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Alberto Linero insiste: “Tienen que cambiar el celibato”

El escritor y conferencista es el último invitado del año de Claro Oscuro, el formato de entrevistas en video de la sección de Entretenimiento de El Espectador. En esta charla se refiere a la soledad como una de las razones que lo llevó a retirarse del sacerdocio. Habla, entre otras cosas, de su amor enfermizo por el Unión Magdalena y de su nuevo estilo de vida, esta vez, con esposa y nuevos hábitos alimenticios.

Joseph Casañas Angulo
29 de diciembre de 2024 - 09:46 p. m.
Alberto Linero
Alberto Linero
Foto: Daniela Rojas
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¿Por qué ya no le gusta que le digan “padre”?

Es que yo me llamo Alberto José incluso desde antes de nacer. Mi madrina, Olga Mier Linero, me puso ese nombre cuando todavía me estaban gestando. Y a mí me gusta mi nombre. Me gusta llamarme Alberto José. Me gusta que me digan Albe, me gusta que me digan Beto, me gusta que me digan Albert. Durante muchos años me dijeron padre y yo entiendo cuál es el sentido teológico de ese título, pero hoy me llamo Alberto y preferiría que siempre me llamaran así.

¿Qué significa para usted el Unión Magdalena?

El Unión Magdalena es el espíritu de la ciudad en la que yo nací. Tanto así que cuando el Unión gana, las olas del mar saltan con más fuerza por la alegría y cuando el Unión pierde, la tristeza recorre las esquinas de Santa Marta y en cada una de ellas se detiene para oír llorar a los samarios. Entonces, si el Unión asciende, yo soy feliz, porque yo soy samario, entonces disfruto que el equipo esté allí.

Nació un día que jugó el Unión Magdalena…

Claro. Yo fui gestado en la campaña campeona de la Unión Magdalena en el 68. El Unión Magdalena gana el torneo apertura y en esa época el campeón de la apertura se enfrentaba al campeón del torneo finalización. El campeón de la apertura fue el Unión Magdalena y el campeón de finalización fue el Cali y al final tuvimos ese campeonato el 15 de diciembre de 1968.

Mi papá, que es hincha furibundo del Unión, ya desde el cielo, me enseñó a amar al Unión Magdalena, tanto que dicen que cuando nací, mi papá fue al estadio a ve el partido y cuando yo nací yo ya estaba en casa.

¿Ha sufrido mucho con el Unión Magdalena?

Yo he peleado muchas veces con Dios. Algún día peleé con él porque me hizo hincha del Unión y me dijo que ese un ejercicio de humildad, porque es en lo único que casi siempre pierdo. En lo demás me va muy bien siempre. Yo tengo un postdoctorado en sufrimiento con la Unión Magdalena. Todas las experiencias de dolor que tú quieras de un hincha con su equipo, las he experimentado. Todas. No hay una que no.

El Unión le va ganando 4 a 1, eso fue en mayo del 98. El Unión le va ganando 4 a 1 al rival de patio, al Junior de Barranquilla, 4 a 1. Imagínate cómo estaba yo en las gradas, al final perdimos 6 a 4.

El Unión necesitaba hacerle un gol a la sub-17 del Tuluá para ascender a la A. El Tuluá se queda a los diez minutos del partido con diez jugadores, le expulsan uno. No se pudo.

El Unión define, en el 2012, dos tandas de tiro penales para enfrentar la final e ir al ascenso. Las dos las perdió. Una con el América y otra con el Autónoma.

¿Qué crees? Todo lo he sufrido con el Unión. Me han dado la vuelta olímpica, me han cantado “van pa la B”. ¿Pero sabes qué? Los amores que pasan por el sufrimiento y se superan son más fuertes. Entonces yo tengo mi corazón cosido con hilos azulgrana al fútbol.

Alberto Linero habla de su relación con el Unión Magdalena

¿El fútbol lo unió con su papá?

