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La bandera de Doctor Krápula ha resistido varios embates musicales y todavía sigue ondeando. Por encima le pasó el fenómeno del tropipop, que se supone que podía afectar de manera determinante el contenido de otras propuestas ligadas al rock. También padeció el ataque de la salsa choque y su fórmula de condensar en un solo espectro el género tropical, las manifestaciones urbanas y los ritmos propios del Pacífico. Y, por supuesto, también ha tenido que hacerle frente al arsenal de lo urbano, que se ha apoderado del sonido en muchas de sus aristas.
Estos tres combates los ha librado con el único argumento que sus integrantes saben esgrimir: su música. Ellos, según lo que manifiestan juntos o por separado, sólo hacen lo que quieren hacer, y si eso que les nace y que les sale de la propia humanidad logra tener un efecto positivo en el público, se sienten complacidos. Sin embargo, si pasa lo contrario, tampoco se dedican a darse golpes y a echarse culpas innecesarias. Siguen adelante.
El abanico de estilos musicales en dos décadas de existencia de Doctor Krápula ha sido generoso. Todos los han escuchado y de algunos se han dejado influenciar en momentos determinados, pero la consigna para estar en la banda es que tanto el medio como el fin siempre es el rock.
Cuando arrancaron con el proyecto de un grupo que, como tantos otros a finales de la década del 90, exhibía su rebeldía a través de guitarras, bajos, teclados y baterías, la única idea era rockear hasta que el cuerpo aguantara. Hoy, 20 años después, el espíritu no ha cambiado mucho y lo que se puede decir es que el concepto se ha multiplicado y hasta complementado.
Lo que ha pasado con Doctor Krápula es que la idea de hacer del rock un estilo de vida se ha prolongado a las familias de sus integrantes. Antes no pensaban mucho para aceptar una invitación a tocar. La respuesta siempre era afirmativa y la metodología la misma: en un morral, la ropa; en otro equipaje, el instrumento, y listo. En este momento, la logística es mucho más compleja, porque también hay que transportar a esposas y a hijos.
Mario Muñoz (El Subcantante), David Jaramillo (David Kawooq), Germán Martínez (Kasius), Nicolás Cabrera (Niko) y Sergio Acosta (Checho) continúan haciendo parte de la nómina de Doctor Krápula, porque siguen respirando rock, y por más que tengan en sus oídos otros estilos, relacionados o no con el género popular, aún tienen la meta de comandar una banda rockera, de mover público y de que la gente se apropie de sus canciones como si se tratara de himnos nacionales. Ellos son un grupo, pero no porque piensen de la misma manera. Al contrario, en sus discursos se alcanza a evidenciar la multiplicidad de pensamiento que existe en un colectivo de las características de Doctor Krápula. Tienen gustos diferentes, sus argumentos no son similares y mucho menos los caminos que recorrieron antes de ingresar a la banda. Lo que les ha dado la posibilidad de remar para el mismo lado es que los cobija la misma sombrilla.
Los músicos que se han despedido de la agrupación lo han hecho porque tal vez ya no querían rockear cuanto el espíritu les permitiera. Los cinco que quedan mantienen en firme la consigna y, aunque la vida y las condiciones les han cambiado en 20 años de ejercicio sobre los escenarios, el rock los sigue invadiendo sin permiso, sin pausa.
Doctor Krápula celebra dos décadas de actividad musical y el festejo comenzó el domingo pasado, cuando la banda se presentó en la final del Torneo Fox Sports, en el estadio El Campín, en Bogotá. De ahí, sus integrantes salieron a abonar el terreno para entrar este mes al estudio de grabación a elaborar una placa más que será presentada dentro del espectro de su Festival Viva el Planeta. Además, ellos deberán multiplicar las fuerzas para cumplir con giras y conciertos. Todo, sin duda, lo lograrán porque están movidos por el mejor combustible para ellos: el rock.