Alejandro Casallas, el hombre detrás del Jamming Fest
El 16 de febrero se llevará a cabo la octava edición de este festival. Su creador habla de los retos que tiene en 2019 y de cómo pasó de 6.000 a 20.000 asistentes.
El Espectador
¿Quién es Alejandro Casallas?
Soy un empresario de eventos. Empecé en la música hace 22 años, cuando hacía mi carrera de odontología. Uno de mi hobbies era ser DJ, así que me especialicé en ello. Tocaba en bares muy famosos en Bogotá y ponía todos estos ritmos afrocaribeños. También me apasioné por los ritmos alternativos, escuchaba mucho Mano Negra, Los Fabulosos Cadillacs, y esa era la música que yo plasmaba en los bares. Después inauguré mi propio bar, Casa Babylon. Así me inicié en esta onda de ser empresario de eventos. Realizaba conciertos tanto en el bar como en teatros y después de los años nació el Jamming Festival.
¿Cómo un odontólogo terminó en el mundo de la música?
Ejercí mi carrera por siete años, estaba en el Cauca. Fui criado en un ambiente con mucho énfasis en la solidaridad y la ayuda a los demás. Mi padre era un líder social muy importante en esa zona de Colombia. Más que un odontólogo, era un líder en el municipio de Cajibío. Trabajaba en el hospital y también compartía con la comunidad en las actividades de integración. Pero como llevaba la música en mis venas decidí viajar a Bogotá, en donde trabajé un par de años como odontólogo. Luego la música me fue absorbiendo y dejé mi profesión. Me dediqué 100 % al mundo de los eventos, los conciertos, de la cultura y el entretenimiento para la gente.
¿Qué hay que tener en cuenta a la hora de realizar un evento como el Jamming?
En estos diez festivales realizados, ocho del Jamming y dos del Summer, puedo asegurar que organizar un festival tiene muchos altibajos, demanda mucho tiempo. Lo que hacemos es que termina un festival y básicamente ya estamos trabajando en la producción del otro. Debemos pensar desde tener un espacio al aire libre hasta generar una experiencia en el asistente, porque finalmente eso es lo que busca un empresario: generar una experiencia para que la gente tenga en su mente que vino a un evento bien parchado, bacano, chévere.
¿Cual de los artistas que se han presentado en este festival ha tenido más impacto?
El festival siempre ha contado con artistas muy de la casa y ha sido así porque la gente los quiere mucho, más por el hecho de que cantan en español. Un ejemplo de ello es Cultura Profética, Morodo, que han estado en tres ocasiones, y Los Cafres, que son agrupaciones que hacen parte de esos infaltables, los que la gente siempre recuerda, y más porque son bandas que todo el tiempo están sacando discos y haciendo giras por Latinoamérica.
¿Cómo ha sido la experiencia de realizar el Jamming fuera de Bogotá?
Desde que concebí la idea de hacer el festival siempre me lo imaginé en un clima cálido, porque estos ritmos afrocaribeños lo transportan a uno a esos espacios. En 2017 decidimos hacer un piloto en Girardot, con el Summer, con el fin de romper con la monotonía, el frío de la Sabana, y no nos fue nada mal, nos llevamos una sorpresa al convocar 10.000 personas.
¿Cuál ha sido el artista que siempre ha querido traer y no ha sido posible?
Siempre he querido traer a Manu Chao a un festival; la gente también lo pide todo el tiempo. Creo que es un artista que merece un Jamming, sería su mejor tarima. Pero en general, creo que ya han pasado bastantes artistas que soñé tener en el escenario, como Los Fabulosos Cadillacs y Damian Marley, que son agrupaciones con las que muchos crecimos.
¿Cuántos asistentes tuvo en 2018?
La demanda del público es cada vez más grande, el aforo del festival ha pasado de 6.000 en las primeras ediciones hasta los 20.000 que asistieron en 2018. Frente a esto hay mayores retos.
¿Qué encontrarán los asistentes del Jamming 2019?
No es nada fácil, pero siento que cada año hay un toque mágico. Por ejemplo, el cartel del Jamming 2019 tiene una mezcla de todo. Hay artistas para los amantes del hip hop, como Cypress Hill y Method Man & Redman; para los reggae lovers, con agrupaciones como Alborosie y Protoje; para los rockeros, están Café Tacvba y Molotov, y para los amantes del ska, The Skatalites y Panteón Rococó.
