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El quijote colombiano de los vinos de Madrid

Ingeniero aeronáutico y piloto frustrado, Carlos Reina Soto dejó un día el desarrollo de “software” y los negocios, estudió Viticultura en Madrid y hace siete años se consagró a recuperar viñedos antiguos. Hoy produce vinos de calidad que consiguen 92 puntos en la guía Peñín, una de las más reconocidas de España.

Juan Carlos Rincón Domínguez / CORRESPONSAL EN LONDRES / @Rincondecata
14 de agosto de 2022 - 02:00 a. m.
“Mi niñez fue entre vacas y cafetos, la juventud entre aviones y la madurez entre las viñas. Ahora estoy de vuelta al campo”: Carlos Reina. / Fotos de Juan Carlos Rincón
“Mi niñez fue entre vacas y cafetos, la juventud entre aviones y la madurez entre las viñas. Ahora estoy de vuelta al campo”: Carlos Reina. / Fotos de Juan Carlos Rincón

En un lugar de la Sierra Norte de Madrid en las faldas del Valle del Jarama, a 833 metros sobre el nivel del mar y a poco menos de una hora de la capital española, queda El Molar, uno de varios pueblos modestos de una zona con antigua riqueza vinícola que está renaciendo.

Es un paraje árido y seco de colinas y barrancos azotado por el sol inclemente y los vientos, a 39 kilómetros de Madrid. El municipio tiene apenas 9.300 habitantes, la mayoría de ellos agricultores veteranos de la tercera edad cuyos hijos emigraron hace décadas. Muchos de los viñedos han sido abandonados, pero la calidad genética es innegable y ese patrimonio enamoró a Carlos Reina para lanzarse en una nueva aventura; recuperar las viñas y elaborar vinos finos.

Se llega desde Madrid, tomando primero la M30 y luego la autopista A1 en dirección a Burgos hasta la salida 45, a la derecha hacia El Molar. En la región se establecieron en el siglo XV los monjes cartujos, los mismos que inventaron el Chartreuse, famoso licor verde de hierbas, y plantaron los viñedos en Cahors (Francia), el valle del Mosela (Francia, Alemania y Luxemburgo) y antes, en el siglo XII fundaron en el priorato La Cartuja (monasterio) de Scala Dei, donde hasta mediados del siglo XIX elaboraron vinos.

En la Sierra Norte de Madrid, en Rascafría, fundaron en 1390 la cartuja de Santa María del Paular, la primera de Castilla, y sembraron viñas e iniciaron la producción de vinos en la zona. En el siglo XVIII construyeron la gran bodega en Talamanca del Jarama, donde elaboraban vinos en tinajas de barro, la cual estaba unida a la cartuja a través de pasadizos subterráneos y galerías para transportar el vino.

“La gente se sorprende de que en El Molar se elaboren vinos. Pero hace más de 200 años los cartujos tenían los viñedos, hacían el vino y lo llevaban a las tascas en Madrid para vender. El negocio completo”, nos dice Carlos Reina. Pero en 1835 los monasterios fueron expropiados y muchos viñedos descuidados. La bodega está en ruinas desde la Guerra Civil de 1936 y a pesar de ser patrimonio histórico corre el riesgo de desaparecer.

La familia de Carlos era de agricultores y ganaderos, pero descubrió el vino tarde, cuando estudiaba en Nueva York, y se enamoró de él hace apenas 20 años, luego de llegar a España para estudiar Ingeniería Aeroespacial porque quería ser piloto. “Empecé a descubrir y catar vinos, Riojas, Riberas pero no pensaba todavía en producir”, nos explica.

Tuvo que olvidar la idea de ser piloto por tener dicromatopsia (anomalía en la visión del color), pero ello no le impidió estudiar desarrollo de software. Trabajó entonces en Centroamérica, luego en Colombia y llegó hasta China, donde creó la empresa de comercio de tecnología International Trade Bay, en Guangzhou, uno de los polos industriales al noroeste de Hong Kong.

