Detrás de la risa: vivir con depresión mientras se trabaja para hacer reír
El comediante colombiano Gustavo “Tavo” Rodríguez habló para El Espectador de lo que significa transformar el dolor personal en material humorístico, de la importancia de hacer reír desde la verdad y de la conexión con las audiencias a un nivel más íntimo en sus espectáculos.
Tatiana Gómez Fuentes
Gustavo “Tavo” Rodríguez Rentería es un costeño que vive en Bucaramanga. Nació el 3 de enero de 1992, es capricornio, le gusta la carne y en un principio creyó que el rumbo de su vida sería dirigido por la ingeniería mecánica. Es alto, delgado y con un afro prominente, una característica que habla de su identidad y su raza.
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Gustavo “Tavo” Rodríguez Rentería es un costeño que vive en Bucaramanga. Nació el 3 de enero de 1992, es capricornio, le gusta la carne y en un principio creyó que el rumbo de su vida sería dirigido por la ingeniería mecánica. Es alto, delgado y con un afro prominente, una característica que habla de su identidad y su raza.
Con el paso del tiempo, mientras se formaba, empezó a preguntarse si la decisión académica que había tomado era la correcta. Este era un pensamiento recurrente que habitaba en su cabeza y que sumó, “por lógica”, a sus crisis existenciales. La comedia apareció en sus días de repente, y en un principio la utilizó como vehículo de escape para afrontar sus problemas familiares y personales.
“Todos los viernes me iba a ver cuenteros, en esa época el stand up comedy era relativamente nuevo, así que ese era el espacio de entretenimiento ideal porque me moría de la risa. Recuerdo que una de las tantas veces que fui, los cuenteros dijeron ‘queremos que esta familia crezca, que los que crean tener el potencial se acerquen y hagamos cosas chéveres’, así que decidí meterme en el cuento”.
Esa semana fue una de las más duras de la vida del ahora comediante, se había muerto su abuelo y Ángela lo había dejado, no obstante, quería ver qué pasaba con la comedia. Al presentarse frente al grupo de cuenteros, lo primero que le pidieron fue que les contara sobre sus últimos días, allí confesó la montaña rusa emocional que estaba viviendo. Se rieron de todo lo que le estaba pasando y ese fue un tiquete directo para aventurarse al mundo de la comedia.
Vivir con una risa franca
Por aquellos días había un grupo de cuatro comediantes que ya habían creado un nombre en la industria. Andrés Bravo, Germán Castellanos, Henry Delgado y Jorge Villamizar, fueron sus primeros maestros. Con ellos comenzó a entender cómo se creaban las rutinas y lo que significaba pararse frente a un público. Desde 2012 hace lo que de verdad le gusta. “Este descubrimiento para mí fue tan poderoso, que dejé mi carrera estando en séptimo semestre, fue terrible para mi mamá y no me habló como por tres meses”.
Dice que en su oficio debe existir una hoja de ruta para hacer reír a la gente, y que eso solo se logra basándose en dos elementos fundamentales que los comediantes deberían interiorizar en su personalidad. El primero es la sinceridad. Cuenta además que la risa no es un sentimiento, sino una reacción a algo que sorprende, que no se espera y que despierta emociones momentáneas de alegría. Y que sumado a esto debe ir la segunda característica, el timing, el momento perfecto para hacer reír, eso que significa saber decir las cosas. “Lo que se censura es la habilidad del comediante para hacer reír”.
Crear su material humorístico, es un continuo aprendizaje. Hasta ahora está entendiendo cómo hacerlo. Al principio creaba sus rutinas involucrando lo que todo el mundo quería escuchar acogiéndose a las tendencias, ahora, intenta conectarse con la gente buscando dentro de sus anécdotas, pensamientos y opiniones, vivencias con las que su público pueda sentirse identificado.
Un hombre inteligente y poco intuitivo
Para Rodríguez, el humor sirve para todo. Para conquistar, para hablar de política, cultura, de las realidades sociales, de la música, para subir el ánimo, e incluso, para bajarlo. Resalta que es esencial y que se adhiere a la idiosincrasia colombiana porque deja ver una realidad “densa” que invita a crear otros escenarios que “minimizan el dolor y se transforman en bailes, memes y sátiras que hacen que la vida sea más llevadera”.
Ha procurado llevar su existencia de manera relajada y sin prisa. Por eso las personas más importantes de su vida están involucradas en sus rutinas. Fernanda Valencia es una de ellas. Es uno de los personajes que, según él, ha logrado sacar más carcajadas en sus espectáculos.
Dice que es la paisa más costeña que conoce y afirma, entre risas, que ella vive acelerada, y que su aparente “déficit de atención” en los detalles es un argumento verdadero de amor. “Fer en una persona en la que yo me veo reflejado, es una herramienta de humor porque es real, auténtica y con ella no hay que inventar nada, siempre me da mucho material (risas)”. Sin embargo, sabe que el humor convive con el olvido.
Manifiesta que lo más duro de ser comediante es que no puede repetir un chiste más de dos veces porque se evapora la magia, de ahí que tenga que renovarse todo el tiempo.
Siempre supo que trabajar en esta industria era un salto al vacío, arrancó con $200.000, su familia le quitó todo el respaldo y tuvo que dormir en el piso, porque lo que le causó una felicidad plena cuando decidió modificar su rumbo, también le presentó unos matices diferentes que lo pusieron a prueba. “Esta pasión comenzó con un sabor amargo y ahora sabe a dulce, aunque no lo consuma. Tengo que ser bueno en lo que hago todos los días, porque un día malo puede acabar mi carrera”.
La tristeza como pedagogía de vida
Entre chistes y risas, confesó que tiene depresión y que es una persona triste todo el tiempo, y aunque habla siempre con una sonrisa pintada en su rostro, menciona que desafortunadamente siempre ha habido algo que no lo llena y que no sabe qué es. Este estado de ánimo ha estado presente en su vida mucho antes de que la comedia apareciera.
“La verdad es no sé qué pasa en mí, voy a terapia, obviamente, pero soy una persona constantemente triste, en serio no sé qué pasa. Ahora, también entiendo que la felicidad son momentos, pero en mí siempre reina la tristeza, es una lucha diaria buscando respuestas para sentirme cada vez mejor, no conmigo mismo, sino con la existencia en sí misma”.
En varias ocasiones ha hablado con su psicólogo de la función que cumple la comedia en su vida, porque no la define como un “escudo” para afrontar la depresión que tiene, pero hasta ahora, entre los dos, no “han dado con el chiste”. “Tavo” la usa como una de sus herramientas para no dejarse ir, pero esta no soluciona su insatisfacción constante.
Mientras está en esta entrevista recuerda a un amigo rapero que dice en una de sus canciones “no me puedo dejar ir en medio del oasis”, y confirma que eso es lo que tiene todo el tiempo, un desierto que lo viste así su vida vaya “maravillosamente bien”.
Pero no todo es sombrío, su lucha está controlada y sabe que va a vivir así por el resto de sus días, exteriorizando sus sentimientos desde el concepto de valorar su tristeza. “Con todo y esto que cuento aquí amo la vida, me encanta vivir y soy un negro más que habita este país”.