Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En 2001 dirigió “Ma femme est une actrice”, luego “Ils se marièrent et eurent beaucoup d’enfants” y ahora “Un inquilino inesperado”, siempre con Charlotte Gainsbourg en el papel de su esposa. ¿Está terminado el tríptico?
Efectivamente es un tríptico, pero no fue concebido como tal. Me doy cuenta de que no he dejado de trabajar el tema de la pareja y sus milagros, pero también de sus accidentes en el camino y su riesgo de desgaste.
“Un inquilino inesperado” es la adaptación de la novela “My Stupid Dog”, de John Fante. ¿Cómo llegó a sus manos y por qué la adaptó?
Claude Berri ya me había sugerido que lo hiciera hace veinte años, después de Ma femme est une actrice. Él no hablaba inglés lo suficientemente bien para realizarlo con los estadounidenses, entonces me lo propuso. Lo leí y lo dejé de lado, tal vez no era demasiado “viejo”, no estaba en etapa de crisis o de las crisis de los cincuenta. Hace 28 años no estaba casado con la misma mujer, no tenía tres hijos, así que estos temas no me preocupaban... ¡Qué inocente era yo! Cuando me lo volvieron a proponer, lo releí. ¡En familia! Y me identifiqué completamente con este escritor que logró un best seller y luego nada. Un tipo, amargado, agotado, invadido por sus hijos. Me divirtió abordar esta historia.
Descrito por su esposa, Henri, su personaje, es un holgazán, arrogante, egocéntrico e imbécil. ¿Es catártico interpretar ese tipo de personaje?
¡Son mucho más atractivos que los chicos buenos! Es emocionante interpretar a un tipo fracasado, pasando por dificultades, al que toda su familia considera loco y del que quieren deshacerse. Tuve que imponerlo, hoy preferimos héroes cotidianos positivos. Sentí aburrido el mandamiento “debe amar a sus hijos, no puede querer deshacerse de ellos”.
“Un inquilino inesperado” también es la historia de una mujer que está cansada de su marido...
Absolutamente. Consecuencia lógica de la actitud de Henri. Esta mujer encontrará diversas soluciones, desde la huelga sexual hasta la evasión a través de la literatura, o incluso más si le apetece, para darle un nuevo sentido a su existencia.
Desde “Ma femme est une actrice” ha explotado una fuente inagotable: su biografía. ¿Es una pasión por el género autobiográfico?
¡Por facilidad! Me resulta más fácil relacionarme conmigo mismo. Pero “Le Brio” me ha llevado a otra parte y con la próxima producción tomaré una nueva dirección.
¿Qué representa este perro intenso que aparece una tarde en el jardín de la familia, que no le gusta a nadie, excepto a Henri?
Él es todo lo que dices, revelador, provocador, espejo. Es un fracaso, como mi personaje. Nadie lo quiere, repugna y exaspera; está en celo todo el tiempo, un impulso vital que perdió Henri. Inicia peleas estúpidas, su libido es desviada, incluso delirante.
Hablemos de Cécile, la esposa del escritor, a quien ha enriquecido mucho en la adaptación de la novela.
En el libro ella es solo un ama de casa y, además, ¡racista! Al adaptar el libro intenté reapropiarme de esta historia, y nuestros 28 años juntos me inspiraron mucho.
Desde hace veinte años, usted trabaja en un material fascinante pero arriesgado: la puesta en escena de su pareja real, con pistas falsas y revelaciones disfrazadas de ficción.
Me pregunté si buscaba otro actor para el papel de Henri, pero me di cuenta de que me moría por interpretarlo y de actuar con Charlotte llevando la realidad muy lejos, como en la escena en la que se fuman un porro. Sé muy bien que al interpretar a esta pareja casada desde hace 25 años con muchos hijos, estamos jugando con nuestro pasado cinematográfico, con lo que los espectadores han leído en la prensa rosa, lo que creen saber. Es un juego arriesgado, pero estimulante al que nos acercamos sin calcularlo, casi sin pensarlo.
¿Cómo separar a Yvan el actor de Yvan el director?
Compruebo el encuadre, determino los valores de la toma, tengo una idea precisa de lo que quiero. Ensayamos, filmamos, actúo. No me veo una y otra vez después de cada toma. Prefiero probar cosas muy diferentes en cada toma. Tengo esta libertad porque también soy el director. También por eso, el actor que soy suele encontrar más placer en filmar con el director Yvan Attal. Es más estresante y requiere el doble de energía, ¡eso es seguro!
Su hijo Ben se interpreta a sí mismo, un elemento adicional en su propuesta de ficción real.
Conocía la historia, le gustaba el libro, actuaba en cortometrajes. Obviamente había un papel para él: ¡el tipo que fuma marihuana todo el día! Ben ha estado allí, ¡no lo estoy traicionando al decir eso! Y entonces quise filmar a mi hijo. Aun así, presentó algunas pruebas, me pareció justo, incluso me encantó. Empecé con él y luego construí a los hermanos.
¿Le gusta trabajar con el compositor y jazzista Brad Mehldau?
Soy fiel a este músico y me emociona que él sea fiel a mí. Vimos la película juntos, sintió el ambiente, el color de la película. Me envió algunas sugerencias, y el resto tuvo lugar en el estudio, con sus músicos. Fue un momento absolutamente maravilloso, en el que pudo improvisar sobre un material vivo en evolución.
¿Hay alguna pareja mítica del cine que lo inspire?
Sí, sin mucha originalidad, Katharine Hepburn y Spencer Tracy, Gena Rowlands y John Cassavetes. Cuando Claude Berri me pidió que realizara la película, hace casi veinte años, Peter Falk, amigo de Cassavetes y héroe de su película Husbands, fue considerado para el papel del escritor fracasado. Por eso llevo un impermeable en la película, un guiño a Peter Falk y Columbo.