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El actor sueco-venezolano Omar Rudberg, de 24 años, se conecta por Zoom desde el cuarto de su apartamento en Estocolmo. Las largas cortinas a sus espaldas están aún cerradas. En estos días Omar está grabando hasta tarde en la noche una nueva película, de terror. Lleva un suéter de lana oversize, color púrpura y rojo. En la esquina inferior derecha de su pantalla veo el manillar de una cross bike. Me imagino a Omar pedaleando rápido por las calles de la ciudad para visitar amigos, ir al estudio a grabar una canción o llegar al plató de la película que está rodando.
Omar Rudberg se dio a conocer en el panorama internacional gracias a la exitosa serie Jóvenes altezas, de Netflix, que recientemente estrenó su segunda temporada. En la serie interpreta a Simón, un joven inmigrante que se enamora de Wilhelm, el príncipe heredero, en un internado para la élite. La serie fue su primera experiencia como actor, pero en su país adoptivo Omar ya era un cantante reconocido como integrante del grupo FO&O y después como solista, carrera que empezó en 2019. En esta entrevista exclusiva para El Espectador, habla de sus experiencias como artista, al mismo tiempo que como un joven que sueña con un mundo libre de etiquetas. (Recomendamos: Lea una columna de opinión de Aldo Civico sobre la serie “Jóvenes Altezas”).
¿Qué te ha sorprendido más del éxito de “Jóvenes altezas”?
De que esta serie haya llegado de la mano de adolescentes, y de personas en general, en todo el mundo. Para mí es algo loco que la serie producida en un país pequeño como Suecia haya llegado a todos los rincones del planeta. Es algo por lo cual estoy muy agradecido. Mi vida de verdad ha cambiado. Hay un antes y un después de la serie. Estoy como en lo alto.
¿Cuál ha sido el cambio más grande?
Lo que más ha cambiado es mi carrera; me están llegando nuevas oportunidades. Yo todavía tengo los mismos amigos de antes, de hace muchos años. Sigo viviendo mi vida como siempre. Nada de mi vida privada ha cambiado. Pero lo que ha cambiado son las oportunidades que me llegan.
Debido al éxito y la fama, ¿tus amigos cambiaron la actitud hacia ti?
Me ha pasado. Pero no con los amigos cercanos y es algo por lo cual estoy muy agradecido y feliz. Los amigos cercanos siento que no cambiaron y yo tampoco cambié con ellos. La relación no cambia; esto es algo importante para mí.
Imagino que esta experiencia tiene que haber cambiado la percepción que tienes de ti mismo.
Creo que sí. Yo siento que poco a poco estoy llegando a donde quiero llegar, pero a la vez, como lo era antes, soy a veces una persona insegura. Sin embargo, también me siento muy seguro de lo que hago. Es como una montaña rusa. Todavía me falta mucho para llegar a donde quiero llegar personalmente en términos de conocerme a mí mismo, de sentirme más seguro de mí mismo. Sin embargo, así es la vida, ¿verdad? Uno sigue conociéndose.
En “Jóvenes altezas” interpretas a Simón. ¿Qué te gusta del personaje?
Me encanta como Simón es como persona. Tiene un corazón muy grande, quiere mucho a su familia, y sus mejores amigos lo quieren mucho. Es una persona bastante estable para su edad, y siente que no tiene que esconder nada a nadie. No tiene miedo a ser la persona que es, de amar, así como él es. Es algo que yo admiro bastante de Simón, porque yo a veces me siento inseguro, escondo cosas, mientras que él está orgulloso de quien es. Eso me encanta.
No me parece que el tema de la serie sea la homosexualidad. Es más una reflexión sobre cómo la tradición nos impide ser nosotros mismos.
Estoy muy de acuerdo. Desde la primera temporada pusimos al centro la monarquía. Este es el problema del príncipe, el hecho de que no puede hacer lo que quiere hacer por su condición de príncipe. No puede beber alcohol ni se puede quedar en la calle hasta tarde con los amigos por el simple hecho de ser un príncipe. Estas son las reglas para un príncipe y este es el problema de Wilhelm. Nunca nos hemos enfocado en que el problema fuera que un príncipe sea gay, o que son dos hombres amándose. Para nosotros esto es totalmente normal, y es esto lo que queremos enseñar a todo el mundo.
¿De los mensajes que has recibido hay algo que te ha impresionado?
