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¿Por qué en su cine hay una crítica a los problemas de América Latina?
Mis películas nacen de lo que me llama la atención, de noticias, historias e ideas. En ese sentido, es casi inevitable que no se hable de la realidad, de lo que ocurre en Chile, de sus conflictos y problemáticas, las que se manifiestan también en buena parte de la región.
¿Considera que el cine es una herramienta de crítica a la realidad social?
No creo que el cine sirva para cambiar la sociedad, ni siquiera para cambiar a las personas. Creo que si el cine sirve de algo es para pensar, para sentir y analizar lo que uno siente. Si eso se traduce en alguna idea o una acción, va a depender de cada persona, de cada espectador. Es cierto que hay muchas películas que uno puede decir que le cambiaron la vida a alguien, pero más que eso, lo que de verdad cambia la vida es la educación, el acceso a la cultura, a las ideas, y crecer en un ambiente de respeto e igualdad.
¿Cuál debe ser el rol de un cineasta latinoamericano frente a realidades de nuestra región?
Creo que eso depende de cada director. Hay quienes sienten la necesidad de hablar de otras cosas, de imaginar otros mundos. Eso es válido, y buena parte del mejor cine de la región es también fantasía o intimidad. Lo que ocurre es que al filmar en nuestros países es casi inevitable hablar de las grandes diferencias sociales e injusticias económicas y políticas, pero también es perfectamente posible hacer un cine que no mire la realidad de la calle, sino los conflictos e historias que ocurren puertas adentro.
¿El cine es su forma de manifestar su opinión respecto a los problemas de la sociedad o una herramienta para reflejarlos?
Más que buscar un fin claro, lo que hago es tratar de responder preguntas que me plantea la realidad, ya sea la realidad concreta de mi país, mi propia vida o las historias que creo existen en lugares misteriosos y fantásticos. Me interesa el cine como ejercicio de ponerse uno mismo en una situación, en un lugar y en un contexto imaginado, y tratar de salir o avanzar desde ese lugar. Creo que eso permite que uno descubra y conozca algo de uno mismo que de otra manera no se manifestaría.
Usted ha tratado las brechas entre ricos y pobres y el clasismo en su obra. ¿Por qué lo mueven esos temas?
Viví 10 años fuera de Chile, entre los 25 y los 35 años, y al volver me llamó muchísimo la atención lo cruel y violenta que es la segregación de clases en Chile. Me parece que Chile es un país en el que habitan distintos mundos y que ninguno de ellos se toca entre sí. Hacer cine o escribir o hacer arte o música en Chile es reconocer que la sociedad se articula en torno a las diferencias de clase. No es que yo decida hablar de ellos, es que es el tema que se cuela en mis películas.
¿Cómo elige la forma de comenzar y finalizar una película?
Llego al set sin una idea preconcebida de lo que quiero filmar. Pruebo distintas posibilidades, dependiendo de la locación, los actores, la ambientación, la luz, etc. Trato de buscar una forma de filmar que dé la sensación de que lo que escojo sea parte de un todo mucho más grande, y para eso hay que estar abierto a lo que ocurre en el set, a improvisar, a cambiar de idea.
¿Es posible aspirar a más público para el cine latinoamericano?
Creo que el cine latinoamericano es muy apreciado en la región. Por desgracia, los canales de distribución comercial están copados de productos industriales y ahí el cine de la región no puede competir. Para eso es necesario contar con festivales o salas especializadas, que permitan que ese cine circule en la región y que nos reconozcamos en nuestras semejanzas, mucho más que en nuestras diferencias.
¿Cuál es la característica del cine que más lo atrae?
Me gusta el placer que provoca ver una buena película, la emoción que se siente al apagarse las luces y al esperar que se inicie una historia. Una película es un viaje. Me encanta cuando me lleva de manera franca y honesta, cuando me divierte y emociona.