Alfredo Gutiérrez: el músico espectáculo
El denominado “Rebelde del Acordeón”, que lleva más de seis décadas conquistando tarimas, siempre ha pensado que el vallenato es una dama muy hermosa, a la que le falta un “traje” adecuado para caer bien en la sociedad.
Giancarlo Calderón
“Existen músicos cuyo inquieto temperamento y gran creatividad les impulsan a realizar, durante una ejecución musical, actos completamente ajenos a la música, los cuales, no obstante, le confieren a su presentación una singularidad especial: la de la espectacularidad”. Así comienza Julio Oñate Martínez el capítulo 37 de su libro El abc del vallenato, titulado Músicos espectaculares. Capítulo que, por supuesto, incluye a Alfredo Gutiérrez, de quien dice: “Mención especial merece el tres veces rey vallenato Alfredo Gutiérrez, a quien todos hemos tenido la oportunidad de apreciarle su manera singular de ejecutar el acordeón utilizando el pie derecho donde normalmente va la mano izquierda (…) Alfredo también levanta el acordeón hasta colocarlo sobre la nuca, una posición por demás incómoda, y lo ejecuta de manera impecable; esto sumado a su pintoresca expresión corporal, hacen de cada una de sus presentaciones un verdadero espectáculo”.
Alfredo Gutiérrez, el Rebelde del Acordeón, nació en Los Palmitos, Sucre, el 17 de abril de 1943. Su gusto por la música comenzó a muy temprana edad, especialmente su fascinación por el acordeón. Su padre, Alfredo Gutiérrez Acosta, también músico acordeonero, le regaló su primer instrumento a los cuatro años. Desde entonces, con un precoz aprendizaje que le valdría otro de sus apodos en el ámbito musical de entonces, “el niño prodigio del acordeón”, hasta el sol de hoy, no ha parado de tocar, interpretar y crear melodías, y experimentar sonidos; tampoco ha dejado de aprender, y más tarde de enseñar, con la misma pasión de aquellos primeros días.
Acerca de los inicios de su carrera musical y de sus primeras presentaciones, el músico, en entrevista con El Espectador, dijo: “Las primeras tarimas fueron en Bucaramanga, que fue donde se formalizaron Los Pequeños Vallenatos (primera agrupación a la que perteneció), también en Venezuela y viajando por Ecuador. Ya después, en el año 61, fue la época en la que fundé Los Corraleros de Majagual, con Calixto Ochoa y César Castro. Ahí comencé a componer canciones como Paloma guarumera, y a grabar otras como Festival en Guararé, Un amor viejo y todas esas canciones famosas. Ya en el año 68, comienzo a componer canciones románticas pa’l vallenato. Yo decía: la música vallenata es una dama muy hermosa, pero le hace falta un ‘traje’ adecuado para caer bien en la sociedad. Entonces, comencé componiendo letras de temas como Anhelos, Ojos indios y Tiempos de la cometa”.
Pero no solo famosas, sino también entrañables canciones: algunas para escuchar y apreciar el contenido de sus letras, otras para bailar y gozar con su poderoso ritmo y sabrosura. Justamente, han sido esas canciones y su particular manera de interpretarlas y presentarlas al público lo que han hecho de Alfredo Gutiérrez un músico espectacular, magnífico y, valga decirlo sin temor al elogio desmedido, una leyenda viva de la música tropical, de la música vallenata y del acordeón.
“Tributo al rey”
“Ahora salió Tributo al rey. Estoy que no quepo en este cuerpo viejo”. De esa manera, con un tono desenfadado y gracioso, se refirió al lanzamiento, el pasado 2 de octubre, de una remasterización de un álbum que el músico grabó en el año 2000, en compañía de Jean Carlos Centeno (Festival en Guararé), Juan Piña (La camisa rayá), Álex Manga (Los novios), Israel Romero (Ritmo costeño), y Hebert Vargas (Ojos verdes), entre otros artistas destacados del género vallenato. Así, con particular entusiasmo, comentó sobre ese trabajo discográfico, grabado hace veinte años y que ahora se puede disfrutar, gracias a la tecnología, con un mejor sonido. “Es una alegría inmensa. Todavía lo recuerdo y parece que fuera mentira. A veces, incluso, sueño con esa grabación: ¡Qué cosa tan linda!”.
