"Dejé el aguardiente para quienes me escuchan"
El cantante que se encargó de popularizar temas como ‘La cama vacía’ y ‘China hereje’ se alejó de la rumba pero sigue evocando a su amigo Olimpo Cárdenas.
Redacción Un chat con...
En estos 60 años de trayectoria musical, ¿cómo ha cambiado la industria para el estilo que usted interpreta?
Sí ha habido mucho cambio. La champeta, el rock y toda esa música moderna ha hecho mella en estos estilos clásicos, pero eso no significa que lo que canto haya pasado de moda.
Usted tiene elepés, cedés y devedés en una cantidad asombrosa. ¿En la actualidad qué significa para usted entrar en un estudio de grabación?
Grabar un disco es una ilusión. Me gusta verlo así y saber que el público recibió correctamente el mensaje. Por eso grabo canciones con letras con sentido y con mensaje.
¿Qué lo llevó a inclinarse por los tangos, los boleros y la música popular?
Lo que me condujo a este estilo sonoro, que me ha dado reconocimiento, es el mensaje. Las letras dicen mucho y me gusta contar historias que viva el pueblo. Canciones como Quisiera amarte menos, Que nadie sepa mi sufrir y Rosas de otoño siguen acompañando las tardes en familia en Colombia.
¿‘La cama vacía’ tiene un significado especial para usted?
Esa canción me toca cantarla dos y tres veces en cada show. Lo que más me sorprende es que no solamente pasa en Colombia, sino en Inglaterra, Francia, Canadá y Estados Unidos. Nunca soñé que esta música me podía dar el pasaporte para conocer tanto mundo. Ahora me toca imitar al Óscar Agudelo de hace 40 años y por eso me toca cuidarme mucho.
Usted es de Herveo, Tolima, ¿cómo recuerda sus años de infancia?
Viví en Herveo hasta los ocho años. Luego me trasladé a una población cercana a Fresno y allí trabajé como monaguillo, labor en la que aprendí muchas cosas mientras estudiaba primaria.
¿Quién le dijo que podía dedicarse a la música y vivir de eso?
En mi casa se reunían cada ocho días muchas personas a tocar la lira, el tiple y la guitarra. Yo me la pasaba viendo a los grandes maestros del tiple y aprendí cómo era que se ponían los dedos, así que a los nueve años ya tocaba a la perfección ese instrumento. Luego mis tías me enseñaron canciones, pero llegué al tango de la mano de unos obreros y luego canté bambucos, aunque a la gente no le llegaba bien mi canto.
¿Cómo se cuida la voz?
Antes no me la cuidaba nada porque me gustaba el aguardiente y la rumba. Le di duro al licor, pero una vez me tocó ir a un médico y él me dijo que tenía que dejar el trago porque me amenazó con no volver a atenderme, así que dejé el aguardiente para quienes me escuchan. Ahora no bebo, no fumo y vivo muy sabroso en Bogotá.
Así como hay canciones infaltables y otras que le toca cantar tres veces, ¿en su repertorio hay temas que ya no quiera cantar más?
No. Aunque sí hay una canción que me da muy duro, porque me hace recordar el pasado. Ese tema es Me besó y se fue.
¿Cuál es la persona que usted más extraña?
A Helenita Vargas la recuerdo con mucho cariño, porque nos llevaron a reinaugurar el Teatro Ritz de Nueva Jersey con Darío Gómez, Los Visconti, ella y yo, y esa fue una de las últimas giras que hizo. Sin embargo, debo decir que a quien más extraño es a Olimpo Cárdenas, porque trabajé con él por más de 45 años. Él era un señor muy cordial. También está Julio Jaramillo, a él lo acompañé por algo más de 27 años.
¿Qué aprendió de Olimpo Cárdenas?
Él me enseñó la convivencia, porque para mí era muy difícil entender a los artistas. No quería ofender a nadie y él no se metía con nadie, así que me mostró ese camino de la prudencia.
¿Qué proyectos tiene?
Tengo un cedé para grabar con un repertorio selecto. Será mi cedé número 14, aunque tengo 43 elepés. Sigo con el rancho ardiendo y con ganas de seguir cantando.
