Cecilia Orozco habla de“la mayor crisis de credibilidad del periodismo colombiano”
En la ceremonia de los premios Simón Bolívar la directora de Noticias Uno y columnista de El Espectador, que fue reconocida con el premio Vida y Obra, hizo una reflexión del momento actual de los medios, del oficio del periodista y de la crisis que afronta esta industria.
En la edición número 48 de los Premios Simón Bolívar de Periodismo que se entregaron la noche del miércoles 15 de noviembre en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, la directora de Noticias Uno y columnista de El Espectador, Cecilia Orozco Tascón, fue galardonada con el premio a la Vida y Obra.
Según el acta del jurado, a la periodista se le reconoció por ejercer un periodismo fiscalizador que fortalece la democracia; por hacer de la libertad de pensamiento una práctica cotidiana; por luchar para defender la independencia editorial que le permite revelar lo que el poder quiere silenciar; y por su persistencia ejemplar para no callarse ni autocensurarse, siempre desde la intención de un periodismo ético y riguroso.
En el discurso en el que Orozco Tascón agradece el galardón e indica que éste “significa la culminación de mi larga carrera de reportería, de la manera más bonita y satisfactoria”, la periodista hizo una serie de reflexiones sobre los retos y el momento actual de los medios de comunicación y el oficio del periodismo.
“Esta es, a mi juicio, una de las etapas de mayor crisis de credibilidad del periodismo colombiano frente a nuestras audiencias. Una crisis que se ha ido gestando con la presencia de enormes retos que no hemos podido enfrentar en su verdadera dimensión y hondura, tal vez porque no somos, aún, conscientes de la misma”.
Les invitamos a leer: Bielsa y una crítica a los medios: “Dicen cualquier cosa para ganar audiencia”
El primero de los retos, según Orozco, tiene que ver con el que plantea el uso indiscriminado de tecnologías que se usan en los medios no solo para extraer cifras de audiencia. sino también para ejercer el oficio, elegir enfoques e incluso determinar las palabras que se emplean para la descripción de los hechos noticiosos.
“Se nos ha ido colando en las salas de emisión de noticias sin ninguno de los controles humanos que sí se han autoimpuesto los medios internacionales más prestigiosos, es el de la dominación que ejerce la Inteligencia Artificial cuando nos ordena, de acuerdo con algoritmos y otras mediciones de sus supercerebros computarizados, lo que está bien o mal en las formas que usamos al momento de publicar las noticias; cuando nos indica los términos que nunca deberíamos volver a emplear, por ejemplo, en los titulares, porque, si lo hacemos, presuntamente perjudicamos la velocidad de rotación de los informes en redes y plataformas.
Es la Inteligencia Artificial la que –como censora silenciosa y omnipresente– les señala a los sitios web de los medios más potentes, las palabras altisonantes que hay que destacar en el cuerpo de las informaciones, los aspectos para resaltar y los detalles que hay que omitir porque, según certifican las mediciones, ocupan más tiempo y atención del promedio necesario”.
Además: El Espectador ganó cuatro premios Simón Bolívar de Periodismo
Para Tascón, el uso de las tecnologías no solo ha modificado la puesta en escena de los temas. Señala un tema más de fondo. “También viene cambiando los contenidos y las prioridades en los espacios a tal punto que los medios que, hasta hace relativamente poco, tenían influencia social y política reconocidas, cambiaron de personalidad: no se parecen a la imagen que crearon durante décadas de esfuerzo.
En aras de adaptarse a la era digital –lo cual es imperativo pero no por eso, irracional– sacrificaron su sello profesional de años y hasta siglos, por conquistar a millones de comillas, “usuarios únicos”, vaciando sus contenidos o llevándolos a la profundidad de solo un centímetro, si me permiten hablar en términos lineales”.
De fondo esas decisiones de los medios obedece a la búsqueda de nuevas audiencias. “La razón que los impulsa es clara: los éxitos mediáticos se miden en cantidades, millones de cantidades. Parece que la calidad en las informaciones ha pasado de moda. Con la eliminación de la calidad como prioridad, han sido relegados, lastimosamente para el periodismo profesional, por fortuna no en todos los casos, hay que decirlo, los principios legendarios del oficio: el rigor en la verificación de los datos, la investigación desapasionada sobre los hechos que se cuestionan, la exactitud en los detalles de cada denuncia, el contraste en las versiones, la parte y la contraparte de una historia, la separación entre las informaciones con su tratamiento estricto, y la libertad de las opiniones.
Extraje, para poner unos pocos ejemplos, los titulares que dominaron el home de uno de los medios más consultados del país, un día cualquiera: “Lo que se sabe del hombre asesinado por sicario mientras su hija pedía dulces”; “El hombre que entró a un gimnasio y robó a los clientes en solo seis segundos”; “Identifican al dueño de la camioneta de alta gama en la que encontraron un cadáver”; “las últimas imágenes del DJ Felipe Vásquez antes de su asesinato en noche de Halloween”.
