Bob Marley y las estrategias políticas que lo tuvieron al borde de la muerte
El cantante de reggae fue un activista político que promovió la libertad de los pueblos africanos y la paz en su tierra, Jamaica, que fue usada por políticos para sacarle provecho. El pasado jueves se cumplieron 80 años de su natalicio.
Alberto González Martínez
Bob Marley tuvo tanta relevancia en la política de Jamaica que por poco se convierte en mártir. Fue una noche en que se escapó de la muerte. Estaba en su casa con su familia, previo a un concierto en el que participaría para promover la paz. Era un país dividido políticamente, como muchos. Hay gente a la que no le conviene la paz.
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Bob Marley tuvo tanta relevancia en la política de Jamaica que por poco se convierte en mártir. Fue una noche en que se escapó de la muerte. Estaba en su casa con su familia, previo a un concierto en el que participaría para promover la paz. Era un país dividido políticamente, como muchos. Hay gente a la que no le conviene la paz.
Marley creció en los tugurios de Kingston, la capital. En un barrio popular donde el tiempo y la vida es marcado por el compás del sound system, que en Colombia podría ser el equivalente al “picó”. Fue un hombre con conciencia de su color y su clase, que llevó a sus canciones referencias a personajes emblemáticos de la cultura negra de su época.
En sus letras seguía los discursos de Haile Selassie, exemperador de Etiopía, quien decía que la violencia siempre existiría si se habla de raza inferior o superior. Sus versos también fueron marcados por los textos del periodista Marcus Garvey, quien hizo un llamado al panafricanismo, movimeinto que buscaba la unión de los hombres negros.
Desafiando a la muerte
Como cualquier país del llamado “tercer mundo”, en los años 70 Jamaica estaba dividida por la política. El Partido Nacional del Pueblo (PNP) era señalado de socialista por unos y el Partido Laborista de Jamaica (PLJ) era referenciado de fascista por los otros. Marley tenía amigos en ambos partidos, aunque sus luchas fueran más cercanas a los movimientos de izquierda. El entonces primer ministro, Michael Manley, del PNP, lo invitó a hacer un concierto contra la violencia que vivían en Jamaica. Marley dudó, porque podría sentirse usado para la campaña del político, pero, al final, accedió.
El músico lo anunció en una rueda de prensa y, al día siguiente, el primer ministro Manley convocó elecciones para las dos semanas siguientes. Su participación en el concierto, que evidentemente tenía fines electorales, no les gustó a algunas personas y una noche, mientras Marley estaba en su casa con su familia, recibió un balazo que le rozó el pecho y quedó incrustado en el brazo izquierdo. Lo rozó la muerte.
—Alguien me dijo que fue el JPL pensando que usted apoyaba al PNP o que fue el PNP pensado que apoyaba al JPL, ¿qué tiene para decir al respecto? —preguntó un periodista al músico en una entrevista incluida el documental Marley (2012), dirigido por Kevin Macdonald.
—Yo creo que fue el demonio, pero Dios me protegió —respondió Marley en el audiovisual.
—Pero podrían tratar de matarlo de nuevo —replicó el periodista después de unos segundos.
—Yeah... Lo que deba ser, será —concluyó el músico entre risas y de manera tranquila.
El concierto no se canceló. El hecho hizo que la gente se aglomerara frente a las vallas, que eran custodiadas por policías armados. Era el escenario perfecto para atentar contra la vida del músico sin que esta vez fallara. El público gritaba y chiflaba. Llegó Bob Marley, se desabrochó dos botones de su camisa oscura y señaló las heridas de bala. El público enloquecía.
Desafiando a la guerra civil
Marley viajó con todo su equipo musical a Nasáu, capital de Bahamas. Allí se instaló durante algunos meses y luego se fue vivir a Londres para grabar el álbum Exodus, que fue un éxito en Inglaterra y elevó su carrera al plano internacional. En medio de su estrellato fue buscado por dos políticos de bandos opuestos para que tratara de apagar el incendio que seguía ardiendo en su Jamaica.
En el país aumentaban los asesinatos y enfrentamientos entre pandillas que pertenecían a los grupos políticos y, para tratar de apaciguarlo, anunciaron un concierto por la paz donde esperaban reunir a más de 100.000 personas. La vida de Marley podría estar expuesta de nuevo, pero él decía que su vida “solo es importante si puede ayudar a mucha gente”, como afirmó en una grabación sonora incluida en el documental dirigido por Macdonald.
En el concierto, protagonizado por él, había personas de corrientes políticas opuestas, que esa noche se juntaron. En un momento de lucidez, el cantante invitó a la tarima a Michael Manley y Edward Seaga. Ambos políticos, de vertientes opuestas, subieron, uno por cada lado. Marley abrió sus brazos para recibirlos e hizo que se estrecharan las manos ante la ovación del público. El músico logró esa noche lo que los políticos no había logrado en años: apaciguar la guerra civil que se avecinaba.
Un héroe nacional
Edward Seaga, del partido de derecha, consiguió el cargo de primer ministro de Jamaica años después, cuando Marley había enfermado por un cáncer. Lo condecoró con la Orden del Mérito, semanas antes de que el músico falleciera, catalogándolo de héroe nacional. Un hecho por el que recibió los aplausos de la oposición, aunque no todo era color rosa.
Meses después, cuando Ronald Reagan ganó la presidencia de los Estados Unidos, según el libro Bob Marley: la vida del genial cantante de reggae, el Departamento de Estado de Jamaica recibió un mensaje confidencial de la CIA, por medio de la embajada estadounidense, donde se exponía que esa condecoración había sido una estrategia de Seaga para opacar a Florizel Glasspole, gobernador general del país, que había sido condecorado caballero por la reina Isabel II. Más adelante, el primer ministro Seaga fue señalado de que, con ayuda de la CIA, intentó asesinar a Marley aquella noche en que la muerte lo acarició con una mano.