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Para Diana Ramírez, el bullerengue “es todo”. Su pasión y su escape. Según la RAE, bullerengue significa “pollerón” (falda grande), pero ella tiene una definición propia: “El bullerengue es una bulla acompasada”. Voces rústicas acompañadas de melodía y ritmo. Es tradición oral que mantiene la memoria de los antepasados y conforma, junto con otros ritmos, la identidad musical afro.
Afro, así también es Puerto Escondido. Uno de los municipios ubicados al noroccidente de Córdoba, donde predomina la población negra y, en ellos, la tradición de festejar cada junio el Festival Nacional de Bullerengue. Diana Ramírez, quien nació allí en 1981, fue la ganadora de Mejor cantadora en la edición 34.
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No es la primera vez que obtiene este título. “Para no exagerar”, cree que ha ganado cuatro o cinco. Algunos en su etapa infantil, pues canta desde los 9 años, cuando su papá, el creador del primer grupo infantil de bullerengue, la impulsó a cantar. Inspirada por grandes cantadoras como Totó La Momposina, Etelvina Maldonado y Eulalia González Bello, se presentó y ganó otro par de galardones en categorías juvenil y mayores.
Diana Patricia afirma con orgullo que es “cantadora”, título que no solo le han otorgado sus triunfos, sino, y mucho más importante, la pasión y el corazón que pone cuando canta bullerengue. “Se cree que para ser cantadora se necesita una supervoz, afinada y educada. Creo que solo es necesario sentimiento y pasión al interpretar”.
Es porteña de nacimiento, pero desde hace ya varios años vive en Bucaramanga. A los 24 salió de su casa en Puerto Escondido en busca de oportunidades. En la capital santandereana no solo encontró el espacio para crecer musicalmente, sino también su escenario ideal, lleno de bullerengue y tradición: Punta Candela.
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Punta Candela es una agrupación creada en Bucaramanga hace 13 años. Diana Ramírez conoció a los demás integrantes en Sincelejo, cuando estudiaba licenciatura en educación artística en la Universidad de Córdoba y era parte del grupo de danza. Antes de Diana ellos hacían tambora. Era lo más cercano al bullerengue, heredado de aquella conexión que tienen con el río Magdalena en cercanías a Barrancabermeja.
Allí existía un caserío llamado Punta Candela que inspiró el nombre del grupo. Por iniciativa propia, ocho santandereanos, una puerto escondience y un chiriguanero, quisieron hacer bullerengue y hoy son en su mayoría “santandereanos enamorados de este ritmo tradicional”.Son un grupo que quiere internacionalizarse. Cuentan con una puesta en escena que logra involucrar en la experiencia a quien los ve, incluso en video. No se niegan a los cambios del bullerengue, pero Diana es clara cuando afirma que siempre han tratado de hacer bullerengue tradicional, el propio de su municipio. A la pregunta de cuáles son las características de ese bullerengue tradicional respondió: “Es un bullerengue tranquilo, casi un ritual. Nos diferenciamos desde el baile hasta la forma de ejecución de los instrumentos y las melodías, todos son mucho más tranquilos”.
En Puerto Escondido, la flor de icaco adornaba las cabezas de las cantadoras y bailarinas, pero ahora hay turbantes que incluso Diana Ramírez ha usado en sus presentaciones. Si son cambios positivos o negativos es un tema controversial. Lo que sí afirma es que el paso del tiempo y las dinámicas sociales, como la migración del campo a la ciudad, han permitido que talentos bullerengueros, como el de esta artista, puedan grabar sus voces y composiciones en producciones musicales oficiales.
Ella lo logró junto a Punta Candela en 2019. El tambor vive es el nombre del álbum colaborativo de 12 temas donde figuran nuevos talentos del bullerengue como Mathieu Ruz (Barranquilla), Jhonny Rentería (Chigorodó, Antioquia), Cristian Marsiglia (Puerto Escondido) y Daia Mutis (Bogotá). El nombre es un homenaje a uno de los tamboleros del grupo, que falleció hace dos años.
