2016, el 4º bisiesto del milenio
Este año se deben tener en cuenta los 80 de Mario Vargas Llosa, los 90 del dramaturgo español Alfonso Sastre y el siglo que no cumplirán en vida el actor Gregory Peck y el músico Dámaso Pérez Prado.
Ricardo Bada
Aunque ya nos encontramos en el 2016, cuarto bisiesto del milenio, seguimos estando en la 52ª semana del 2015, y ello por la sencilla razón de que la norma # 8601 de la ISO (siglas inglesas de la Organización Internacional de Normalización), de aplicación universal, establece que la primera semana de un año es aquella donde se ubique el primer día jueves del mismo, que en este caso será el 7 del presente mes de enero. Un día después, el viernes 8, se cumplirán 75 años de la muerte de Baden Powell, benemérito creador del movimiento de los boy scouts. Murió justo un día antes de que naciera Joan Baez, quien el sábado 9 deberá lidiar con una tarta de cumpleaños de 75 velas, pero tiene los pulmones necesarios para apagarlas de un soplo. Tanto de lo mismo podemos decir de Plácido Domingo, que también cumple 75 el 21 de este mismo mes.
Un año singular es este donde el repaso de las efemérides más memorables incluye muchas más fechas fúnebres que jubilosas. Se cumplirán en él 25 años de la muerte de Graham Greene (3.4.), Max Frisch (al día siguiente), Miles Davis (28.9.) e Yves Montand (9.11.). Se cumplirán 30 desde el aún no aclarado asesinato de Olof Palme, baleado el 28.2.1986 cuando iba caminando por una calle de Estocolmo, con su esposa, sin escoltas, después de salir de un cine (recién esta semana ha llegado a manos de la policía, de manera anónima, el arma homicida). Y serán 40 años desde que el 9.5.1976 apareció ahorcada en su celda Ulrike Meinhof, la segunda cabeza del águila bicéfala del terrorismo urbano alemán, la banda Baader-Meinhof.
Medio siglo se conmemorará de las muertes del inolvidable e inimitable Buster Keaton (1.2.), del asimismo inolvidable tenor Fritz Wunderlich (17.9.) y de un creador cuya fama es inmortal: Walt Disney (15.12.). Serán 75 años desde la muerte de James Joyce (13.1.), Sherwood Anderson (8.3.) y Virginia Woolf (28.3.), y 80 desde la de don Miguel de Unamuno (31.12.).
Y celebraremos, respetuosamente, un siglo de la desaparición de Henry James (28.2.) y de un nicaragüense de estatura inconmensurable, Félix Rubén García Sarmiento, más conocido como Rubén Darío (6.2.). Así como los tres siglos de la muerte de un sabio enciclopédico y singular, Leibnitz (14.11.).
Capítulo aparte es el deporte, cuando los fans de un equipo de uniforme blanco y que tiene su sede en la capital del Reyno Desunido de la Ex Gran España (creo que se llama Real Madrid) festejen el 13 de junio el 60º aniversario del primer campeonato de Europa de los diez que lleva ganados su once favorito… el cual no es el mío, ya se habrán dado cuenta por la formulación del párrafo. Aun cuando el fair play me obligue a no dejar de lado esa efeméride. Y puesto que estamos en España, añadamos que el 18 de julio serán 80 años del comienzo de la guerra civil y de cuatro décadas de franquismo, la dictadura de un general inferiocre e infame.
Otro capítulo aparte es el mundo de la edición, para celebrar el 30 de junio el día en que hace 80 años se puso a la venta una novela de cientos de páginas titulada en castellano Lo que el viento se llevó. Apuesto mi única corbata de Armani a que los espectadores de la peli superan en varios millones a los lectores del mamotreto.
En el capítulo amable, el de los natalicios, hay que consignar en la agenda los 80 años de Vargas Llosa (28.3.), los 90 del dramaturgo español Alfonso Sastre (20.2.) y los cien, que no cumplirán en vida ni Gregory Peck (5.4.) ni don Dámaso Pérez Prado (11.12.). Mucho menos cumplirán los 150 el premio nobel de Literatura Romain Rolland (29.1.), a quien hoy no lo lee ni Dios –lo que ya es decir–, ni los 200 Charlote Brontë, a quien se seguirá leyendo por los siglos de los siglos.
Con todo, estoy seguro de que ninguna de las efemérides que acabo de reseñarles podrá igualar en esplendor a las del 23 de abril y el 3 de mayo, cuando recordemos, echando la casa por la ventana, los cuatro siglos de las respectivas muertes de Cervantes y Shakespeare. De ellos suele decirse que ambos murieron el mismo día, un 23 de abril, y es cierto: pero se olvida consignar que murieron en un 23 de abril de dos calendarios distintos.
Y es que esto de los calendarios es una caja de sorpresas. Lo más curioso que encontré, en la pesquisa de los datos precedentes, es un artículo de Héctor Santos titulado “El día en que no nació ningún filipino”. En él su autor explica que Filipinas, en pleno Pacífico, miles de millas al este de España, tenía un calendario español y que semejante desbarajuste lo arregló el arzobispo de Manila decretando que el año 1844 terminase el lunes 30 de diciembre, y que 1845 empezara el miércoles 1.º de enero. Si ese no es el primer precedente del realismo mágico, me pregunto qué otra cosa podría serlo.