¿Quién es Alejandro Casallas?
Soy un empresario de eventos. Empecé en la música hace 22 años, cuando hacía mi carrera de odontología. Uno de mi hobbies era ser DJ, así que me especialicé en ello. Tocaba en bares muy famosos en Bogotá y ponía todos estos ritmos afrocaribeños. También me apasioné por los ritmos alternativos, escuchaba mucho Mano Negra, Los Fabulosos Cadillacs, y esa era la música que yo plasmaba en los bares. Después inauguré mi propio bar, Casa Babylon. Así me inicié en esta onda de ser empresario de eventos. Realizaba conciertos tanto en el bar como en teatros y después de los años nació el Jamming Festival.
¿Cómo un odontólogo terminó en el mundo de la música?
Ejercí mi carrera por siete años, estaba en el Cauca. Fui criado en un ambiente con mucho énfasis en la solidaridad y la ayuda a los demás. Mi padre era un líder social muy importante en esa zona de Colombia. Más que un odontólogo, era un líder en el municipio de Cajibío. Trabajaba en el hospital y también compartía con la comunidad en las actividades de integración. Pero como llevaba la música en mis venas decidí viajar a Bogotá, en donde trabajé un par de años como odontólogo. Luego la música me fue absorbiendo y dejé mi profesión. Me dediqué 100 % al mundo de los eventos, los conciertos, de la cultura y el entretenimiento para la gente.
¿Qué hay que tener en cuenta a la hora de realizar un evento como el Jamming?
En estos diez festivales realizados, ocho del Jamming y dos del Summer, puedo asegurar que organizar un festival tiene muchos altibajos, demanda mucho tiempo. Lo que hacemos es que termina un festival y básicamente ya estamos trabajando en la producción del otro. Debemos pensar desde tener un espacio al aire libre hasta generar una experiencia en el asistente, porque finalmente eso es lo que busca un empresario: generar una experiencia para que la gente tenga en su mente que vino a un evento bien parchado, bacano, chévere.
¿Cual de los artistas que se han presentado en este festival ha tenido más impacto?
El festival siempre ha contado con artistas muy de la casa y ha sido así porque la gente los quiere mucho, más por el hecho de que cantan en español. Un ejemplo de ello es Cultura Profética, Morodo, que han estado en tres ocasiones, y Los Cafres, que son agrupaciones que hacen parte de esos infaltables, los que la gente siempre recuerda, y más porque son bandas que todo el tiempo están sacando discos y haciendo giras por Latinoamérica.
¿Cómo ha sido la experiencia de realizar el Jamming fuera de Bogotá?
Desde que concebí la idea de hacer el festival siempre me lo imaginé en un clima cálido, porque estos ritmos afrocaribeños lo transportan a uno a esos espacios. En 2017 decidimos hacer un piloto en Girardot, con el Summer, con el fin de romper con la monotonía, el frío de la Sabana, y no nos fue nada mal, nos llevamos una sorpresa al convocar 10.000 personas.
¿Cuál ha sido el artista que siempre ha querido traer y no ha sido posible?
Siempre he querido traer a Manu Chao a un festival; la gente también lo pide todo el tiempo. Creo que es un artista que merece un Jamming, sería su mejor tarima. Pero en general, creo que ya han pasado bastantes artistas que soñé tener en el escenario, como Los Fabulosos Cadillacs y Damian Marley, que son agrupaciones con las que muchos crecimos.
¿Cuántos asistentes tuvo en 2018?
La demanda del público es cada vez más grande, el aforo del festival ha pasado de 6.000 en las primeras ediciones hasta los 20.000 que asistieron en 2018. Frente a esto hay mayores retos.
¿Qué encontrarán los asistentes del Jamming 2019?
No es nada fácil, pero siento que cada año hay un toque mágico. Por ejemplo, el cartel del Jamming 2019 tiene una mezcla de todo. Hay artistas para los amantes del hip hop, como Cypress Hill y Method Man & Redman; para los reggae lovers, con agrupaciones como Alborosie y Protoje; para los rockeros, están Café Tacvba y Molotov, y para los amantes del ska, The Skatalites y Panteón Rococó.