Mi papá era un Caribe completo, pero fuimos distantes en temáticas. Lo que nos unía de manera íntima era el fútbol. Yo bromeo diciendo que tengo déficit de abrazos porque mi papá solo me abrazaba cuando el Unión hacía goles y el Unión ha hecho pocos. Yo solo hablaba con él de fútbol, de algunas cosas de la vida, pero siempre a través del fútbol.

Tengo que decir que hoy me hace falta, porque el día como el Unión ascendió, por ejemplo, yo hubiera estado con él en la cancha o lo hubiera llamado apenas hubiera salido del estadio y hubiéramos conversado largo, Él era de pocas palabras, pero hubiéramos conversado largo del Unión. Entonces sí, mi relación con mi papá estuvo siempre mediada por ese balón que rueda en una cancha.

El pasado sábado 14 de diciembre el Unión Magdalena ascendió a la A y usted estaba en la cancha. ¿Cómo le fue?

Estar en la cancha es toda una experiencia. Me pusieron esta manilla, que no me la he quitado y no sé si me la vaya a quitar, para poder estar con los jugadores. Yo respeto mucho el espacio de ellos, pero me invitaron al camerino, que es un espacio sagrado, y eso para mí fue maravilloso. Pude levantar el trofeo y besarlo y eso para mí fue maravilloso. Me pongo a llorar con el solo recuerdo. Me pude tomar la foto con los campeones y esas son vainas maravillosas.

Me impactó mucho también el cariño de la gente de Llaneros. Nos trató muy bien. Que gente tan amable y cariñosa. Todos los jugadores, los directivos, la afición.

Mira que yo estaba con la camiseta del Unión, yo soy caballero en eso del fútbol, entonces llevé la camiseta con la que la Unión ascendió en el 2001 y que está firmada por todos los jugadores y aún así recibí muchas palabras de cariño, de amor, es decir, un ambiente muy chévere. Ojalá el fútbol fuera siempre así.

Hace poco volvió a narrar fútbol y muchos se sorprendieron, pero no es la primera vez que lo hace…

Mi hermano Álvaro Antonio dijo que no le parecía extraño. ‘Yo te oigo narrar desde niños y vivíamos juntos en la casa. Tú narrabas en el hall, yo me acuerdo de eso’, me dijo. Y tiene razón. Eso no es novedoso para mí. Yo bromeo diciendo que yo no canto en el baño canciones, sino los goles de Unión Magdalena.

He tenido la fortuna de narrar partidos tanto en televisión, como en radio. En Telecaribe narré un partido, Unión Magdalena – Tuluá, tal vez, narré para Antena dos, narré para Radio Galeón, pero siempre un momentico. Para el Minuto de Dios hice una transmisión ahí sí más prolongada, donde yo era el narrador, estaba el Mono Correa y Javier Castell, de comentaristas y de Camerino Fabio Poveda y José González. La voz comercial era Jorge J. López.

Lo que pasa es que tenía 10 o 12 años que no lo hacía, O más. Creo que el último partido que narré fue en 2011 o 2012, luego había luego narrado un partidito en el Estadio de Techo, pero no hubo goles, no hubo nada, pero tenía por lo menos diez años que no narraba. Entonces lo volví a hacer y fui feliz.

¿Seguirá narrando?

No. Yo no soy narrador. Narrador Jorge Eliécer Torres. Narrador Emir Ochoa. Narrador César Augusto Corbacho. Narrador Pepe Garzón. Narrador Carlos Morales. Esos son narradores. Yo soy un aficionado que de vez en cuando tiene rapidez verbal, tiene rapidez mental, tiene emoción porque a las palabras mías les caen gotas de emoción siempre y cuando toque la oportunidad lo hago con cariño, pero no es esa mi vida. Mi vida es otra cosa.

Alberto Linero habla de su vida en pareja

¿Por qué dice que el fútbol le cambió la vida cuando hizo el seminario?