Hoy, Óscar Agudelo celebra 60 años de vida artística. Asadero Hato Grande,
Avenida Boyacá con 68.
En estos 60 años de trayectoria musical, ¿cómo ha cambiado la industria para el estilo que usted interpreta?
Sí ha habido mucho cambio. La champeta, el rock y toda esa música moderna ha hecho mella en estos estilos clásicos, pero eso no significa que lo que canto haya pasado de moda.
Usted tiene elepés, cedés y devedés en una cantidad asombrosa. ¿En la actualidad qué significa para usted entrar en un estudio de grabación?
Grabar un disco es una ilusión. Me gusta verlo así y saber que el público recibió correctamente el mensaje. Por eso grabo canciones con letras con sentido y con mensaje.
¿Qué lo llevó a inclinarse por los tangos, los boleros y la música popular?
Lo que me condujo a este estilo sonoro, que me ha dado reconocimiento, es el mensaje. Las letras dicen mucho y me gusta contar historias que viva el pueblo. Canciones como Quisiera amarte menos, Que nadie sepa mi sufrir y Rosas de otoño siguen acompañando las tardes en familia en Colombia.
¿‘La cama vacía’ tiene un significado especial para usted?
Esa canción me toca cantarla dos y tres veces en cada show. Lo que más me sorprende es que no solamente pasa en Colombia, sino en Inglaterra, Francia, Canadá y Estados Unidos. Nunca soñé que esta música me podía dar el pasaporte para conocer tanto mundo. Ahora me toca imitar al Óscar Agudelo de hace 40 años y por eso me toca cuidarme mucho.
Usted es de Herveo, Tolima, ¿cómo recuerda sus años de infancia?
Viví en Herveo hasta los ocho años. Luego me trasladé a una población cercana a Fresno y allí trabajé como monaguillo, labor en la que aprendí muchas cosas mientras estudiaba primaria.
¿Quién le dijo que podía dedicarse a la música y vivir de eso?
En mi casa se reunían cada ocho días muchas personas a tocar la lira, el tiple y la guitarra. Yo me la pasaba viendo a los grandes maestros del tiple y aprendí cómo era que se ponían los dedos, así que a los nueve años ya tocaba a la perfección ese instrumento. Luego mis tías me enseñaron canciones, pero llegué al tango de la mano de unos obreros y luego canté bambucos, aunque a la gente no le llegaba bien mi canto.
¿Cómo se cuida la voz?
Antes no me la cuidaba nada porque me gustaba el aguardiente y la rumba. Le di duro al licor, pero una vez me tocó ir a un médico y él me dijo que tenía que dejar el trago porque me amenazó con no volver a atenderme, así que dejé el aguardiente para quienes me escuchan. Ahora no bebo, no fumo y vivo muy sabroso en Bogotá.
Así como hay canciones infaltables y otras que le toca cantar tres veces, ¿en su repertorio hay temas que ya no quiera cantar más?
No. Aunque sí hay una canción que me da muy duro, porque me hace recordar el pasado. Ese tema es Me besó y se fue.
¿Cuál es la persona que usted más extraña?
A Helenita Vargas la recuerdo con mucho cariño, porque nos llevaron a reinaugurar el Teatro Ritz de Nueva Jersey con Darío Gómez, Los Visconti, ella y yo, y esa fue una de las últimas giras que hizo. Sin embargo, debo decir que a quien más extraño es a Olimpo Cárdenas, porque trabajé con él por más de 45 años. Él era un señor muy cordial. También está Julio Jaramillo, a él lo acompañé por algo más de 27 años.
¿Qué aprendió de Olimpo Cárdenas?
Él me enseñó la convivencia, porque para mí era muy difícil entender a los artistas. No quería ofender a nadie y él no se metía con nadie, así que me mostró ese camino de la prudencia.
¿Qué proyectos tiene?
Tengo un cedé para grabar con un repertorio selecto. Será mi cedé número 14, aunque tengo 43 elepés. Sigo con el rancho ardiendo y con ganas de seguir cantando.
Hoy, Óscar Agudelo celebra 60 años de vida artística. Asadero Hato Grande,
Avenida Boyacá con 68.