Dago García: “Mis guiones no eran apetecidos entre los cineastas”
Dago García está detrás de “El man del porno”, una película que comienza y termina pero cuyos personajes pueden cobrar vida, más adelante, en una serie de televisión.
El Espectador
¿Cuál fue la primera idea para crear “El man del porno”?
El guion es de Juan Carlos Aparicio. Él trajo inicialmente la idea para hacer un seriado de televisión en unos pitches que realizamos nosotros. Me pareció que era buena, que valía la pena hacer una película y el piloto de una serie.
¿Qué cambió entre la idea y lo que se ve en pantalla?
En lo fundamental no cambió mucho, pero sí en algunos procesos, porque todavía no podemos hacer las películas como quisiéramos, sino como las podemos hacer.
¿La plataforma de exhibición define el formato del producto?
Hoy en día hay algunos contenidos que deben pensarse para que viajen en diferentes formatos de distribución. El man del porno está pensada como una película que comienza y termina, pero también para que pueda ser el piloto de una serie.
¿Para usted sigue siendo sorpresivo e innovador hacer películas de costumbre?
Cuando uno trabaja en dramaturgia, en teatro, en cine o en televisión siempre está yendo en contravía de la costumbre. Si el oficio se vuelve costumbre se pierde creatividad y la posibilidad de sorprenderse a sí mismo, y lo más probable es que también deje de sorprender a los demás.
¿El hecho de conocer el gusto de la gente con fenómenos taquilleros como “El paseo” determina el rumbo de sus siguientes realizaciones?
Tengo la fortuna de que mis gustos parecen estar alineados con los del público, pero eso no define mi trabajo ¿Qué es el público?: ¿la señora de cincuenta años?, ¿el muchacho de 17? El público masivo es todo y nada, entonces el primer referente se convierte en usted mismo.
Usted es productor, director y guionista. ¿Cómo se nutren estos roles en la industria?
Terminé siendo productor porque el tipo de guiones que yo escribía no eran muy apetecidos entre los cineastas. La cosa funcionó y eso me permite cierta comodidad, porque hay procesos que me reservo. Un guion, aparte de ser una historia contada, también es un modelo de ejecución presupuestal y como ya sé cuánta plata tengo, escribo en función de esa plata y se vuelve una dialéctica pragmática.
¿Ve sus películas en la pantalla grande?
Trato de ver la película por última vez en el laboratorio y le digo adiós. Sufro mucho cuando la veo rodeado de gente, porque siempre estoy pendiente de la reacción y se convierte en una experiencia bastante tensionante que no sirve para nada, porque la película está hecha.
¿Cuál fue la primera idea para crear “El man del porno”?
El guion es de Juan Carlos Aparicio. Él trajo inicialmente la idea para hacer un seriado de televisión en unos pitches que realizamos nosotros. Me pareció que era buena, que valía la pena hacer una película y el piloto de una serie.
¿Qué cambió entre la idea y lo que se ve en pantalla?
En lo fundamental no cambió mucho, pero sí en algunos procesos, porque todavía no podemos hacer las películas como quisiéramos, sino como las podemos hacer.
¿La plataforma de exhibición define el formato del producto?
Hoy en día hay algunos contenidos que deben pensarse para que viajen en diferentes formatos de distribución. El man del porno está pensada como una película que comienza y termina, pero también para que pueda ser el piloto de una serie.
¿Para usted sigue siendo sorpresivo e innovador hacer películas de costumbre?
Cuando uno trabaja en dramaturgia, en teatro, en cine o en televisión siempre está yendo en contravía de la costumbre. Si el oficio se vuelve costumbre se pierde creatividad y la posibilidad de sorprenderse a sí mismo, y lo más probable es que también deje de sorprender a los demás.
¿El hecho de conocer el gusto de la gente con fenómenos taquilleros como “El paseo” determina el rumbo de sus siguientes realizaciones?
Tengo la fortuna de que mis gustos parecen estar alineados con los del público, pero eso no define mi trabajo ¿Qué es el público?: ¿la señora de cincuenta años?, ¿el muchacho de 17? El público masivo es todo y nada, entonces el primer referente se convierte en usted mismo.
Usted es productor, director y guionista. ¿Cómo se nutren estos roles en la industria?
Terminé siendo productor porque el tipo de guiones que yo escribía no eran muy apetecidos entre los cineastas. La cosa funcionó y eso me permite cierta comodidad, porque hay procesos que me reservo. Un guion, aparte de ser una historia contada, también es un modelo de ejecución presupuestal y como ya sé cuánta plata tengo, escribo en función de esa plata y se vuelve una dialéctica pragmática.
¿Ve sus películas en la pantalla grande?
Trato de ver la película por última vez en el laboratorio y le digo adiós. Sufro mucho cuando la veo rodeado de gente, porque siempre estoy pendiente de la reacción y se convierte en una experiencia bastante tensionante que no sirve para nada, porque la película está hecha.