No estoy segura de que esa sea la prensa que necesitan los colombianos en medio de la convulsión político – económica – social que vivimos”.
El segundo reto al que se refiere Tascón, tiene que ver con la credibilidad de la información que se divulga y el prestigio de los periodistas.
“Estamos en la obligación de encarar los periodistas, tiene otro fondo: la recuperación del prestigio de nuestra profesión. La encuesta Edelman 2023 sobre credibilidad en las instituciones del país, muestra que únicamente el 34 % de los periodistas y el 38 % de los medios cuentan con la confianza de sus audiencias, con tendencia a la baja. En la encuesta Invamer, el resultado tampoco es satisfactorio: el 53 % no cree que seamos fuentes confiables de información: Significa que más de la mitad de las personas que nos ven, nos leen y nos escuchan, no cree que estemos relatando sucesos ciertos o, al menos, que estemos siendo precisos e imparciales.
Vivimos, entonces, una crisis profunda porque nuestro oficio existe por la necesidad de la sociedad de estar bien informada para poder tomar posiciones, decisiones, o para estar o no de acuerdo con lo que le proponen los gobernantes y líderes políticos, empresariales y sociales. Y, ¿por qué no nos creen los ciudadanos? Hay varios factores pero sobresale uno que no deberíamos pasar por alto puesto que afecta particularmente a Colombia: por arte de la democracia electoral, el actual poder Ejecutivo es diferente: no entro a calificar si es bueno, regular o malo; lo que sí no puede discutirse es que es distinto a todos los que lo precedieron, por su estilo, por quienes lo representan, es decir, un grupo diverso de personas que no se parece a los sectores que tradicionalmente han dirigido al país; y por las sorpresas que conllevan las propuestas que ha planteado y que, francamente, desafían el statu quo.
Es un cambio radical que ha puesto a prueba la capacidad de los intérpretes del acontecer diario, o sea, de nosotros, medios y periodistas, de traducir la realidad presente con elementos que carezcan, en la medida de lo posible, de subjetividad, y que, en su lugar, analicen los complejos problemas planteados para transmitirlos con fundamentos, a nuestras audiencias.
Un periodismo democrático estudia, se adentra en cada caso y emite informaciones que llegan a conclusiones favorables o desfavorables, no importa, siempre que sea con argumentación sólida, más que con prejuicios o sesgos personales”.
En la edición número 48 de los Premios Simón Bolívar de Periodismo que se entregaron la noche del miércoles 15 de noviembre en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, la directora de Noticias Uno y columnista de El Espectador, Cecilia Orozco Tascón, fue galardonada con el premio a la Vida y Obra.
Según el acta del jurado, a la periodista se le reconoció por ejercer un periodismo fiscalizador que fortalece la democracia; por hacer de la libertad de pensamiento una práctica cotidiana; por luchar para defender la independencia editorial que le permite revelar lo que el poder quiere silenciar; y por su persistencia ejemplar para no callarse ni autocensurarse, siempre desde la intención de un periodismo ético y riguroso.
En el discurso en el que Orozco Tascón agradece el galardón e indica que éste “significa la culminación de mi larga carrera de reportería, de la manera más bonita y satisfactoria”, la periodista hizo una serie de reflexiones sobre los retos y el momento actual de los medios de comunicación y el oficio del periodismo.
“Esta es, a mi juicio, una de las etapas de mayor crisis de credibilidad del periodismo colombiano frente a nuestras audiencias. Una crisis que se ha ido gestando con la presencia de enormes retos que no hemos podido enfrentar en su verdadera dimensión y hondura, tal vez porque no somos, aún, conscientes de la misma”.
Les invitamos a leer: Bielsa y una crítica a los medios: “Dicen cualquier cosa para ganar audiencia”
El primero de los retos, según Orozco, tiene que ver con el que plantea el uso indiscriminado de tecnologías que se usan en los medios no solo para extraer cifras de audiencia. sino también para ejercer el oficio, elegir enfoques e incluso determinar las palabras que se emplean para la descripción de los hechos noticiosos.
“Se nos ha ido colando en las salas de emisión de noticias sin ninguno de los controles humanos que sí se han autoimpuesto los medios internacionales más prestigiosos, es el de la dominación que ejerce la Inteligencia Artificial cuando nos ordena, de acuerdo con algoritmos y otras mediciones de sus supercerebros computarizados, lo que está bien o mal en las formas que usamos al momento de publicar las noticias; cuando nos indica los términos que nunca deberíamos volver a emplear, por ejemplo, en los titulares, porque, si lo hacemos, presuntamente perjudicamos la velocidad de rotación de los informes en redes y plataformas.
