Buena Vista Social Club: el son de la experiencia

El colectivo cubano, que logró reunir en un mismo concepto a Compay Segundo, Rubén González, Ibrahím Ferrer, Omara Portuondo y Elíades Ochoa, protagoniza el documental “Buena Vista Social Club: el adiós”.

Juan Carlos Piedrahita B.
27 de octubre de 2017 - 02:00 a. m.
Omara Portuondo y Elíades Ochoa son dos de los sobrevivientes más emblemáticos del proyecto Buena Vista Social Club. / AFP
Omara Portuondo y Elíades Ochoa son dos de los sobrevivientes más emblemáticos del proyecto Buena Vista Social Club. / AFP

Elíades Ochoa fue quien lo hizo. Él lo logró. Notas extraviadas en este mar de sonidos cuentan que la idea inicial del Buena Vista Social Club era realizar un registro conjunto entre las figuras más veteranas del sonido campesino de Cuba y un selecto grupo de artistas africanos, también octogenarios.

El medio por el que se debía transportar el talento desde África hasta la mayor de las Antillas jamás llegó y a Wim Wenders, gestor de la idea y terco realizador audiovisual, le tocó recurrir a esa extraña capacidad de arreglárselas con lo que había en ese momento y, para ser sinceros, contó con la mejor de las suertes. En la nómina tenía, por ejemplo, a Compay Segundo, Rubén González, Ibrahím Ferrer, Omara Portuondo y Elíades Ochoa. Muchos de ellos de amplio reconocimiento local, pero el eco de sus interpretaciones todavía no superaba las fronteras.

La sumatoria de edades de estos personajes, todos campesinos, guajiros de estirpe, tan sólo lograba ser superada por su disposición para el folclor y para la elaboración de canciones que exhibían la riqueza y el colorido de las distintas áreas de la isla. Esa amalgama de sonidos y la comunión de sabidurías en su etapa de mayor madurez, únicamente podían representar un producto de alta calidad, y tanto Ry Cooder, en el segmento musical, como Wim Wenders, en la propuesta audiovisual, lo tenían muy claro. Por eso el trabajo desarrollado fue un rotundo éxito comercial en muchos países de Iberoamérica.

La deuda que, según cuentan, adquirió el realizador y productor alemán de ubicar en el mismo estudio a los veteranos de Cuba y de África fue saldada hace un par de años por Elíades Ochoa, un campesino nacido en el sector más rural de Santiago de Cuba, cuya única riqueza era la música tocada al unísono por sus padres. Gracias a esas influencias tempranas, su sombrero se llenaba con facilidad en las esquinas por donde pasaban los turistas en busca de las exuberancias del trópico. Con él y con su guitarra, los extranjeros supieron que la guajira no es un término exclusivo para un lugar geográfico, el bolero es mucho más que el hombre que les brillaba el calzado y la guaracha era ese estilo sonoro imponente pero impronunciable para alguien que no tenga el castellano como lengua materna.

Ochoa hizo lo que Wenders intentó al plantear los cimientos visuales de lo que sería Buena Vista Social Club. Se alió con algunos de los músicos de la dinastía de los Diabaté, fusionó el sonido campesino de su tierra con las múltiples posibilidades rítmicas del denominado makossa, la propuesta artística del saxofonista, cantante, compositor y director de orquesta camerunés Manu Dibango, y demostró que los ancestros comunes son más fuertes que cualquier diferencia conceptual planteada en la era contemporánea. Sin embargo, el guitarrista fue más allá y conquistó territorio holandés al propiciar un encuentro con la banda contemporánea Bløf, y le hizo un guiño al blues de Charlie Musselwhite al mezclar su nostalgia tradicional con la alegría del Caribe.

Elíades Ochoa, uno de los pocos sobrevivientes de esa plantilla de lujo que reunió Wim Wenders hace años, sigue mostrando, casi dos décadas después de la realización del proyecto inicial del Buena Vista Social Club, que lo que había en Cuba era música por explorar y por internacionalizar.

Otra de las figuras vivientes de aquel experimento sabroso es Omara Portuondo, quien escogió como himno la canción Veinte años. No se trató de una selección compleja, ni tardó extensas jornadas analizando su repertorio. Simplemente se dejó llevar por lo que el público le indicaba en cada concierto, y la guía general la condujo a pensar que esa letra resumía buena parte de su historia musical. Cuando era niña escuchaba en la radio a María Teresa Vera, la primera mujer en llevar a tierras foráneas la ideología de la nueva trova cubana, cantando: “Si las cosas que uno quiere / se pudieran alcanzar / tú me quisieras lo mismo / que veinte años atrás. / Con qué tristeza miramos / un amor que se nos va / es un pedazo del alma / que se arranca sin piedad”. Esas estrofas le quedaron sonando y hoy las canta por petición unánime de sus seguidores en cualquier parte del universo.

Algunos de sus fanáticos recuerdan a Omara Portuondo como bailarina del Tropicana, a otros se les apareció mientras figuraba al lado de Aída Diestro, Elena Burke y su hermana Sara en el cuarteto Las D’Aída, y otros menos veteranos la empezaron a ubicar como la dama del Buena Vista Social Club.

Junto a Compay Segundo, Ibrahim Ferrer y Rubén González comenzó a hacerse inmortal para el mundo esta voz potente y llena de matices que se mueve con facilidad de un bolero hasta llegar a un son. Luego, Omara Portuondo regresa a principios del siglo pasado para hacer referencia a la historia de su nación y en el siguiente tema está citando un fragmento de Gracias, uno de sus registros más recientes.

“El proyecto Buena Vista Social Club realmente cambió mucho mi vida, porque ahora tengo muchas solicitudes de trabajo. Después de estar en el cuarteto de Aída fui solista muchos años y participé en un sinnúmero de festivales internacionales, pero fue a partir de ahí que nuestra música cubana pudo propagarse por todo el mundo y el público logró familiarizarse con nuestra identidad”, asegura con nostalgia.

El colectivo cubano que logró reunir en un mismo concepto a Compay Segundo, Rubén González, Ibrahím Ferrer, Omara Portuondo y Elíades Ochoa se despide en los cines colombianos este viernes 27 de octubre, con un documental que incluye testimonios e interpretaciones en vivo recogidos bajo el nombre de Buena Vista Social Club: el adiós.

Viernes 27 de octubre, 8:30 p.m., en los teatros de Cine Colombia de Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga, Cartagena, Manizales, Ibagué, Villavicencio y Pereira. Información y boletería en: www.primerafila.com.co.

Por Juan Carlos Piedrahita B.

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