En ese momento tuvo que entrar al estudio de grabación con figuras de diferentes generaciones y una variedad de estilos musicales, evento que recuerda como algo natural y sin ninguna dificultad. “Fue rápido. Yo tengo una manera de grabar como en la época de Los Corraleros de Majagual: todo (voces e instrumentos) se grababa junto, y por eso la música salía con más sabor; el sancocho salía más sabroso porque el sancocho hecho con leña es más sabroso que el de la estufa. Eso pasó con ese trabajo”.
La dificultad estuvo, más bien, en la escogencia de 16 canciones entre más de ochenta álbumes grabados durante unos sesenta años de actividad musical. “Cuando terminé de escoger, terminé con un dolorcito de cabeza: sacaba una (canción) metía la otra, sacaba una y metía la otra, en fin, un proceso largo, pero, indudablemente, temas como Anhelos o Festival en Guararé siempre fueron indiscutibles en ese trabajo”.
“El vallenato puro se riega como un bostezo”
La frase es de Rafael Escalona, uno de los más respetados y queridos compositores del folclor vallenato. Y la trajo a colación Alfredo Gutiérrez para referirse a lo que él considera una diferencia fundamental entre generaciones: la de él y las actuales, y la transmisión de saberes de la música con acordeón que se da entre ellas. “Todo lo que se toca en acordeón no es vallenato, entre otras cosas el acordeón diatónico no se hizo solamente pa’ tocar vallenato: también se toca porro, cumbia, yo toco hasta rock and roll; el otro día, en tarima, hice la locura de tocar un reguetón… Lo que pasa es que la juventud, los muchachos, hoy, van a la escuela (de música) a aprender a tocar acordeón y nosotros no (hicimos eso), como decía el maestro Escalona: ‘El vallenato puro se riega como un bostezo’; eso fue lo que sucedió con nosotros, que vivíamos en una montaña y teníamos una novia en el pueblo, íbamos los fines de semana a visitarla y resulta que cuando queríamos mandarle una cartica le componíamos era una canción, y se la enseñábamos a otra persona, y así se iba, en burro, pa’l pueblo, y esta persona le cantaba la canción. Era así, y así nació el vallenato, y el que toca el vallenato así como lo tocábamos nosotros, en las venas no lleva sangre, lleva música, lleva el vallenato”, aseguró de manera enfática el músico.
Alfredo, siempre Vital
Alfredo de Jesús Gutiérrez Vital, como reza su nombre completo, es uno de esos artistas que al margen del paso del tiempo mantienen un espíritu joven, casi como el de un niño que se ilusiona y se divierte al encontrar su juguete favorito, que siempre ha sido un acordeón. Con esto, hace perfecto honor a su segundo apellido: Alfredo Gutiérrez Vital es un músico de una vitalidad sorprendente y admirable. Por eso, seguramente, seguiremos escuchando sus notas, bien ejecutadas, y también seguiremos oyendo su inconfundible falsete, que le da una identidad y un rasgo de originalidad interpretativa a muchas de sus canciones, incrustadas ya desde hace tiempo en el corazón del público: “La muerte de Abel Antonio”, “La banda borracha”, “Corazón de acero”, “Ay, Helena” y “Esta noche es mía”, entre muchas otras.
Hace seis décadas, con mucho tesón y respeto por la música vallenata y su esencia narrativa, poética, y también picaresca, Alfredo Gutiérrez, el también llamado Monstruo del Acordeón, comenzó a labrar con sus manos y su ingenio el músico que hoy es leyenda, logrando como pocos el propósito de la juglaría tradicional: de lugar en lugar, tocar y cantar el cuento bien contado.