Aunque ya nos encontramos en el 2016, cuarto bisiesto del milenio, seguimos estando en la 52ª semana del 2015, y ello por la sencilla razón de que la norma # 8601 de la ISO (siglas inglesas de la Organización Internacional de Normalización), de aplicación universal, establece que la primera semana de un año es aquella donde se ubique el primer día jueves del mismo, que en este caso será el 7 del presente mes de enero. Un día después, el viernes 8, se cumplirán 75 años de la muerte de Baden Powell, benemérito creador del movimiento de los boy scouts. Murió justo un día antes de que naciera Joan Baez, quien el sábado 9 deberá lidiar con una tarta de cumpleaños de 75 velas, pero tiene los pulmones necesarios para apagarlas de un soplo. Tanto de lo mismo podemos decir de Plácido Domingo, que también cumple 75 el 21 de este mismo mes.
Un año singular es este donde el repaso de las efemérides más memorables incluye muchas más fechas fúnebres que jubilosas. Se cumplirán en él 25 años de la muerte de Graham Greene (3.4.), Max Frisch (al día siguiente), Miles Davis (28.9.) e Yves Montand (9.11.). Se cumplirán 30 desde el aún no aclarado asesinato de Olof Palme, baleado el 28.2.1986 cuando iba caminando por una calle de Estocolmo, con su esposa, sin escoltas, después de salir de un cine (recién esta semana ha llegado a manos de la policía, de manera anónima, el arma homicida). Y serán 40 años desde que el 9.5.1976 apareció ahorcada en su celda Ulrike Meinhof, la segunda cabeza del águila bicéfala del terrorismo urbano alemán, la banda Baader-Meinhof.
Medio siglo se conmemorará de las muertes del inolvidable e inimitable Buster Keaton (1.2.), del asimismo inolvidable tenor Fritz Wunderlich (17.9.) y de un creador cuya fama es inmortal: Walt Disney (15.12.). Serán 75 años desde la muerte de James Joyce (13.1.), Sherwood Anderson (8.3.) y Virginia Woolf (28.3.), y 80 desde la de don Miguel de Unamuno (31.12.).
Y celebraremos, respetuosamente, un siglo de la desaparición de Henry James (28.2.) y de un nicaragüense de estatura inconmensurable, Félix Rubén García Sarmiento, más conocido como Rubén Darío (6.2.). Así como los tres siglos de la muerte de un sabio enciclopédico y singular, Leibnitz (14.11.).
Capítulo aparte es el deporte, cuando los fans de un equipo de uniforme blanco y que tiene su sede en la capital del Reyno Desunido de la Ex Gran España (creo que se llama Real Madrid) festejen el 13 de junio el 60º aniversario del primer campeonato de Europa de los diez que lleva ganados su once favorito… el cual no es el mío, ya se habrán dado cuenta por la formulación del párrafo. Aun cuando el fair play me obligue a no dejar de lado esa efeméride. Y puesto que estamos en España, añadamos que el 18 de julio serán 80 años del comienzo de la guerra civil y de cuatro décadas de franquismo, la dictadura de un general inferiocre e infame.
Otro capítulo aparte es el mundo de la edición, para celebrar el 30 de junio el día en que hace 80 años se puso a la venta una novela de cientos de páginas titulada en castellano Lo que el viento se llevó. Apuesto mi única corbata de Armani a que los espectadores de la peli superan en varios millones a los lectores del mamotreto.
En el capítulo amable, el de los natalicios, hay que consignar en la agenda los 80 años de Vargas Llosa (28.3.), los 90 del dramaturgo español Alfonso Sastre (20.2.) y los cien, que no cumplirán en vida ni Gregory Peck (5.4.) ni don Dámaso Pérez Prado (11.12.). Mucho menos cumplirán los 150 el premio nobel de Literatura Romain Rolland (29.1.), a quien hoy no lo lee ni Dios –lo que ya es decir–, ni los 200 Charlote Brontë, a quien se seguirá leyendo por los siglos de los siglos.
Con todo, estoy seguro de que ninguna de las efemérides que acabo de reseñarles podrá igualar en esplendor a las del 23 de abril y el 3 de mayo, cuando recordemos, echando la casa por la ventana, los cuatro siglos de las respectivas muertes de Cervantes y Shakespeare. De ellos suele decirse que ambos murieron el mismo día, un 23 de abril, y es cierto: pero se olvida consignar que murieron en un 23 de abril de dos calendarios distintos.
Y es que esto de los calendarios es una caja de sorpresas. Lo más curioso que encontré, en la pesquisa de los datos precedentes, es un artículo de Héctor Santos titulado “El día en que no nació ningún filipino”. En él su autor explica que Filipinas, en pleno Pacífico, miles de millas al este de España, tenía un calendario español y que semejante desbarajuste lo arregló el arzobispo de Manila decretando que el año 1844 terminase el lunes 30 de diciembre, y que 1845 empezara el miércoles 1.º de enero. Si ese no es el primer precedente del realismo mágico, me pregunto qué otra cosa podría serlo.