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El cine guatemalteco fue premiado este miércoles en su debut en la historia del Festival de Cannes 2019: el cineasta César Díaz fue recompensado en la Semana de la Crítica por "Nuestras madres", una película sobre la búsqueda de los desaparecidos en las masacres de poblaciones mayas.
El jurado de esta sección paralela, presidido por el cineasta colombiano Ciro Guerra, otorgó el premio SACD (Sociedad de Autores y Compositores Dramáticos) a la ópera prima de Díaz, que cuenta la historia de un joven investigador que intenta identificar a víctimas enterradas en fosas comunes durante la guerra civil (1960-1996). (Le recomendamos leer: Ciro Guerra: “Todos esperamos esa película que nos transforme”).
Díaz, hijo de desaparecido, había explicado el martes a la AFP que "Nuestras madres" surgió de la necesidad de hablar de uno de los periodos más sombríos de la historia de su país. "Se ha hablado mucho de las dictaduras chilena, argentina... pero la dictadura guatemalteca no la conocemos".
El principal premio del palmarés de la Semana de la Crítica, una sección paralela del Festival de Cannes que selecciona primeros y segundos filmes, fue entregado a la película de animación "J'ai perdu mon corps" (Perdí mi cuerpo), del francés Jérémy Clapin.
En esta ópera prima, Clapin sigue dos trayectorias, la de una mano que se escapa de un hospital en busca de su propietario en París y la de Naoufel, un joven desafortunado que se enamora de una mujer, Gabrielle.
La película está basada en la novela "Happy hand", de Guillaume Laurant, guionista de "Amélie" y mezcla varios géneros: fantástico, drama, historia de amor...
La Semana de la Crítica se abrió con el filme "Litigante", del colombiano Franco Lolli, fuera de competición. En liza, también destacó "Ceniza negra", de la costarricense Sofía Quirós. (Le puede interesar: Franco Lolli: “Quise contar la historia de una mujer que lucha”).
Entrevista con César Díaz
El director César Díaz, hijo de desaparecido, presentó este martes "Nuestras madres", primer filme guatemalteco en Cannes, centrado en la búsqueda de quienes desaparecieron en las masacres de poblaciones mayas.
La película cuenta la historia de un joven investigador que intenta identificar a víctimas enterradas en fosas comunes durante la guerra civil, un conflicto que desangró a Guatemala entre 1960 y 1996 y dejó 200.000 muertos y desaparecidos.
Ópera prima de Díaz, "Nuestra madres" es una ficción que saca a la luz las matanzas contra poblaciones indígenas mayas, reconocidas en un informe auspiciado por la ONU en 1999.
¿Cómo surge la idea de "Nuestras madres"?
Surge de la necesidad de hablar de la historia guatemalteca, porque es una historia desconocida. Se ha hablado mucho de las dictaduras chilenas, argentinas... pero la dictadura guatemalteca no la conocemos.
También tenía que ver con la necesidad de explorar qué es lo que sucede cuando no conocemos nuestros orígenes (...) Cómo se construyen los vínculos amorosos, filiales, sin que tengan que ser vínculos de sangre necesariamente.
Su padre es un desaparecido. ¿Cómo preparó el filme con este componente personal tan fuerte?
Tiene una gran ventaja: conoces exactamente cuál es el sentimiento que esos personajes tienen. Lo que sucede en las desapariciones es que siempre queda una esperanza. Siempre te cuentas una historia: no desapareció, se fue, se salvó, está en un hospital, perdió la memoria, se fue del país... Mientras la ciencia no llegue y te diga 'estos huesos son tu marido, tu papá, tu hermano', es muy difícil encarar un proceso de duelo. Es una ventaja porque uno conoce bien la materia humana con la que trabaja.
La desventaja justamente es la misma. De alguna manera, es un espejo de lo que tú eres. Para poder trabajarlo a nivel de la dramaturgia del cine, no es lo mismo abordarlo con personajes que están lejos de ti, que tú puedes manipular como tú quieres, a estar con alguien tan cercano.
¿Contaron con colaboración institucional?
Tuvimos la colaboración del instituto que se dedica a hacer exactamente lo que ellos hacen, pero no queríamos tener una colaboración tan institucional, porque queríamos que el guión se quedara entre nosotros. No quisimos meter mucho al gobierno. Tampoco se dan cuenta de lo que estamos haciendo, son tan impunes que les da igual.
Parte de las víctimas en el filme están interpretadas por casos reales. ¿Cómo fue trabajar con ellas?
En un primer momento, difícil. Pero después entendieron cuáles eran mis intenciones y qué era lo que estaban haciendo concretamente. A partir del momento en que comprendieron que esta película era una representación de sus vidas, agarraron el proyecto ellos mismos y fue mucho más sencillo.
Es algo a flor de piel, porque uno va a un pueblo que ha sido masacrado y te dicen: 'nosotros te lo queremos contar porque toda la gente dice que esto no es cierto'. Y hay un grupo de mujeres que te lleva al lugar, te cuentan que los soldados entraron por ahí, les hicieron esto... No hay victimización, es contar la historia. Porque además ellos están en una lógica de tradición oral indígena, y es una manera que eso exista.