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Conocí a Darío Gómez en 1986, lo recuerdo muy bien, fue a finales de ese año. Y logramos compaginar muy bien, a pesar de que se pudiera pensar que éramos competencia o que debíamos disputarnos el cariño del público. Siempre me sorprendió la humildad de Darío Gómez y por eso logramos hacer una dupleta del despecho inolvidable.
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Precisamente por sus características humanas fue que logramos sacar adelante tantos “mano a mano” artísticos que, en verdad, no sé si disfrutábamos más nosotros sobre la tarima o el público viéndonos en escena y escuchándonos cantar. Desde entonces, desde esos ya lejanos años 80, tuve el privilegio de conocer a ese inolvidable artista y a esa inmejorable ser humano.
Las personas que siguen el género de la música popular o el estilo del despecho, como siempre lo llamó Darío Gómez, creen que entre nosotros dos hubo alguna rivalidad por ser ambos pioneros de esa sonoridad musical, pero les quiero decir que jamás existió dicha rivalidad, al contrario, siempre fuimos muy unidos y lo mejor de todo es que los dos trabajábamos por lo mismo: el crecimiento de un estilo musical que nos representa.
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Incluso, les quiero contar ahora que muchas veces compartíamos camerino y que amenizábamos nuestras charlas en medio de “trago va y trago viene”. Entre Darío Gómez y yo surgió desde entonces, esa década del 80, una hermandad muy bonita y siempre tuvimos el uno por el otro un sentimiento maravilloso, un sentimiento de admiración mutua.
No puedo decir que él haya sido maestro mío en algo, creo que no nos enseñamos nada específico en el ámbito artístico, porque en cuanto a grabaciones o jornadas de promoción, cada uno tomaba su camino y respetaba tanto la decisión como el sendero del otro. Creo que hubiera sido irrespetuoso de mi parte sugerirle algo a Darío Gómez en su interpretación y de ahí que cada quien asimiló las canciones de la música popular a su acomodo. ¿Para qué nos íbamos a enseñar algo más, si lo que teníamos era una hermandad maravillosa?
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En el momento de evaluar el aporte de Darío (Gómez) a la música popular en Colombia. lo que tengo que decir es que su legado es indescriptible. Lo que hizo él por consolidar su estilo y permitir el surgimiento de otras interpretaciones similares, habla muy bien de su generosidad. Su aporte fue todo... Darío comenzó muy solo en esto y como a los dos años le salí yo en el camino. Puedo decir, sin temor a equivocarme, que iniciamos una corriente artística, fuimos pioneros y nos hemos encargado de mantenerla hasta hoy, cuando él ya no está con nosotros.
Ahora, que ya no está el Gran Rey del Despecho, quedamos El Charrito Negro y Luis Alberto Posada como los testigos de esos inicios de la música popular en Colombia. El recorrido, sin lugar a dudas, ha sido duro, pero hubiera sido mucho más complicado si no hubiera existido un personaje con la templanza de Darío Gómez. Él ayudó a cosechar el camino, abrió la ventana y por ahí logramos muchos de nosotros convertirnos en artistas y conseguimos lo que teníamos en mente: que el público conociera nuestras canciones y nos permitiera expresarnos como mejor sabemos hacerlo.
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La obligación que tenemos quienes hacemos parte de esta corriente de la música del despecho es continuar con fuerza para hacer que el género llegue más lejos. Las nuevas generaciones se han encargado de multiplicar los sonidos y de hacer, tal vez, más universales las historias, y el aporte de nosotros los pioneros debe ser siempre la necesidad de abogar por la esencia de la canción de nuestro estilo artístico. No es el momento de bajar los brazos ni de sentirnos agotados con nuestro trabajo.
Quienes quedamos, debemos continuar expandiendo el legado de Darío Gómez. Es necesario seguir trabajando con amor. Hemos logrado muchas cosas importantes en el género popular, pero el camino que está enfrente está lleno de desafíos para nosotros, para los veteranos como yo y para las generaciones más jóvenes.
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Darío Gómez, el artista; Darío, el amigo, el hermano de muchas “dupletas” musicales, dio todo por nosotros, por los artistas y por el público... ahora debemos nosotros continuar cantando con amor, muchas veces haciendo referencia al desamor, tal y como lo hizo el Rey del Despecho.
*Pionero de la música popular en Colombia.