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Diré lo mismo que The New York Times, cuando a puertas de los aclamados Golden Globes del año recién pasado, tildó la más reciente obra de Guillermo del Toro como un “conjunto maravilloso”. Y por qué no, si ese mismo misticismo del cual rescatamos a Del Toro termina siendo un enjambre de ansias, que entre guiños intenta perderse en el terror, pero que termina consumido por lo más sublime de lo mítico y de ensueño.
La película es una coreografía en perspectiva, cuenta la historia de Elisa Esposito (Sally Hawkins), una mujer no tan joven, no tan vieja, bastante sola y con un encanto que nace de su incapacidad de hablar (es muda). Entonces, en Baltimore de la década de los 60, mientras progresaba la Guerra Fría y se pronunciaba la maratónica Carrera Espacial, ella encuentra a esta criatura que lejos de aterrorizarla, la intriga a tal punto de concederle el derecho a amar.
De ahí en adelante sólo podría dar pistas de por qué The Shape Of Water encanta de la forma en que lo hace. Es visceral cuando debe serlo, es equilibrada la cadencia entre la actuación de Zelda Fuller (Octavia Spencer) al jugar con lo cliché de una buena esposa, que es dura como una roca, el heroísmo de villanos con papeles opuestos Dr. Robert Hoffstetler (Michael Stuhlbarg) y Richard Strickland (Michael Shannon), y el romanticismo indulgente de Giles (Richard Jenkins).
Entonces, de las aguas verdes y turbias nace no solo una criatura anfibia (Doug Jones) proveniente de la amazonia, sino también una historia alineada a nuestro tiempo. The Shape Of Water es la respuesta que Guillermo del Toro buscaba para el hito de los 50, Creature from the Black Lagoon (En español, El Monstruo de la Laguna Negra), la película está cargada de elementos del folclor clásico de una Norte América que ha sido congelada por lo desconocido, por la batalla en nombre de la heroica nación, el Bloque del Este dibujado con los mejores trazos que un villano pueda tener, el oriente europeo tan lejano como la misma luna a la que intentan llegar ambas potencias; ¿Y por qué no?, una Sudamérica poco explorada y que por el afán de dicho enfrentamiento entre potencias se encuentra a punto de ser diseccionada.
Si el clásico rugir del Monstruo de la Laguna Negra se convirtió en un inconfundible artilugio en las posteriores cintas producidas por Spielberg, el soundtrack de The Shape Of Water se hace un elemento transversal, dándole lugar a la banda sonora como un gancho delicado, que completa el baile de salón que es la cinta.
El compositor, aclamado por la crítica, Alexandre Desplat es el encargado de traducir el sonido del guion del filme, guardando matices de ese trabajo tan característico suyo que incluye en su escenario a la música clásica, el jazz y la bossa nova. Cada uno de los temas es una obra más, empieza con You´ll Never Now, tema interpretado por Renée Fleming, con una voz ronca y adormecida que canta un “I speak your name in my every prayer, if there is some other way to prove that i love you, i swer, i don´t know how, y con la entonación de Fleming la Elisa en ausencia le canta al hombre que sale del Amazonas.
Otros temas como The Creature, Elisa's Theme y Elisa And Zelda acompañan la cinta. Entre instrumentales como Underwater Kiss, That Isn´t Good y The Escape, logramos imaginar todo lo que ambos personajes, incapaces de comunicar con las palabras, pueden expresarse con el tacto. Son 26 composiciones incluyendo A Summer Place de Andy Williams, famoso por interpretar Moon River en 1961, que sería la canción perfecta para Audrey Hepburn en Breakfast at Tiffany's. Clásica y elegante como Audrey es Elisa, y en esta historia ella tiene una oportunidad de amar, tomar lo que es suyo, esa es la moraleja.