Pablo Díaz: “Hay una gran contradicción entre el perdón y la reconciliación”
Pablo Díaz es uno de los bachilleres sobrevivientes del episodio trágico en Argentina, conocido como la “Noche de los Lápices”. Estuvo por primera vez en Medellín en un colegio de bachilleres en la Comuna 13, una zona de la ciudad que ha vivido noches tan oscuras como las que él vivió. Entrevista para El Espectador.
Alberto González Martínez
Pablo Díaz está escuchando una charla sobre las Madres de la Candelaria, quienes reclamaban por sus hijos desparecidos. Sus voces les recuerda a las mujeres de la Plaza de Mayo de su país, que hacían lo mismo con los desaparecidos por la dictadura. Él lleva unos tenis Adidas negros, un pantalón gris, una camiseta tipo polo negra con rayas delgadas blancas y sus gafas con marco negro.
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Pablo Díaz está escuchando una charla sobre las Madres de la Candelaria, quienes reclamaban por sus hijos desparecidos. Sus voces les recuerda a las mujeres de la Plaza de Mayo de su país, que hacían lo mismo con los desaparecidos por la dictadura. Él lleva unos tenis Adidas negros, un pantalón gris, una camiseta tipo polo negra con rayas delgadas blancas y sus gafas con marco negro.
Se toma su barbilla constantemente con el dedo pulgar y el índice. Ha escuchado atentamente, o ese gesto lo hace parecer, el recorrido que le han hecho por el museo de la memoria que construyó el colegio de bachillerato Eduardo Santos, ubicado en la Comuna 13. Un espacio que fue víctima, como muchos, de la violencia ejercida por autoridades y paramilitares a inicios de este siglo, en ese sector de Medellín, bajo el nombre de “La Operación Orión”. Dice el rector que es el único colegio que ha hecho un homenaje a sus 28 estudiantes asesinados durante esa época.
Pablo podría ser también cualquier persona escuchando una charla, si no fuera porque es uno de los sobrevivientes de la “Noche de los Lápices”. Uno de los episodios trágicos durante la dictadura argentina, que asesinó y encarceló a estudiantes de bachillerato que protestaban. La historia fue llevada a una película homónima, que se proyecta obligatoriamente en todos los colegios de su país. Su versión sirvió para recrearla y con ella viaja por varios países contando su experiencia. Es la primera vez que viene a Colombia. Llegó el 20 de septiembre a Bogotá y luego pasó a Medellín invitado por el Festival de Cine comunitario “La Otra Historia”, evento que nació de la misma comunidad y se financia con recursos públicos del Presupuesto Participativo.
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¿Qué ha encontrado en esos recorridos por varios lugares y colegios en Bogotá y Medellín?
En principio, una gran contradicción entre el perdón y la reconciliación. En la mayoría de las escuelas secundarias, los chicos han tenido una pregunta transversal: “Pablo, qué opinas del perdón”. Uno me ha dicho “lo que siento es que si robo comida me ponen más preso que los generales”. Si le agregamos sentido común a la respuesta, es verdad. Si tratamos de justificar políticamente esa respuesta le podemos decir miles de argumentos engañosos, o mejor, políticos!
Que al final, político y engañoso se parecen mucho…(se ríe, mientras continúa con su planteamiento).
Luego están los familiares que me han preguntado también por el perdón. Hay que preguntarles a los desaparecidos y asesinados, cosa que es imposible. Hay familias que me han tratado de convencer de que ellos pueden dar el perdón. Les digo que si lo ha preguntado a un familiar o lo han decidido por algo en particular. Pienso que el perdón hay que preguntárselo a las víctimas no a los familiares, que son víctimas indirectas. Las verdaderas víctimas son las que no están.
¿Cómo siente el estudiantado colombiano frente al argentino?
En Argentina es más politizado, a diferencia de Colombia. Siento que a veces el secundario de aquí se presta voluntariamente para trabajo comunitario en su territorio. Por otro lado, veo que algunos no asumen compromisos de memoria, quizá por temor y miedo. Muchos me han dicho que no firmaría un proceso de paz por la cantidad de muertes que hay sobre el que ha firmado. La paz todavía no está consolidada, pero en ciertos sectores está como expectativa de esperanza. A veces siento ese mismo miedo recién terminado el Golpe (1985) en Argentina, cuando no estaba restaurada aún la democracia. Están en un proceso como lo estuvimos nosotros.
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¿Ve luz al final del túnel?
Sí, porque hay un refuerzo desde el trabajo social en centros culturales, de artes, movimientos sociales. Este Festival de Cine “La Otra Historia” es un trabajo de consolidación social en la Comuna 13. Falta la consolidación de la esperanza, que tiene la necesidad de que haga enserio.
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Además de ayudar a reconstruir la historia de la película “La Noche de los Lápices”, que ha llevado a muchos rincones, menciona la recién nominada a los Oscar, “Argentina 1985″, dirigida por Santiago Mitre. Me muestra una fotografía cuando joven acompañado de otro señor. Era el fiscal protagonista de la historia de esta producción. “Cuando las víctimas juzgan hay justicia”, agregó.
En ambas películas hay canciones de Charly García, ¿cómo se apoyaban de esta música en la época?
Cuando vino el golpe de la dictadura en la ciudad de La Plata, se prohíben los centros de estudiantes, los recitales de música, los encuentros de jóvenes y que más de tres adolescentes caminaran por las calles. Estábamos referenciados en el rock y en especial en Sui Generis. Cuando nos prohibían cantar las canciones, nosotros la cantábamos. Me he juntado con Nito Mestre (Sui Generis) y me dijo que cada vez que tiene un recital le preguntan por la “Noche de los Lápices” y a Charly (García) también. Y le dije que cada vez que yo paso la película me preguntan por ellos (se ríe).
¿Cuál es la pregunta más reiterativa que le han hecho?
Que si la extraño. A Claudia… La extraño.
¿Y la pregunta más atípica?
Que si la voy a volver a ver. Les digo que sí porque tengo la fantasía de que cuando la naturaleza me lleve, preguntarle si hice todo lo posible por ser el sobreviviente. También me da miedo volverla a ver, pero ya en mi vejez. Hay que recordar que me enamoré de ella por estar solos más de 100 días, de espalda a espalda, separados de una pared de 10 cm, pero las víctimas tienen necesidad de abrigo. Claudia fue mi abrigo, como yo el de ella. He escrito 500 poemas sobre ella. Luego quiero dejar de escribir sobre ella, pero escribo sobre futbol y digo que ella está en la tribuna y así.
¿Piensa en la muerte?
Creo más en la inmortalidad por lo que soy y lo que represento. Cuando ves el simulacro de fusilamiento en la película, dispararon sobre nuestras cabezas. Dije “no me duele nada”.
¿Es una sensación de muerte?
Sí.
¿Algún recuerdo que pudiera borrar?
Ninguno. Si tuviera la posibilidad, volviera para atrás para que nunca hubiera sucedido lo que sucedió.
Díaz sube al escenario del colegio de secundaria Eduardo Santos, luego de proyectada la película. Lo reciben con los aplausos de un público adolescente que posiblemente no le prestó la suficiente atención. Le dirige unas palabras motivadoras a los chicos y su mirada a veces se pierde. Me pregunto si cada vez que va a un escenario de estos, también piensa en Claudia. Si ella estará ahí. En alguno de los asientos.