¡Sí! Fue después de la primera temporada. Llegó a la casa la carta larga de un anciano de Suecia, que tenía 87 años, casado con otro hombre. Me confesó que la serie le recordó de cuando era adolescente y quería vivir la vida que sentía en su corazón. Pero nunca le fue permitido hasta que a los 40 años encontró al hombre del cual se enamoró y con quien finalmente se casó. Ahora son 45 años que viven juntos. Conocer su vida fue algo muy fuerte para mí. Me dio al mismo tiempo ansiedad y también mucha felicidad.
Simón es un joven inmigrante latino, con una mamá cabeza de hogar, y juntos luchan para integrarse con éxito a la sociedad sueca. Tú llegas a Suecia desde Venezuela a los seis años, con tu mamá. ¿Cómo ves el paralelo entre Simón y Omar?
Me identifico mucho con lo que Simón y su familia viven. Sé qué significa venir a este país, sin hablar el idioma, sin ser de este lugar. Cuando los suecos veían a mi mamá y a mí sabían inmediatamente que no éramos de aquí. Fue duro en un principio. Pero no estábamos solos. Mi padrastro era sueco y él nos ayudó mucho. Lo mismo le pasa a la familia de Simón. La mamá de él trabaja, Simón y su hermana tratan de hacer las cosas bien, de ser exitosos en la escuela, porque saben que para la mamá es duro. Él siempre quiere estar allí, apoyándola a ella y a su hermana. También admiro de Simón que él es fuerte y responsable, y hace todo lo posible para ayudar a su familia. Es de verdad algo que me inspira mucho.
Me imagino que no tiene que haber sido fácil para ti llegar a Suecia, siendo apenas un niño.
Curiosamente, no recuerdo mucho de los primeros dos años, mientras que sí tengo un recuerdo claro de mi infancia en Venezuela. Al comienzo no tenía amigos, porque no podía ir a estudiar, en la espera de los papeles. Pasé mucho tiempo con mi mamá. Después de estar en una escuela internacional, con niños de todo el mundo, estuve en una escuela con solo estudiantes suecos. Allá fue más duro, porque yo era el único diferente. Ahí fui víctima de un poco de bullying. Yo era el raro, el único chico que bailaba y cantaba, mientras los demás jugaban al fútbol. Pero fue durante aquellos años que yo me enamoré de estar en la escena, del entretenimiento; algo que en realidad llevo adentro desde muy pequeño.
Una canción la dedicas a tu mamá, que hizo el doble rol de mamá y papá. ¿Quién es hoy tu madre para ti?
Ella es como una hermana. Tenemos una relación también de buenos amigos. Podemos hablar de todo. Ella no es solo mi madre, sino que me inspira y me da consejos como una amiga. Es la persona más importante de mi vida. La necesito y somos un equipo. Antes de ser un actor en “Jóvenes altezas” ya eras un cantante reconocido en Suecia. Las letras de tus canciones están escritas en inglés, sueco y español. Además, mezclas géneros musicales. Esto refleja varias etapas de mi experiencia como artista. He empezado a colaborar con artistas hip hop suecos, que son muy conocidos aquí. Hoy escribo principalmente canciones en inglés y español, y eso refleja mi sentir de hoy y el deseo de llegar a una audiencia internacional, ahora que mis fans además están en todo el mundo.
Tienes también una propuesta de estilo muy clara, proponiendo conjuntos fluidos, algo que hoy vemos cada vez más en la moda. ¿Cómo llegas a esta propuesta?
Cuando voy a una tienda de ropa con mi mamá, siempre vamos antes a la sección de hombres. Siempre las prendas me han parecido muy aburridas. No encuentro algo que me hable. Después mi mamá sigue para la sección de mujeres y allá yo veo colores, diferentes texturas, material divertido. Hay más variedad. Las mujeres tienen de todo. Para mí la ropa es simplemente ropa, y también tiene que ser libre, así como la música. Siento que le ponemos etiquetas a la ropa, pero yo siento que las etiquetas son malas y aburridas. Si tú pones una etiqueta a algo, tú mismo te limitas en la posibilidad de ser libre. Para mí lo importante es que la ropa sea libre y que un outfit te guste.
Al escucharte me pregunto si interpretas el desarrollo personal como un progresivo liberarse de etiquetas.
Con el pasar de los años me he sentido más cómodo en lo que quiero hacer, en quien soy, y en experimentar con ropa, con maquillaje. Antes siempre tenía miedo de ponerme maquillaje; no quería que la gente me pusiera una etiqueta. Es algo que odio y siempre me ha dado miedo, que la gente me defina, que me digan que yo soy algo. Pero con el tiempo me quité ese miedo. Hoy me puedo poner sombras, o un outfit fluido, porque siento que he madurado.