Es la Inteligencia Artificial la que –como censora silenciosa y omnipresente– les señala a los sitios web de los medios más potentes, las palabras altisonantes que hay que destacar en el cuerpo de las informaciones, los aspectos para resaltar y los detalles que hay que omitir porque, según certifican las mediciones, ocupan más tiempo y atención del promedio necesario”.
Además: El Espectador ganó cuatro premios Simón Bolívar de Periodismo
Para Tascón, el uso de las tecnologías no solo ha modificado la puesta en escena de los temas. Señala un tema más de fondo. “También viene cambiando los contenidos y las prioridades en los espacios a tal punto que los medios que, hasta hace relativamente poco, tenían influencia social y política reconocidas, cambiaron de personalidad: no se parecen a la imagen que crearon durante décadas de esfuerzo.
En aras de adaptarse a la era digital –lo cual es imperativo pero no por eso, irracional– sacrificaron su sello profesional de años y hasta siglos, por conquistar a millones de comillas, “usuarios únicos”, vaciando sus contenidos o llevándolos a la profundidad de solo un centímetro, si me permiten hablar en términos lineales”.
De fondo esas decisiones de los medios obedece a la búsqueda de nuevas audiencias. “La razón que los impulsa es clara: los éxitos mediáticos se miden en cantidades, millones de cantidades. Parece que la calidad en las informaciones ha pasado de moda. Con la eliminación de la calidad como prioridad, han sido relegados, lastimosamente para el periodismo profesional, por fortuna no en todos los casos, hay que decirlo, los principios legendarios del oficio: el rigor en la verificación de los datos, la investigación desapasionada sobre los hechos que se cuestionan, la exactitud en los detalles de cada denuncia, el contraste en las versiones, la parte y la contraparte de una historia, la separación entre las informaciones con su tratamiento estricto, y la libertad de las opiniones.
Extraje, para poner unos pocos ejemplos, los titulares que dominaron el home de uno de los medios más consultados del país, un día cualquiera: “Lo que se sabe del hombre asesinado por sicario mientras su hija pedía dulces”; “El hombre que entró a un gimnasio y robó a los clientes en solo seis segundos”; “Identifican al dueño de la camioneta de alta gama en la que encontraron un cadáver”; “las últimas imágenes del DJ Felipe Vásquez antes de su asesinato en noche de Halloween”.
No estoy segura de que esa sea la prensa que necesitan los colombianos en medio de la convulsión político – económica – social que vivimos”.
El segundo reto al que se refiere Tascón, tiene que ver con la credibilidad de la información que se divulga y el prestigio de los periodistas.
“Estamos en la obligación de encarar los periodistas, tiene otro fondo: la recuperación del prestigio de nuestra profesión. La encuesta Edelman 2023 sobre credibilidad en las instituciones del país, muestra que únicamente el 34 % de los periodistas y el 38 % de los medios cuentan con la confianza de sus audiencias, con tendencia a la baja. En la encuesta Invamer, el resultado tampoco es satisfactorio: el 53 % no cree que seamos fuentes confiables de información: Significa que más de la mitad de las personas que nos ven, nos leen y nos escuchan, no cree que estemos relatando sucesos ciertos o, al menos, que estemos siendo precisos e imparciales.
Vivimos, entonces, una crisis profunda porque nuestro oficio existe por la necesidad de la sociedad de estar bien informada para poder tomar posiciones, decisiones, o para estar o no de acuerdo con lo que le proponen los gobernantes y líderes políticos, empresariales y sociales. Y, ¿por qué no nos creen los ciudadanos? Hay varios factores pero sobresale uno que no deberíamos pasar por alto puesto que afecta particularmente a Colombia: por arte de la democracia electoral, el actual poder Ejecutivo es diferente: no entro a calificar si es bueno, regular o malo; lo que sí no puede discutirse es que es distinto a todos los que lo precedieron, por su estilo, por quienes lo representan, es decir, un grupo diverso de personas que no se parece a los sectores que tradicionalmente han dirigido al país; y por las sorpresas que conllevan las propuestas que ha planteado y que, francamente, desafían el statu quo.
Es un cambio radical que ha puesto a prueba la capacidad de los intérpretes del acontecer diario, o sea, de nosotros, medios y periodistas, de traducir la realidad presente con elementos que carezcan, en la medida de lo posible, de subjetividad, y que, en su lugar, analicen los complejos problemas planteados para transmitirlos con fundamentos, a nuestras audiencias.
Un periodismo democrático estudia, se adentra en cada caso y emite informaciones que llegan a conclusiones favorables o desfavorables, no importa, siempre que sea con argumentación sólida, más que con prejuicios o sesgos personales”.