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Resulta paradójico hablarles por aquí sabiendo que existe una gran posibilidad de que le hable a más personas de las que creo que pasarán por esta página. Incluso para muchos ya será “chocante” que le esté hablando de manera directa, pues estando a cargo de los newsletters (o boletines por correo) de El Espectador, he visto que muchos agradecen una comunicación más directa, pero otros consideran que este tono le resta credibilidad a lo que pretendemos informar con la mayor responsabilidad posible.
Ha sido precisamente en el ejercicio de mis funciones que se me ocurrió plantear este tema en un nuevo aniversario de esta casa que será cuestionada en este mismo artículo, pero que lo será con el fin de que nosotros también repensemos qué tan anclados estamos en el tiempo y qué tan dispuestos estamos a pasarnos a los nuevos relatos de la historia.
En Nexus. Una breve historia de las redes de información desde la Edad de Piedra hasta la IA, el libro más reciente de Yuval Noah Harari, este dice: “Queda claro, pues, que la información no puede definirse como tipos específicos de objetos materiales. En el contexto adecuado, cualquier objeto -una contraventana, una paloma- puede ser información. De modo que ¿exactamente qué contexto defines tales objetos como «información»? La idea ingenua de la información aduce que los objetos se definen como información en un contexto de búsqueda de la verdad”.
Harari se pregunta qué es la verdad, y explica en su libro que esta será entendida “como algo que representa de manera precisa determinados aspectos de la realidad”. Y esta definición es clave para este tema, pues consultamos a dos personas que suelen analizar a los medios de comunicación en Colombia y ambas coinciden en que la migración de audiencias a los múltiples formatos que aparecen en las redes sociales, o canales de información como podcasts y newsletters se debe a que detrás de estos hay personas reales, que al mostrarse y expresarse como son a un público directo y de nicho, llaman más la atención que los textos o presentaciones acartonadas de los medios tradicionales.
Sara Trejos, directora de Sillón Estudios e integrante de Presunto Podcast, formato que se dedica a analizar la forma en la que los medios de comunicación cubren temas de interés general, habló sobre cómo se ha transformado la manera en que nos informamos y dijo: “Desde hace muchísimos años, desde la democratización del internet y flash hizo modificaciones tecnológicas para que YouTube funcionara, la gente consume distinto. No es algo de ahorita. Los medios de comunicación, como en un afán conservador de entender lo que era el buen periodismo en sus formatos más clásicos, en los géneros periodísticos que enseñan en la universidad, siguió pensando que la forma correcta de crear contenidos era una. Esa se sigue enseñando. Como profesora sigo luchando para que haya más géneros y formatos. La crisis lo que demuestra es que los medios no están conectando con su público hace muchos años. No es un tema de clickbait, de IA, sino que la gente empezó a democratizar la creación y conectó más con ellos mismos que con lo tradicional”.
Carlos Cortés, integrante del consejo asesor en seguridad y confianza de TikTok en América Latina, director ejecutivo de Linterna Verde y productor de contenido de opinión y análisis, también habló para este diario y señaló que: “Con la entrada de internet y con la imposibilidad de que los medios de comunicación controlen la agenda, esa producción, que era un monopolio de alguna manera natural, pierde sus condiciones y en esa medida eso genera una explosión de formas de distribuir contenido. Eso incluye un proceso de alienación y desconfianza a ciertas formas institucionales de gestión de interpretación de la realidad. Esto solamente mirándolo de una forma general hace parte de lo que en últimas termina poniendo al periodismo contra la pared. El modelo de negocio se basaba en tener el control a ese acceso y poner en esos espacios publicidad, pero eso lo rompe completamente el internet y las redes sociales. El que piense que el internet acabó con el periodismo quizá no ha comprendido que esa tecnología no se podía sostener. No es que las redes estén contra el periodismo, pero estas sí implementan el negocio de monetización de la atención y eso cambia completamente los formatos para bien y para mal. Sin sonar despectivo, lo que el periodismo haya podido hacer es lo mismo que los dinosaurios hubieran podido hacer con el meteorito, no mucho en realidad”.
El portal Statista publicó el año pasado un artículo mostrando el panorama de la industria del podcast a nivel mundial. Este formato, en 2023, llegó a tener 400 millones de oyentes con un promedio de 50 minutos diarios de consumo. Norteamérica aparece en sus estadísticas como la región del mundo que registraba mayor cantidad de usuarios con 143,5 millones de personas. Sin embargo, proyectaban que entre 2025 y 2026, América Latina superará ese número y de aquí a 2028 será China quien lidere el número de oyentes de podcasts.
