Carolina Cuervo: transitar la incertidumbre
La artista cree que, más allá de entretener, el arte es una voz densa y trascendente. Con su plataforma Boonet.co propone repensar la industria audiovisual y la identidad del país.
Carolina Cuervo *
Soy artista, emprendedora, creadora y pensadora colombiana. Indagar en estas búsquedas en un país como el nuestro ha constituido para mí un absoluto acto de fe y me ha llevado a la rotunda necesidad de cultivar la paciencia. Llevo años en esa búsqueda. Quizá sea una de las tantas lecciones que vine a aprender en esta vida. Cada cosa a la que me he enfrentado en los últimos años ha estado revestida por la inminencia de profundizar en ella. (Le recomendamos: Llane: Vivo este momento como un empujón a la creatividad).
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Soy artista, emprendedora, creadora y pensadora colombiana. Indagar en estas búsquedas en un país como el nuestro ha constituido para mí un absoluto acto de fe y me ha llevado a la rotunda necesidad de cultivar la paciencia. Llevo años en esa búsqueda. Quizá sea una de las tantas lecciones que vine a aprender en esta vida. Cada cosa a la que me he enfrentado en los últimos años ha estado revestida por la inminencia de profundizar en ella. (Le recomendamos: Llane: Vivo este momento como un empujón a la creatividad).
Pero cada vez que creo que ya he superado lo imposible, que ya he llegado a la dominación, pericia y “sabiduría” de la misma, me sorprende —con una patada en el culo— una prueba más grande. Y la llegada de esta cuarentena a causa del COVID-19, no ha sido la excepción.
No voy a hablar de esa angustia de “no saber de qué voy a vivir” porque eso es historia para mí. Llevo toda una vida en esa inestabilidad característica de mi profesión, tengo maestría y doctorado en temas de “reinvención”; no tengo miedo de la transfiguración, transformación o transmutación.
Para qué les voy a hablar de todos los proyectos que se cayeron —de ese pan que se me quemó en la puerta del horno—, de las cuentas que siguen llegando, de la angustia mesiánica por la caída de un sistema capitalista que nos tiene endeudados hasta el cuello, trabajando como autómatas para seguir debiendo hasta los calzones; para qué hablar de un pobre sistema de salud, de la injusticia social, de la dificultad de los líderes para liderar, de la pobreza y la inequidad; eso se lo dejo a los portales de noticias y a los analistas.
Han sido días raros, difíciles, retadores para todos. Quizá haya muy pocos que puedan decir lo contrario. Me siento agradecida de tener lo que tengo. No me falta nada. He estado bien. Rara, sí. Pero bien. Y eso se agradece. Tal vez por eso prefiero hablarles de las emociones que han atravesado mi corazón, mi mente y mi espíritu. Porque hay que honrar y abrazar toda esa emocionalidad que nos avasalla frente a lo desconocido.
No voy a negar que venía navegando en un estado de bipolaridad, donde a veces me abrazaban la fe y la esperanza y otras, la malparidez y el miedo. También sentí pánico. Lo tuve sembrado en la mitad del corazón por lo que hemos tenido que enfrentar las últimas semanas. Lo sufrí una de estas noches, en la que no pegué el ojo por culpa de uno de esos videos que rondan en las redes sociales: se me secó la boca, me dieron escalofríos y ganas de vomitar; el video me quitó la paz y se llevó mi fe. Y entonces, a la mañana siguiente, supe que tenía que parar: o seguía desbocada en la caída libre de un abismo de angustia, sobreinformación y terror o abría ese paracaídas de lo aprendido en estos años de estudio espiritual para sobrevolar y buscar un aterrizaje controlado —donde quizá tan solo me raspase las rodillas y los codos—. Y opté por lo segundo.
Pero siempre habrá distintas maneras de asumir o enfrentar los cambios. Yo he preferido, por estos días, intentar conectarme con una vibración alta. He decidido atravesar este camino acompañada de la luz, sin desconocer la oscuridad que hay en él. Lo he hecho con las herramientas que he ido adquiriendo en esta búsqueda interior: meditación, oración, rituales, arte, lectura, filosofía y poesía. Mi cuerpo y mi cerebro responden mejor a esos estímulos y prefiero regirme por las destrezas que mi oficio me entrega. Sé que el arte es la respuesta a los desafíos espirituales del hombre y la mejor compañía en tiempos de pandemia.
Me pregunto cuántas veces al día el arte ha tocado nuestra vida en los últimos días. ¿Hemos pensado que hay un artista o un grupo de artistas que han pasado años terminando esa gran idea que hoy nos acompaña en nuestra inmensa soledad?
Yo llevo años —muchos— construyendo una plataforma de contenidos audiovisuales para fortalecer nuestra industria creativa. Se llama Boonet.co y no ha sido fácil sacarla adelante. Contrario a hacer caso, como debemos hacer en estos tiempos, hemos roto las reglas y hemos explorado lo inimaginado.
Cambiar el pensamiento es una empresa casi —digo “casi”— imposible. Demostrar que sin creatividad no hay innovación, no hay vida; sensibilizar a algunos para que, cada vez que el arte toque su día a día, despierten la conciencia de ese mágico momento; esa perplejidad. Y que agradezcan su existencia y le devuelvan ese lugar —o se lo asignen por primera vez— de dignidad que tiene.
Así de grande es mi osadía. Quiero que crezcamos en la búsqueda desaforada del arte que nos salva en momentos como este, porque nos permite explorar las emociones.
Yo me siento orgullosa y agradecida de tener el privilegio de vivir un momento como este y de haber transitado en el camino del emprendimiento. Hoy siento que Boonet.co ha valido la pena porque me ha mostrado una manera más de aprehender la paciencia.
Todo ha valido la pena para que hoy podamos ser compañía en sus hogares y resonemos juntos en la construcción de una industria y una identidad digna de un país que debe reinventarse. Los invito a que traigamos más poesía y más filosofía a nuestras vidas. Hagámonos preguntas difíciles. No tengamos miedo de las respuestas. Permitámonos transitar la incertidumbre.
* Artista, emprendedora, creadora.