Es que cuando yo llegué el seminario fue muy extraño para mí. En un principio el seminario regional, que luego amé profundamente, en un principio fue terrible. No era lo que yo esperaba.

Una vez tuve discusión con un amigo, con Alfonso Olano. Fue una discusión tan fuerte que decidí irme del seminario. Nunca he tenido miedo a tomar decisiones, así se me caiga el mundo.

Y cuando me bajé del comedor, venía Julio Estand, que después fue presbítero de la Iglesia Católica y se retiró también, cantando Aesina, de Bonny Cepeda Y me dijo: ‘Ey pelao, ¿tú juegas fútbol?’. Yo le dije, claro, yo juego fútbol. Claro que sí. ‘Cámbiate y vamos, que arriba hay un partido’.

Y yo fui, me cambié y jugué el partido. Y el fútbol me salvó porque me dejó otra vez en el seminario y me hizo aprender muchas cosas del seminario. El fútbol ha estado siempre conmigo. No lo voy a dejar.

¿Cuál es la importancia Cleotilde, su abuela, en su vida?

Clotilde es mi abuela materna. Era un ser especial. Era una filósofa que no sabía leer ni escribir. Cleotilde era una lectora de la vida, era una mujer que escuchaba la radio y que sabía hablar muy bien. Tenía una fe especial. Mi relación con ella me marca. Las cosas que me definen a mí, las aprendí de ella. A mí me define la capacidad de narrar, de relatar, de contar, de hablar. Eso me lo enseñó Clotilde, quien se la pasaba escuchando radio. Yo soy un tipo de medios, por la influencia de ella.

Y Clotilde tenía una fe especial, una fe muy Caribe, una fe muy llena del salitre de nuestra región. Y esa es mi fe también.

Cleotilde me enseñó que la vida hay que vivirla en felicidad. A pesar de que Clotilde no tenía nada, era una mujer pobre, a pesar de que Clotilde era sufrida, había tenido experiencias duras en la vida, a pesar de que Clotilde a veces no tenía muchas posibilidades, me enseñó que la vida hay que vivirla en felicidad. Y eso yo lo aprendí bien. Porque la felicidad no depende de lo que está afuera. La felicidad depende de la armonía que uno tiene dentro.

¿Qué chismes le han inventado?

Lo que pasa es que yo en eso soy un tipo que escucha poco lo que lo que no le ayuda a crecer. Yo recuerdo que bailé con la esposa de uno de mis grandes amigos y bailé como bailamos en la costa. Alguien malintencionado grabó un video. Yo me imagino que alguien que estaba en esa fiesta, eran los 50 años de matrimonio de mis papás. En la costa bailamos juntos. No bailamos dando vueltas de lejos. No. Ese video lo publicaron. Y eso fue un chisme barro, porque no solo dañaron mi nombre, en ese momento todavía ejercía, sino el nombre de ella. Y eso no tiene sentido porque es una persona a la que aprecio y quiero mucho. Ese chisme me jodió la vida.

Chismes políticos me han molestado mucho. Yo nunca me he referido a un político de manera descalificante, nunca he descalificado a un político y a algún hijo o hija de su madre se le ocurrió escribir una diatriba contra el presidente Petro y ponerme a firmarme a mí, además, muy mal escrita.

Yo no escribo tan mal. Puta vida. Yo no escribo mal. Escribieron con odio. Yo no escribo así. Y claro, la pusieron a rotar por WhatsApp. Y como en este país a las redes le creen todo. Eso me pareció un chisme barro que me hizo daño.

Podría mencionar esas dos, aunque me han inventado de todo. Aunque la mayoría de cosas que dicen de mí son verdad. Cuando dicen que soy un vulgar, es verdad, cuando dicen que doy la piedra, es verdad, cuando dicen que no soy fácil en algunas cosas, es verdad.

¿Cómo se empezó a aparecer la idea de retirarse del sacerdocio?