“Existen músicos cuyo inquieto temperamento y gran creatividad les impulsan a realizar, durante una ejecución musical, actos completamente ajenos a la música, los cuales, no obstante, le confieren a su presentación una singularidad especial: la de la espectacularidad”. Así comienza Julio Oñate Martínez el capítulo 37 de su libro El abc del vallenato, titulado Músicos espectaculares. Capítulo que, por supuesto, incluye a Alfredo Gutiérrez, de quien dice: “Mención especial merece el tres veces rey vallenato Alfredo Gutiérrez, a quien todos hemos tenido la oportunidad de apreciarle su manera singular de ejecutar el acordeón utilizando el pie derecho donde normalmente va la mano izquierda (…) Alfredo también levanta el acordeón hasta colocarlo sobre la nuca, una posición por demás incómoda, y lo ejecuta de manera impecable; esto sumado a su pintoresca expresión corporal, hacen de cada una de sus presentaciones un verdadero espectáculo”.
Alfredo Gutiérrez, el Rebelde del Acordeón, nació en Los Palmitos, Sucre, el 17 de abril de 1943. Su gusto por la música comenzó a muy temprana edad, especialmente su fascinación por el acordeón. Su padre, Alfredo Gutiérrez Acosta, también músico acordeonero, le regaló su primer instrumento a los cuatro años. Desde entonces, con un precoz aprendizaje que le valdría otro de sus apodos en el ámbito musical de entonces, “el niño prodigio del acordeón”, hasta el sol de hoy, no ha parado de tocar, interpretar y crear melodías, y experimentar sonidos; tampoco ha dejado de aprender, y más tarde de enseñar, con la misma pasión de aquellos primeros días.
Acerca de los inicios de su carrera musical y de sus primeras presentaciones, el músico, en entrevista con El Espectador, dijo: “Las primeras tarimas fueron en Bucaramanga, que fue donde se formalizaron Los Pequeños Vallenatos (primera agrupación a la que perteneció), también en Venezuela y viajando por Ecuador. Ya después, en el año 61, fue la época en la que fundé Los Corraleros de Majagual, con Calixto Ochoa y César Castro. Ahí comencé a componer canciones como Paloma guarumera, y a grabar otras como Festival en Guararé, Un amor viejo y todas esas canciones famosas. Ya en el año 68, comienzo a componer canciones románticas pa’l vallenato. Yo decía: la música vallenata es una dama muy hermosa, pero le hace falta un ‘traje’ adecuado para caer bien en la sociedad. Entonces, comencé componiendo letras de temas como Anhelos, Ojos indios y Tiempos de la cometa”.
Pero no solo famosas, sino también entrañables canciones: algunas para escuchar y apreciar el contenido de sus letras, otras para bailar y gozar con su poderoso ritmo y sabrosura. Justamente, han sido esas canciones y su particular manera de interpretarlas y presentarlas al público lo que han hecho de Alfredo Gutiérrez un músico espectacular, magnífico y, valga decirlo sin temor al elogio desmedido, una leyenda viva de la música tropical, de la música vallenata y del acordeón.
“Tributo al rey”
“Ahora salió Tributo al rey. Estoy que no quepo en este cuerpo viejo”. De esa manera, con un tono desenfadado y gracioso, se refirió al lanzamiento, el pasado 2 de octubre, de una remasterización de un álbum que el músico grabó en el año 2000, en compañía de Jean Carlos Centeno (Festival en Guararé), Juan Piña (La camisa rayá), Álex Manga (Los novios), Israel Romero (Ritmo costeño), y Hebert Vargas (Ojos verdes), entre otros artistas destacados del género vallenato. Así, con particular entusiasmo, comentó sobre ese trabajo discográfico, grabado hace veinte años y que ahora se puede disfrutar, gracias a la tecnología, con un mejor sonido. “Es una alegría inmensa. Todavía lo recuerdo y parece que fuera mentira. A veces, incluso, sueño con esa grabación: ¡Qué cosa tan linda!”.
