Sin tapujos: el sida en “Señora Isabel”
En su momento, el dramatizado “Señora Isabel”, telenovela que inspira a “Ana de Nadie”, se atrevió, a inicios de la década del noventa, a romper con tabúes como el del contagio del VIH/sida.
Viviana Arce*
Relaciones con diferencia de edad, parejas interraciales, desórdenes alimenticios y la enfermedad del sida fueron algunos de los temas álgidos que se atrevió a abordar la serie dramática Señora Isabel de Bernardo Romero Pereiro. Con respecto al VIH, el seriado rompió el tradicional estereotipo de las décadas de los ochenta y noventa acerca de que era una enfermedad exclusivamente de parejas homosexuales e invitó a reflexionar sobre los riesgos de contraer enfermedades de transmisión sexual por la falta del uso de preservativos.
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Relaciones con diferencia de edad, parejas interraciales, desórdenes alimenticios y la enfermedad del sida fueron algunos de los temas álgidos que se atrevió a abordar la serie dramática Señora Isabel de Bernardo Romero Pereiro. Con respecto al VIH, el seriado rompió el tradicional estereotipo de las décadas de los ochenta y noventa acerca de que era una enfermedad exclusivamente de parejas homosexuales e invitó a reflexionar sobre los riesgos de contraer enfermedades de transmisión sexual por la falta del uso de preservativos.
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El cine, mucho más que la televisión, le ha apostado a representar las batallas legales, la lucha por acceder a tratamientos y la estigmatización que rodea a las personas contagiadas con VIH. Películas como Philadelphia (1993), Pride (2014) o Bohemian Rhapsody (2018) son solo algunos de los films más taquilleros de las últimas décadas que intentaron dejar un mensaje sobre el flagelo que debe sortear la comunidad LGBTI ante el estigma que se esconde tras el reconocimiento de estar contagiado con VIH.
Si bien ha habido intentos cinematográficos por desvirtuar la idea de que el sida es una enfermedad exclusivamente de parejas homosexuales, la televisión colombiana poco ha abordado el tema y mucho más si se trata de mostrar cómo una mujer liberal y de pensamiento feminista a inicios de la década del noventa podía también ser víctima de esta enfermedad de transmisión sexual.
Dicha mujer fue María Consuelo Molina, la amiga entrañable de Isabel, en el seriado que en 1993 Bernardo Romero Pereiro creó para que su esposa Judy Henríquez protagonizara a una mujer de cincuenta años que se enamora y emprende una relación sentimental con un hombre veinticinco años menor que ella.
María Consuelo, interpretada por María Eugenia Dávila, es una mujer que debe sortear un divorcio luego de sus cuarenta años, lo que la llena de ansiedad por encontrar de nuevo el amor y ser deseada por algún hombre. Se interesa principalmente en jóvenes a los que les lleva una marcada diferencia de edad, porque en el fondo tiene miedo a envejecer y encuentra en sus amantes la energía, el vigor, y la frescura necesaria para seguir sintiéndose una mujer atractiva llena de vitalidad.
Como lo confesó la misma María Eugenia Dávila en una entrevista a la revista Elenco, María Consuelo podía parecer frívola, pero en realidad era una mujer con una actitud liberada que sin pudor o tapujos decía lo que opinaba, rompiendo así los esquemas de las mujeres divorciadas después de los 40, refugiadas en sus casas y dedicadas al cuidado de sus hijos, olvidándose que más allá de ser madres son mujeres.
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Quizás por ese motivo Isabel encuentra en ella a una confidente y a una cómplice para su relación amorosa con Miguel Ángel, interpretado por el actor Luis Mesa. La pareja ve en María Consuelo a una amiga fiel que sin juzgamientos de ningún tipo los apoya para que puedan vivir su relación de manera libre. Sin embargo, a diferencia de la relación de Isabel y Miguel Ángel, María Consuelo no logra encontrar el amor y el respeto en sus parejas más jóvenes, pues su relación sentimental con Marcos, el entrenador del gimnasio, está marcada por el interés económico y el maltrato físico y verbal de él hacia ella.
Aunque María Consuelo intenta alejarse de Marcos y se refugia en los brazos de Pablo, el hijo de Isabel, rápidamente se percata de que es una falta de lealtad con su mejor amiga y regresa a la relación tóxica que le ofrecía su amante anterior. Marcos, interpretado por Juan Carlos Gutiérrez, es un hombre violento y mujeriego que suele salir con mujeres mayores que él con el propósito principal de pedirles dinero. Es así como Isabel se entera de un rumor que ronda en el gimnasio donde él trabajaba como entrenador y al cual asisten María Consuelo y ella.
El temor de Isabel no es solo por la salud de su amiga, sino también por la de su hijo. Pablo, un joven músico interpretado por el actor Juan Carlos Vargas, tendrá que sortear el reto de enfrentarse a una prueba de VIH y descartar la posibilidad de ser positivo para el virus de inmunodeficiencia adquirida. En su caso, no solo estaría en riesgo su bienestar físico, sino también el de su joven novia Ivana, representada por Magaly Caicedo.
Con este punto, la telenovela buscó mostrar cómo las enfermedades de transmisión sexual son un riesgo latente que pueden ser contraídas por cualquier persona, independientemente de su género, edad u orientación sexual. Pablo era todo menos un joven promiscuo, solo había tenido dos relaciones sentimentales en su vida, pero la falta de preservativos lo expuso, al igual que a su actual pareja, a ser VIH positivo.
Para fortuna de Pablo, su examen demostró que no estaba contagiado. Sin embargo, María Consuelo no tuvo la misma suerte y debió afrontar la enfermedad hasta el final del seriado. Luego de enterarse del resultado, el personaje procuró desmitificar la idea de que una persona con sida está condenada a una muerte rápida y mordaz, a la vez que reflexionó sobre el rechazo social que deben afrontar las personas contagiadas.
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En este sentido, el seriado también marcó una ruptura en la forma como se había representado en la pantalla chica el virus del sida, pues permitía dotar de dignidad a la persona contagiada; tal como lo señaló María Eugenia Dávila en una entrevista que le concedió en su momento a la revista TVyNovelas, en la cual, hablando como si fuera María Consuelo, afirmó que “si la vida me ha planteado las cosas de esta forma, ya no tengo alternativa, solo vivir y morir con dignidad”.
Con ello, Romero Pereiro buscó mostrar que una persona contagiada con el virus del sida no tiene por qué morir alejada de los demás, bajo el estigma de que puede infectar a los otros solo estando cerca. Fue por esto por lo que María Consuelo no dejó de pensar y actuar como era antes de su diagnóstico. Como mensaje para sus hijas, le pidió a Isabel en su lecho de muerte hablarles de ella y dejarles claro que fue una mujer que rompió con los esquemas impuestos a las divorciadas después de los cuarenta.
Fue así, a través de la dignidad que sostuvo María Consuelo hasta el final de su vida, que el seriado presentó otra cara de una enfermedad que para las décadas de los ochenta y los noventa se presentó como un tabú del que no se podía hablar y que de atreverse a hacerlo, tenía que realizarse desde el estereotipo de los hombres homosexuales o las personas adictas a psicoactivos, como si el sida, como cualquier virus, no fuera una enfermedad a la que estamos expuestos todos.
*Señal Memoria, es la marca de RTVC a cargo de la estrategia de salvaguarda y rescate del patrimonio audiovisual colombiano.