Yo he sido un tipo de buena salud, o sea, yo soy un tipo sano. Yo tengo pocas enfermedades. Tengo una tendencia a la diabetes. En mi familia todos tienen diabetes. Marica, no le dejaron plata uno, sino la puta enfermedad esta. Y mi papi murió de diabetes. Pues tú sabes que la diabetes no mata ella, sino que daña todo y lo jode a uno.

En el 2017 yo pesaba 120 kilos. Era un gordo feliz, porque además me gusta comer bastante. Además, porque tengo ADN de gordo y además no me he cuidado, nunca me he cuidado, de vaina me baño porque los vikingos apenas nos bañamos, Yo he sido así.

En esa época me puse a escribir un libro, “Mi venganza es perdonarte” y cuando yo me encierro a escribir, en esa época, ya ahora no, porque toca hacer otras cosas, yo me metía con cosas que me ayudaran a manejar mi ansiedad mientras escribía. Entonces me dieron un saco de masmelos y un saco de gomitas de esas triangulares, de esas que son de muchos colores. Y unos cuantos litros de gaseosa.

En dos meses se me subió el azúcar Comencé a orinar mucho, fui al médico y el médico me ordenó unos exámenes. Yo me sentía muy bien, pero el coma diabético venía caminando y me tuvieron que meter a cuidados intermedios. En esa hospitalización experimenté lo que es estar solo.

La mejor definición de soledad es tener la conciencia de que uno no le interesa a nadie. Soledad no es solitariedad. Yo soy un ser solitario. Me gusta estar solo, en solitario, no estar lleno de gente. A mí me gusta apartarme de los otros, pero yo siempre tengo conexiones con los demás. La soledad es cuando tú experimentas que no le interesas a nadie.

Y yo en esa cama de la clínica Santa Fe tuve la certeza de que no le interesaba a nadie. Tenía 4 millones de seguidores en Twitter y nadie le importaba. Acababa de venir de estar en el Atanasio Girardot predicando un pentecostés para 45.000 personas y a nadie me interesaba, había estado en Brasil predicando para 60.000 mil personas y en ese momento no le interesé a nadie. Tanto que no había nadie que me cuidara.

¿Tú entiendes eso? Es que los curas son solos, por eso es que tienen que cambiar el celibato, así le dé un ataque a la gente y me digan de todo y me mientan la madre, cosa que no me importa, porque mi madre no es puta, entonces no hay problema que me lo digan. Y si fuera yo, viviría orgulloso de ella. Si mi madre me hubiera hecho crecer a mí, a punta de putería, pues bendito Dios, debería ser la mejor puta de todas. Entonces yo no tengo miedo de que me digan eso.

Tuve que llamar a mi mamá para que me cuidara. Un huevón de casi 50 años, tener que llamar a la mamá para que me cuidara, eso no… Eso fue una crisis. Y ahí comenzó la crisis que terminó con el año sabático y que terminó con la decisión de no ejercer más.

¿Los curas para qué sirven en la sociedad?

¡Juepucha! Una pregunta muy difícil. Yo creo en el presbiterado, yo creo en el liderazgo espiritual. Yo conozco presbíteros santos, yo conozco hombres y mujeres capaces, desde su espiritualidad, de liderar la comunidad.

Yo creo que un buen presbítero es alguien que lidera la comunidad desde la experiencia espiritual. Sirve para eso, sirve para ofrecer sentido, ofrecer significado desde la espiritualidad. Eso se concreta en unos ritos, eso se concreta en unos códigos morales. Eso se concreta en las estructuras religiosas, pero fundamentalmente, un líder presbítero, es un líder espiritual que guía a las comunidades.

¿Dios lo ha abandonado?