En ese momento tuvo que entrar al estudio de grabación con figuras de diferentes generaciones y una variedad de estilos musicales, evento que recuerda como algo natural y sin ninguna dificultad. “Fue rápido. Yo tengo una manera de grabar como en la época de Los Corraleros de Majagual: todo (voces e instrumentos) se grababa junto, y por eso la música salía con más sabor; el sancocho salía más sabroso porque el sancocho hecho con leña es más sabroso que el de la estufa. Eso pasó con ese trabajo”.
La dificultad estuvo, más bien, en la escogencia de 16 canciones entre más de ochenta álbumes grabados durante unos sesenta años de actividad musical. “Cuando terminé de escoger, terminé con un dolorcito de cabeza: sacaba una (canción) metía la otra, sacaba una y metía la otra, en fin, un proceso largo, pero, indudablemente, temas como Anhelos o Festival en Guararé siempre fueron indiscutibles en ese trabajo”.
“El vallenato puro se riega como un bostezo”
La frase es de Rafael Escalona, uno de los más respetados y queridos compositores del folclor vallenato. Y la trajo a colación Alfredo Gutiérrez para referirse a lo que él considera una diferencia fundamental entre generaciones: la de él y las actuales, y la transmisión de saberes de la música con acordeón que se da entre ellas. “Todo lo que se toca en acordeón no es vallenato, entre otras cosas el acordeón diatónico no se hizo solamente pa’ tocar vallenato: también se toca porro, cumbia, yo toco hasta rock and roll; el otro día, en tarima, hice la locura de tocar un reguetón… Lo que pasa es que la juventud, los muchachos, hoy, van a la escuela (de música) a aprender a tocar acordeón y nosotros no (hicimos eso), como decía el maestro Escalona: ‘El vallenato puro se riega como un bostezo’; eso fue lo que sucedió con nosotros, que vivíamos en una montaña y teníamos una novia en el pueblo, íbamos los fines de semana a visitarla y resulta que cuando queríamos mandarle una cartica le componíamos era una canción, y se la enseñábamos a otra persona, y así se iba, en burro, pa’l pueblo, y esta persona le cantaba la canción. Era así, y así nació el vallenato, y el que toca el vallenato así como lo tocábamos nosotros, en las venas no lleva sangre, lleva música, lleva el vallenato”, aseguró de manera enfática el músico.
Alfredo, siempre Vital
Alfredo de Jesús Gutiérrez Vital, como reza su nombre completo, es uno de esos artistas que al margen del paso del tiempo mantienen un espíritu joven, casi como el de un niño que se ilusiona y se divierte al encontrar su juguete favorito, que siempre ha sido un acordeón. Con esto, hace perfecto honor a su segundo apellido: Alfredo Gutiérrez Vital es un músico de una vitalidad sorprendente y admirable. Por eso, seguramente, seguiremos escuchando sus notas, bien ejecutadas, y también seguiremos oyendo su inconfundible falsete, que le da una identidad y un rasgo de originalidad interpretativa a muchas de sus canciones, incrustadas ya desde hace tiempo en el corazón del público: “La muerte de Abel Antonio”, “La banda borracha”, “Corazón de acero”, “Ay, Helena” y “Esta noche es mía”, entre muchas otras.
Hace seis décadas, con mucho tesón y respeto por la música vallenata y su esencia narrativa, poética, y también picaresca, Alfredo Gutiérrez, el también llamado Monstruo del Acordeón, comenzó a labrar con sus manos y su ingenio el músico que hoy es leyenda, logrando como pocos el propósito de la juglaría tradicional: de lugar en lugar, tocar y cantar el cuento bien contado.