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“Las cosas fueron poniéndose sobre la mesa (...literalmente fue así...). Primero fue la carne y después aparecieron el fuego y la chimenea, luego el que cantaba (te mas de Moustaki y Soledad Bravo), y entonces además de que había calorcito había calidez. Luego llegó el niño y fue necesario hacerle un columpio para distraerlo y, después, los jóvenes que querían rumbear y tuvimos que poner música y una pista para que bailaran...”. Con su voz ronca de cantante trasnochado (como él mismo la describe), Andrés Jaramillo narra el génesis de ese mundo que creó a su imagen y semejanza en Chía hace 27 años.
Ahora, que está manos a la obra colonizando nuevos planetas adonde traer vida, recuerda cómo de la mano de María Stella, su esposa, se fue dando todo para que de vender carne asada en un lote de Chía se pasara a ofrecer una experiencia de entretenimiento y deleite para los sentidos: eso que al fin de cuentas es Andrés Carne de Res.
“Y en medio de todo estaba una pareja —continúa Jaramillo haciendo referencia a la administración conjunta con su esposa María Stella—, y como las parejas simbolizan muchas cosas en el colectivo y en el subconsciente, eso también le gustó a la gente, claro, con todas las disfunciones que tenemos los dos”. En este punto su esposa, quien ha estado presente todo el tiempo haciendo sus acotaciones, se ríe con la picardía de quien calla más de lo que dice.
Toda esta historia data de principio de los ochenta, cuando Andrés Jaramillo tomó la decisión de dejar la Facultad de Economía de la Universidad Nacional y quedarse en Chía, que para ese entonces era un municipio rural alejado de la ciudad. El primer síntoma de esta ‘enfermedad’, como él llama a su vocación de restaurador, fue su iniciativa de vender pan en una bicicleta frente a una almojabanería de Chía. Pero en esa actividad, que no duró mucho, María Stella no lo acompañó. Sería después, en el asadero con solladez (como lo definiría la revista Semana un año más tarde) en donde ella se metería de lleno para convertirse en su escudera y su primera gran socia.
Al fin de cuentas ella es el polo a tierra que ha servido no sólo para que Andrés Carne de Res se mantenga donde está: “El mejor bar del mundo”, en palabras de la escritora norteamericana Susan Sontag, sino que ella es la principal promotora de esta nueva empresa. Otra etapa de un negocio en permanente transformación que abre, con nuevos socios, un restaurante en el corazón de la rumba capitalina, pero aspira a crecer y multiplicarse en otras ciudades del mundo con el esquema de franquicia.
Distrito Capital de corazón
Casi tres décadas de trabajo en torno a ese espacio, que para Andrés y su esposa es una extensión de la vida y de sus vidas, los llevaron necesariamente al proyecto de hoy: asociarse para crecer, traer Andrés a Bogotá en un formato que no es el de Chía, y por eso se llama Andrés D.C. Interprétese como De Corazón o, como muchos lo verán, Distrito Capital. Pues es un restaurante en un centro comercial de la calle 82 donde habrá tres pisos con pista de baile y espacio para los niños, el estilo creativo que ha caracterizado a Andrés, pero en un formato urbano y propio de este lugar.
Las cabezas de este proyecto tienen claro que hay que trascender el estilo característico de Andrés Jaramillo. Así, de controlar cada detalle y pasar todo el tiempo en el restaurante, su dueño pasará a desempeñar la función de ‘director creativo’ encargado de transmitir a sus nuevos empleados su filosofía del negocio. “Saber delegar es la única manera de superar el escollo de que haya un ‘Andrés’ sin Andrés”, dice María Stella. A lo que Andrés agrega: “Debe ser algo como lo hizo Walt Disney, quien sembró una semilla y creó un mundo que sigue vivo a pesar de que él no esté hoy”.
Y aunque a primera vista pueda sonar ambiciosa la comparación con el creador de Mickey Mouse y todo su mundo de entretenimiento, lo cierto es que Andrés Carne de Res se ha consolidado en estos 27 años como un símbolo de lo colombiano y por eso vender franquicias, aunque todavía es un proyecto, tiene mucha viabilidad en el mediano plazo. “Andrés D.C. será el laboratorio para experimentar si es posible convertir este lugar en una franquicia para sacarla del país. Pero quisiera que la gente no venga a ver esto como una obra en una galería, sino que participe en el proceso, pues es algo que no es sólo mío”, afirma Jaramillo.
Sin duda alguna, los colombianos que viven o han pasado por Bogotá sienten un afecto particular por este sitio por donde han desfilado un par de generaciones de universitarios —algunos en el papel de meseros—, actores, actrices, empresarios y políticos que amanecen bailando sobre las mesas o llevan a sus hijos y sobrinos los domingos para que se entretengan en las zonas infantiles.
La expectativa por este nuevo lugar es muy alta, no sólo los medios colombianos están atentos a la nueva etapa de Andrés, últimamente lo han buscado de medios extranjeros, como la BBC internacional. Entre permisos, entrevistas, diligencias y reuniones del proyecto está la permanente toma de decisiones, que según cuenta Andrés es cada vez más difícil. “Estoy en un punto en que creo que la mejor opción es no escoger entonces si me preguntan cuál estilo de vasos entre estos cuatro. Yo simplemente digo ‘los cuatro’, esa es otra forma de escoger”.
Y en medio del agite, entre una cita y una entrevista, una jovencita de pelo negro lo para en la calle para preguntarle cómo hace para trabajar en el restaurante. Probablemente esta universitaria será una de las 400 personas que tienen que contratar para la etapa capitalina de Andrés y que se suman a los otros mil empleos entre directos e indirectos que genera esta empresa de diversión a la carta.
Los frentes son tantos que Andrés y María Stella tienen claro que no pueden abarcarlo todo. Esta es la nueva apuesta, muy arriesgada teniendo en cuenta los vientos de crisis que soplan, pero que Andrés asume con entusiasmo y positivismo, pues su experiencia en los momentos difíciles le da las herramientas también para enfrentar lo que pueda venir. “Me da rabia que los medios hablen tanto de lo malo, en lugar de meterle buena energía a la situación”.
Ahora sólo queda esperar a que el nuevo restaurante abra para disfrutar la versión citadina de ese mundo que creó Andrés Jaramillo gracias a su capacidad de observar, de atender las inquietudes de la gente y de crear todos los detalles de un universo en donde la comida guarda grandes misterios. “El alimento simboliza tantas cosas, es una manera de dar y recibir amor. En la casa nos dieron mucho afecto a través de la buena mesa. Lo cierto es que la vida se trata de depurar, purificar y elaborar todos esos elementos que uno recibe y transformarlos”, concluye Jaramillo.