La respuesta es no. Lo que pasa es que una cosa es la realidad y otra cosa es lo que uno experimenta. Jesús de Nazaret en Marcos se siente abandonado por el Señor. ¿Padre, por qué me has abandonado?, pregunta. Él está diciendo que siente abandonado. Yo sospecho que él tenía la esperanza que no terminara en la cruza sí como terminó, pero eso es una sospecha mía.

El Padre después le demostró que no lo abandonó nunca, pero él se experimentó así. Entonces yo puedo decir lo mismo, guardando proporciones. Él nunca me ha abandonado. He tenido esa constancia después, pero en algunos momentos me he sentido así, me he sentido abandonado y bueno, afortunadamente tengo una buena relación con él y terminamos diciéndonos cosas y apoyándonos. Y él demuestra que sí ha estado.

¿Hay algo que usted no pudo o no alcanzó a decirle a su papá, don Carlos Alfonso?

No. Yo a mi papá le dije todo. Yo a mi papá le di todo. Yo fui un buen hijo, ¿sabes? Lo que mi papi quiso, que yo podía, se lo di y lo que no podía también. Yo ejercí el presibetriado por última vez en su lecho de muerto. Ya me había retirado. Ya tenía dos años de haberme retirado, pero la carta que le envían a uno de Roma le exige que en los momentos en los que se requiere un presbítero, un momento de muerte en el que se requiere un presbítero, uno tiene que volver a ejercer.

Y mi papi estaba ahí, en lecho de muerte y no había presbítero. Estamos en pandemia, no había presbítero. Y yo me acordé de que yo era presbítero y quepodía ejercer. Y yo le dije ahí en el lecho de muerte creo que las cosas que más le preocupaban. Le dije que se fuera en paz, que él había sido un buen tipo, que yo cuidaba a mi mamá, que él la adoraba y que le daba gracias por todo lo que me dio y lo bendije. Y se murió.

¿El periodismo diario lo abruma?

El periodismo me lo imagino para toda mi vida. Yo voy a hacer reportería, voy a hacer crónicas y voy a escribir como lo he hecho desde los 14 años. Yo estoy feliz en Mañanas Blu. A mí me gusta el formato de Mañanas Blu. A mí me gusta el trabajo que hace Néstor Morales, puede no le gustarle a otros, pero a mí particularmente me parece un tipo inteligente. Me parece un tipo que sabe de radio, que sabe de periodismo. Me encanta las voces que están allí.

No me abruma el periodismo, me abruma la realidad colombiana. Cómo es que somos capaces siempre de lograr lo imaginable. En Colombia la realidad supera la ficción. Hay gente, y no voy a decir quién, que siempre se supera. Hay unos líderes políticos que siempre te decepciona. No voy a decir los políticos, no voy a decir eso, porque yo no soy capaz de decir esas cosas.

Me fastidia el simplismo con el que estamos viviendo. Eso me abruma. Juepucha, yo entiendo que para poder usar el paradigma de la explicación hay que simplificar lo complejo. Yo solo lo entendí en epistemología, pero juepucha, no podemos olvidar que la realidad es compleja.

Marica, todo terminó en blanco y negro. O eres de izquierda o de derecha. A mí me fastidia. Yo me emociono cuando me putean los de izquierda y que al día siguiente me putean los de derecha. Bendito sea mi Dios, no quepo en ninguno de esos extremos. Eso sí me aburre, eso me abruma, eso me tiene hasta aquí. La mezquindad con la que se está haciendo política. La corrupción en todos los niveles. Y

Eso me abruma y tal vez, eso sí me puede hacer alejar de esto. Tal vez, eso sí me pueda hacer irme por Santa Marta a mirar el mar. Tengo que estar pensionado y tengo que estar ganando alguna vaina para poderlo hacer, pero tal vez sí irme a Santa Marta a mirar la sierra sin ver.

Joseph Casañas Angulo

Por Joseph Casañas Angulo

Comunicador social y periodista egresado de la Universidad Los Libertadores con diez años de experiencia en medios de comunicación.@joseph_casanasjcasanas@elespectador.com

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