El álbum es un “sueño” que tenía el grupo y que lograron con esfuerzo. “Fue una experiencia maravillosa y queremos repetirla, siempre pensando en darles oportunidad a los que van creciendo, a los que viven en pueblos apartados y no tienen la posibilidad de grabar. A causa de eso se pierden esos talentos”, reflexiona Diana. Además de cantadora, Diana Ramírez es mamá. Hace diez años nació Sarita, el retoño que hoy en día la hace “parir canciones”. Asegura que “no es la mejor componiendo”, pero desde que se convirtió en madre afloraron sentimientos que la han llevado a atreverse a incursionar en esta faceta, de la que ya tiene ejemplo en su familia, pues su tío Rigoberto Ramírez es compositor de bullerengues como A pedirle a mi Dios y Sancocho de Macaco, ambos incluidos en El tambor vive.
Diana Ramírez es ágil con las letras, encontrar la melodía le cuesta un poco más. Febe Merab, cantadora y amiga a quien conoció en el lanzamiento del álbum, es su guía en estos temas. Merab afirma que Diana va por buen camino, pues tiene todo para componer: el haber nacido en la cuna de uno de los festivales de bullerengue, las experiencias que vivió en su pueblo y la tradición heredada de sus ancestros. “Le narro mi forma de componer y a su vez le doy seguridad, pues ella tiene todo el talanto para hacerlo”.
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Febe Merab, quien junto a Diana Ramírez y otros cantadores hacen parte de la “nueva generación de bullerengueros”, afirma que es importante resaltar estas nuevas voces que surgen, pues como Diana en Bucaramanga, hay cantadores en regiones del país que no han sido tradicionalmente bullerengueras, apostándole a la música tradicional.Ganar el Festival Nacional de Bullerengue.
Ser ganadora de esta edición del festival fue una experiencia especial para ella. Con el paso de los años ha empezado a comprender la importancia de obtener este título. En su niñez y adolescencia no dimensionaba que es un reconocimiento que permite inspirar a niñas y jóvenes que también quieren ser cantadoras. “Qué mejor manera de decirles a las chicas que esto es hermoso si no a través de mi experiencia en los festivales”.
Participar en esta edición del festival le permitió confirmar que lo que su papá empezó con el grupo de bullerengue infantil dio resultado. Con alegría afirma que “el bullerengue no se acaba por ahora, vi mucho talento y muy buenas cantadoras”. Diana Ramírez, por su lado, destacó en el festival entonando bullerengues que escogieron cuidadosamente, ya que eran significativos para el grupo.
Cada día del festival presentaron una corriente del bullerengue. En el aire “sentao” tocaron Oye San José, de Élver Álvarez Guzmán, y Máximo Yane, en homenaje al fallecido compositor de la canción Johny Rentería. En el aire “chalupa”, Reloj, de Wilfrido Valdelamar; El pichindé, de Eustiquia Amaranto, y Chamaria, de Ceferina Bánquez. En “fandango” tocaron Escudo pa’ mi tambó, de Tonada, y La flor de Colombia, de La Tradición.
Las tres presentaciones del grupo fueron grabadas en un estudio en Bucaramanga. “Fue un video hecho con las manos y recursos propios”, que al final les dio una victoria que fortalece a Punta Candela como agrupación y a Diana como cantadora. En Puerto Escondido hay talento. En algún momento Diana era una de las pocas cantadoras del municipio, además de los experimentados más adultos. Hoy la historia es diferente y han surgido nuevas voces, como las de sus colegas Cristian Marsiglia, Hugo Salgado y Luisa Flores, que aseguran, tal y como Punta Candela y Diana Ramírez lo entonan en una de sus canciones: “Que aunque el hombre se vaya, no morirá su tradición”, pues el amor por el bullerengue de los puertoescondiences ya empieza a crecer en las nuevas generaciones.
*De Fundación Color de Colombia .