Si bien la radio se mantiene como uno de los medios de comunicación con mayor audiencia, el podcast parece ir ganando terreno -incluso varias emisoras han adaptado sus programas a este formato-, y lo es por lo mismo por lo que muchos otros espacios creados en los últimos años han ido ganando la batalla por atraer curiosos: la transparencia y la autenticidad. Sobre esto, Trejos comentó: “Los newsletters, las redes, los podcasts son canales que se crean para conectar con la gente. Los podcasts son voces reales, la radio no, la radio es un formato generalista, no está pensado en segmentos. En los podcasts la gente habla como habla, conecta muy bien con los valores que mencioné. Los newsletters cuando son hipertécnicos y solamente están numerando noticias no son nada, se vuelve spam, pero cuando es una carta cercana al lector, pues es una carta que esperamos recibir y es muy monetizable. En las redes están todos los formatos y ahí hay gente real maquillándose, explicando ciencia y otros temas. No hay marcas, no hay logos. Esta falta de entendimiento de los influencers, que llaman una actitud despectiva de los periodistas tradicionales, los está alejando de una comprensión muy linda parasocial que uno tiene con su creador. La relación que tiene un medio con su audiencia es ponerle un muro de pago, y esa me parece la peor idea”.
Otros formatos como los newsletters o boletines también han cogido fuerza en los últimos años. En 2023, según el portal Comparapps, en 2023 cerca de 4.3 mil millones de personas utilizaban activamente sus correos electrónicos y la proyección para este año aumentaba a 4.6 mil millones y a un envío de 361,6 mil millones de corres enviados.
Correos de bienvenida, asuntos personalizados y un tono directo y fresco son algunos rasgos que le dan a este canal un aire distinto. En Colombia, al menos hablando de medios tradicionales, esta modalidad apenas despega. El Tiempo cuenta con 12 boletines en su oferta, El Espectador suma 16 y otros medios como El Colombiano, La W, Blu Radio o Caracol Radio cuentan con apenas un boletín.
“Los newsletters tienen una ventaja, y es que a pesar de que el correo electrónico parece una tecnología tan obsoleta y que nadie responde a un correo, tiene una entrada muy directa a la dieta de consumo o de conexión con lo que pasa alrededor de la gente. Está por encima de las redes sociales específicas. La gente lo recibe directamente y todos seguimos teniendo un correo igual. Eso hace que un newsletter, si está conectado con el interés de una persona, sea importante. Ya en el caso del podcast, este está en un auge tal vez tardío en América Latina. Lo que ha dado este formato es la flexibilidad para que uno pueda consumir el contenido en la manera que quiera, y está atendiendo el interés particular de una audiencia. Ahí hay una posibilidad de establecer ofertas de nicho, productos concordantes con lo que a uno le interese y hace que esos formatos funcionen”, afirmó Cortés.
La credibilidad que han perdido los medios, a veces por maniobras políticas, pero también por los mismos errores e inclinaciones que muchos tienen, no es un asunto menor en la migración de audiencias. También las redes sociales, que con la mentalidad “TikTok” de buscar el asombro y la inmediatez en la información en pocos minutos, ha llevado a que las personas prefieran estar al tanto de lo que sucede en el mundo y de lo que les interesa a través de estos canales. Aunque tiene también su riesgo, parece que en estos tiempos resulta más creíble la persona de carne y hueso que nos muestra con su rostro, su voz y sus maneras lo que pasa en la realidad, que lo que muchos de nosotros como periodistas intentamos señalar en artículos que se vuelven cifras y parte de un paisaje que se demora más en construirse que en permanecer vigente.
“Lo que está ocurriendo es que la gente prefiere contenidos que sean más cercanos, más optimistas, más sinceros, que son valores que normalmente no tiene el periodismo. El periodismo tradicional es el que supuestamente finge objetividad y transparencia. Mientras que la creación basada en marcas personales, en personas reales, sinceras crecen y las personas conectan con estos creadores. No creo que esa relación exista con los periodistas. Quienes lograron entender esto fueron los creadores de contenidos, pues pudieron monetizar a la audiencia de manera más genuina, no por medio de la publicidad”, concluyó Trejos.
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