Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La pasión por contar historias siempre ha perseguido a Diego Camargo, un hombre que además de ser narrador, hasta el día de hoy y después de tres décadas de carrera, saca una sonrisa a quienes lo escuchan. Actualmente es uno de los comediantes más reconocidos del país, con una trayectoria que le ha permitido explorar diferentes tipos de humor hasta llegar al que, sin duda, le robó su corazón: el stand up comedy.
(Le recomendamos: María José Vargas: la más rebelde de “Las Villamizar”)
Era un universitario común y corriente, que asistía a sus clases en el campus de la Universidad de los Andes, pero por cosas de la vida uno de esos días Diego no entró a una de ellas. Caminando se encontró con un muchacho que estaba contando una historia, y otras personas lo estaban escuchando mientras se reían de algunos apuntes que él hacía. Se acercó porque le pareció curiosa la forma en la que se expresaba el joven, y al final del cuento le preguntó que qué era eso, a lo que le respondió que asistiera a los talleres de cuentería.
Lejos estaba Diego de imaginarse que ese muchacho sería uno de sus más grandes colegas en el mundo de la comedia: Andrés López. “Cuando comencé en esto ni siquiera existía el término stand up comedy en Colombia, no sabíamos qué era eso... y lo más parecido que existía era la cuentería, que fue a lo que nos dedicamos desde el principio”, revela Diego, recordando con cariño esos primeros años de presentaciones en teatros pequeños, con no más de 50 personas escuchando las historias que preparaban con esfuerzo, hasta que llegó ese 5 de junio… su primera función profesional en el Teatro Popular de Bogotá.
(Lea también: Olivia Rodrigo, la nueva era del pop)
Para ese entonces el público interesado o conocedor de la cuentería era muy reducido, pero eso no fue un impedimento para que Diego y otros colegas estuvieran dispuestos a popularizar el formato. Entre pequeñas presentaciones y mucho trabajo, el humorista viajó a España por una beca que le permitiría estudiar montaje de cine, y fue allí donde vio su primer show de stand up comedy. “Cuando vi la primera función me di cuenta de que era algo muy parecido a lo que hacíamos en cuentería, pero por alguna razón este formato me gustaba más. Cuando volví de España ya estaba empezando a verse el stand up con Andrés López, Antonio Sanín y Julián Arango en un proyecto que se llamaba Ríase el show, recuerda.
Fueron comienzos duros, pero el aprendizaje fue absoluto, pues todos los pioneros del stand up en Colombia enseñaron a los demás comediantes que esto podía ser una profesión seria, y que incluso podría llegar a convertirse en una industria… y así fue.
(Además: Elizabeth Olsen y el poder en el Multiverso Marvel)
Para Diego es importante que la gente tenga claro que cuentería y stand up comedy no son la misma cosa, no se comen con la misma cuchara. Son dos formatos distintos dentro de un mismo género, y eso hace que ambos tengan su magia propia. “Lo fundamental es entender que todos somos humoristas, pero hacemos diferentes tipos de humor, en la cuentería se cuenta una historia, así suene obvio... hay una ilación narrativa, el desarrollo de un personaje, etc.”, aclara, agregando que él considera que los cuenteros son cronistas, y los que se dedican al stand up son más bien columnistas. “Damos opiniones, la estructura se basa en una premisa, una demostración, y el punch line, que es el final gracioso”, explica a El Espectador.
La razón por la que Diego prefirió enfocarse en el stand up es clara y contundente: era más difícil. Lo retaba de una forma que para él era nueva, y al compararlo con la cuentería se dio cuenta de que ese riesgo lo motivaba, porque en este formato él no tenía que garantizar una carcajada cada cierto tiempo, pero en el stand up sí. “Si pasan tres minutos sin que la gente se ría, eso significa que la rutina no funcionó. Se me hizo mucho más exigente, porque hay menos campo para los trucos y te obliga a concentrarte en lo que tienes que decir, y hacer una cosa que sea puntual, fuerte y efectiva”, comenta el humorista, admitiendo que aunque también es periodista, director de televisión, guionista e incluso asesor del gobierno, lo más difícil que he hecho en la vida es stand up. “Después de tantos años me sigo muriendo del susto, y a la vez de la emoción”, confiesa.
(También: Almudena Amor: la revelación española)
Son muchas las personas que han visto a Diego Camargo en acción, y la forma en la que prepara sus rutinas ha ido evolucionando a lo largo de estos 30 años de carrera… siempre tuvo claro que la condición clave para que fueran exitosas era ser brutalmente honesto con lo que decía, y sabía que eso no le garantizaría ser exitoso, pero el hecho de no serlo, le aseguraba el fracaso… y así poco a poco era más ágil. “Antes me demoraba un año haciendo una hora de material, y para una rutina de 10 minutos me demoraba un mes, pero ahora después de la pandemia cambié mi vida radicalmente, y desde enero ya he escrito una hora entera de material”, argumenta Diego, atribuyéndole la inspiración de sus rutinas a todo lo que le pasa en la vida. “Para mí escribir comedia es una catarsis, es la forma en la que lidio con todas las mierdas que me pasan”.
Esa manera de desahogarse lo ha llevado a ser reconocido por proyectos como Los comediantes de la noche, junto a Ricardo Quevedo, Alejandro Riaño, Alejandra Azcárate, Gonzalo Valderrama, Freddy Beltrán, Diego Mateus e Iván Marín, El último convocado, El gorro del rey, entre otros shows que sacaron miles de sonrisas a sus seguidores, quienes podrán verlo este sábado 14 de mayo en el Teatro Libre, en homenaje a sus tres décadas de trayectoria, que lo posicionan como uno de los pioneros del stand up comedy en Colombia.