Abdías Vargas y su "Carreta biblioteca"
Este boyacense recorre su departamento para llevar la palabra y la memoria a las escuelas en las que los estudiantes no tienen acceso a los libros.
El Espectador
¿Por qué decidió ayudar a la gente con la lectura?
Desde que trabajaba en Bogotá, en mi oficio de docente, me percaté de que los niños de las escuelas públicas no tenían oportunidad de acercarse a los libros de literatura. Con mis estudiantes pensamos en una solución y empezamos a escribir y construir nuestro propio libro, el cual se llamó La carreta de los cuentos.
¿Cómo fueron sus primeros años en su casa con el mundo de los libros?
Desde siempre escuché leer a mi papá en voz alta los periódicos y con mis hermanos leíamos el suplemento literario y las tiras cómicas que coleccionaba amarraditas con una cabuya.
¿Y aparte de los libros?
Más que con el mundo de los libros, era con el mundo de la carranga; me encantaba ponerles cuidado a las letras de las canciones que narraban los amores y desamores de una manera bonita. Me identificaba con muchas de sus letras.
¿Sus padres lo sumergieron en este fascinante mundo de la creación literaria y la historia?
De mis padres aprendí historias por tradición oral, en especial de mi madre, quien nos contaba su infancia, además de las historias que cantaba mucho cuando remendaba.
¿Qué actividades culturales ha desarrollado en su barrio?
Son actividades que siempre van encaminadas a los niños. En las escuelas donde he trabajado hemos hecho murales, juegos de madera, montones de casitas para pesebre y últimamente el proyecto más ambicioso: la “Carreta biblioteca”.
¿Cómo fue el proceso de construcción de la carreta?
La diseñamos y construimos aquí en el taller con los hijos y varios amigos entusiastas con la idea.
¿Cómo surgió la idea de una carreta llena de libros?
En una conversación de cumpleaños con mi hijo Julián me manifestó que deseaba recolectar libros entre sus amigos para llevarlos a Ramiriquí, para una biblioteca, y me acordé de La carreta de los cuentos. Empezamos a soñar con una llena de libros que fuera a buscar a los niños en los parques, escuelas y veredas.
¿Cuál es el objetivo?
Acercar los libros, la palabra y la memoria a los primeros lectores y a toda la familia, para generar pensamiento colectivo y solidario de igualdad. Buscamos identidad e independencia, autonomía y calidad de vida.
¿Cómo “alimenta” la carreta?
El alimento anímico lo damos nosotros con nuestros paisanos, viendo cada vez más cercano nuestro objetivo. El alimento económico y físico es difícil, pero hay amigos que ayudan con lo que pueden, porque la necesidad es grande. Eso sí, los que más han ayudado para que este proyecto crezca y se mantenga son los niños, con sus carcajadas de alegría.
¿Quién suministra los libros? ¿Tienen apoyo estatal?
Muchos llegaron de amigos, de canjes con la Biblioteca Luis Ángel Arango, la Biblioteca Virgilio Barco y con “Libro al Viento”. Para el Estado y la Gobernación no somos prioridad o seguramente no sabemos pedir.
¿Qué planes tienen a largo plazo con la “Carreta biblioteca”?
Pretendemos que nazcan muchas carretas más. Tenemos en el tintero varias propuestas, que nacen de las ideas de quienes se van sumando a este proyecto y de las coplas carrangueras, pues como dice Jorge Velosa: “Somos familia mensajera por varios costados”.
¿Cuál ha sido la mayor dificultad para poder llevar su carreta a sitios apartados?
Lo más difícil es el transporte, por el peso de la carreta y por los gastos extras. A veces las carreteras no ayudan y el auxilio económico que en ocasiones debemos dar a las personas que desarrollan los talleres nos genera dificultades.
¿Por qué decidió ayudar a la gente con la lectura?
Desde que trabajaba en Bogotá, en mi oficio de docente, me percaté de que los niños de las escuelas públicas no tenían oportunidad de acercarse a los libros de literatura. Con mis estudiantes pensamos en una solución y empezamos a escribir y construir nuestro propio libro, el cual se llamó La carreta de los cuentos.
¿Cómo fueron sus primeros años en su casa con el mundo de los libros?
Desde siempre escuché leer a mi papá en voz alta los periódicos y con mis hermanos leíamos el suplemento literario y las tiras cómicas que coleccionaba amarraditas con una cabuya.
¿Y aparte de los libros?
Más que con el mundo de los libros, era con el mundo de la carranga; me encantaba ponerles cuidado a las letras de las canciones que narraban los amores y desamores de una manera bonita. Me identificaba con muchas de sus letras.
¿Sus padres lo sumergieron en este fascinante mundo de la creación literaria y la historia?
De mis padres aprendí historias por tradición oral, en especial de mi madre, quien nos contaba su infancia, además de las historias que cantaba mucho cuando remendaba.
¿Qué actividades culturales ha desarrollado en su barrio?
Son actividades que siempre van encaminadas a los niños. En las escuelas donde he trabajado hemos hecho murales, juegos de madera, montones de casitas para pesebre y últimamente el proyecto más ambicioso: la “Carreta biblioteca”.
¿Cómo fue el proceso de construcción de la carreta?
La diseñamos y construimos aquí en el taller con los hijos y varios amigos entusiastas con la idea.
¿Cómo surgió la idea de una carreta llena de libros?
En una conversación de cumpleaños con mi hijo Julián me manifestó que deseaba recolectar libros entre sus amigos para llevarlos a Ramiriquí, para una biblioteca, y me acordé de La carreta de los cuentos. Empezamos a soñar con una llena de libros que fuera a buscar a los niños en los parques, escuelas y veredas.
¿Cuál es el objetivo?
Acercar los libros, la palabra y la memoria a los primeros lectores y a toda la familia, para generar pensamiento colectivo y solidario de igualdad. Buscamos identidad e independencia, autonomía y calidad de vida.
¿Cómo “alimenta” la carreta?
El alimento anímico lo damos nosotros con nuestros paisanos, viendo cada vez más cercano nuestro objetivo. El alimento económico y físico es difícil, pero hay amigos que ayudan con lo que pueden, porque la necesidad es grande. Eso sí, los que más han ayudado para que este proyecto crezca y se mantenga son los niños, con sus carcajadas de alegría.
¿Quién suministra los libros? ¿Tienen apoyo estatal?
Muchos llegaron de amigos, de canjes con la Biblioteca Luis Ángel Arango, la Biblioteca Virgilio Barco y con “Libro al Viento”. Para el Estado y la Gobernación no somos prioridad o seguramente no sabemos pedir.
¿Qué planes tienen a largo plazo con la “Carreta biblioteca”?
Pretendemos que nazcan muchas carretas más. Tenemos en el tintero varias propuestas, que nacen de las ideas de quienes se van sumando a este proyecto y de las coplas carrangueras, pues como dice Jorge Velosa: “Somos familia mensajera por varios costados”.
¿Cuál ha sido la mayor dificultad para poder llevar su carreta a sitios apartados?
Lo más difícil es el transporte, por el peso de la carreta y por los gastos extras. A veces las carreteras no ayudan y el auxilio económico que en ocasiones debemos dar a las personas que desarrollan los talleres nos genera dificultades.