenta con la ayuda de Daniel Molina, quien se convertirá en su “parcero del crimen”, pues este personaje le ofrecerá la “posibilidad de eliminar a todos estos demonios que trae y de saciar su sed a partir de acabar con los que creen que manejan a las marionetas desde arriba”, dice Michel Brown, el actor encargado de dar vida a Molina y quien protagoniza la serie Falco.
Molina, un personaje al que poco se le veía el rostro a pesar de que se nombraba mucho, aprovechará cada momento para fusionar el ángel y el demonio que lleva por dentro, pues es un amante del letargo entre la vida y la muerte, y sabrá disfrutar el poder que tiene sobre los últimos 30 segundos de alguien que agoniza.
Aunque Ávila y Molina tienen objetivos diferentes (uno liberarse y el otro vengarse), este dúo le aporta a la última temporada de Sr. Ávila un espectáculo nunca antes visto: la búsqueda de humanidad por parte del “señor de señores”, que hará todo lo posible por no cargar con sus pecados, penas, culpas y cadenas hasta el último de sus días.
Ese giro también transforma un concepto y un hecho que ha estado desde el primer capítulo: la muerte. Los realizadores se esforzaron en la primera temporada para presentarla estéticamente, pero con la muerte del hijo de Ávila la representaron de forma cruel. En la segunda entrega, el concepto cambió nuevamente cuando el protagonista mató a su esposa, y ahora la historia presenta la repugnancia hacia la muerte, pues los capítulos están escritos para resaltar la vida.
Pero en Sr. Ávila la vida siempre es esquiva y será algo a lo que Iván, quien ahora ejerce como señor, deberá aferrarse si no quiere que Roberto Ávila sepa cómo murió realmente su hijo.
“Lo rico de todo esto es que los personajes tienen su ciclo y lo cierran. Todos tienen secretos y hay consecuencias de todos los actos. Para mí ninguno es héroe y ninguno tiene redención”, dice Carlos Aragón, quien interpreta a Iván.
Con el final de Sr. Ávila, el canal HBO cierra un capítulo importante en la televisión latina, pues la serie, que se produjo en México y se estrenó en 2013, ganó en 2017 el Emmy Internacional al mejor programa en horario estelar en lengua extranjera, un reconocimiento que la puso ante los ojos de todo el mundo. “Sentíamos esa presión y afortunadamente produjimos la mejor serie de todas”, cuenta, por su parte, Billy Rovzar, un realizador mexicano que admite que trabajar con HBO es como “bailar con la chica más guapa de la fiesta”.
Por su parte, Paul Drago, director de producciones originales y operaciones de HBO Latinoamérica, asegura que con el final de Sr. Ávila se cierra un “camino muy importante y dejamos claro que lo que se hace aquí puede competir con cualquier producción del mundo”. El canal internacional, que durante 15 años ha producido series en la región, prepara su primera serie original en Colombia, Mil colmillos, dirigida por el cineasta Jaime Osorio, quien tiene el reto de seguir consolidando la industria audiovisual latina.