Un año después, cansado de ser nómada, regresó a España y estudió Viticultura en el renombrado Instituto de la Vid y el Vino, de Madrid, la primera escuela de viticultura de España, fundada en 1958. Mientras estudiaba, visitó las zonas vinícolas cercanas a Madrid y llegó en 2015 a El Molar, donde inició el acercamiento con agricultores para trabajar las viñas viejas —algunas casi centenarias— y recuperarlas. Luego, en 2016, elaboró sus primeros vinos con uvas de El Molar en la bodega Las Moradas de San Martín, en San Martín de Valdeiglesias, en la Sierra de Gredos, al sureste de Madrid.

Apuesta atrevida

Hoy, a sus 41 años, Carlos Reina empieza a cosechar los frutos de una tarea intrépida y a realizar un sueño quijotesco. Además de recuperar viñedos antiguos y luchar contra la incredulidad de muchos pobladores, adelanta una labor heroica y artesanal fiel al objetivo de máxima calidad, pero con medios limitados. Su bodega da trabajo a doce personas en época de vendimia y está basada en una cooperativa que poco tiene que ver con el glamour de un château francés o italiano, o de una moderna bodega española, pero comparte con ellos la pasión y entrega de sus dueños por producir los mejores vinos, y estos nacen en la viña. Nunca la imagen externa de una bodega ni la carencia de la última tecnología deben preconcebir el juicio de un vino.

Junto a Bibiana González Rave, la enóloga copropietaria de la bodega Cattleya Wines en California (Santa Rosa), y Miguel Aguirre, director del Grand Cru Classé de Sauternes La Tour Blanche, en Burdeos, Carlos es uno de los únicos tres colombianos que elaboran vinos en el mundo. Con ambos comparte cualidades; serenidad, humildad, generosidad y entrega. Y como hecho curioso tiene igual edad que Miguel y también la misma estatura: 1,87 metros. (Lea otra crónica de Juan Carlos Rincón sobre Miguel Aguirre).

Después de dos años de trabajo en El Molar recuperando viejas viñas abandonadas por falta de relevo generacional, Carlos Reina asumió, en 2017, la dirección de la antigua bodega Nuestra Señora del Remolino, que tiene 34 depósitos de hormigón de 150 hectolitros y una capacidad de producción total de más de medio millón de litros. “La cooperativa la iban a cerrar y me ofrecieron que me hiciera cargo, que me vendían la uva y que como estaba recuperando viñedos había gente interesada en darme la uva. Acepté un contrato por diez años renovables, pero cuesta mucho el proyecto y en ocasiones es más difícil vender el vino en el pueblo que en otros sitios”, me explica.

Las instalaciones espartanas han sido renovadas gradualmente, pero es una tarea lenta y Carlos ha preferido concentrarse en elevar la calidad y producir vinos seleccionados de Garnacha y Tempranillo con crianza en barrica y tinajas de barro bajo la marca Tinta Castiza, el nuevo nombre de la bodega. Actualmente en funcionamiento hay tres depósitos con los que elabora unas 10.000 botellas anuales de Tinta Castiza en seis etiquetas, el vino a granel para los socios cooperativos (40.000 litros en promedio) y además 2.000 litros en Bag in Box (caja de cinco litros).

“Gracias a Carlos esos viñedos viejos se están salvando de la desaparición. Es una labor importantísima porque son viñas con un valioso material genético que sobreviven en suelos arenosos de origen granítico y con poca materia orgánica, que soportan mejor el cambio climático”, me dice Juan Carlos Sancha, enólogo y profesor emérito de la Universidad de La Rioja, a quien se le debe haber recuperado y desarrollado 27 variedades minoritarias, entre ellas la Maturana blanca y tinta, el Tempranillo blanco y la muy rara Monastel de Rioja, de la que solo existen 0,35 hectáreas cultivadas.

Sancha visitó la bodega de Tinta Castiza y, además de probar los vinos de Carlos Reina, elabora con él una selección especial. Como autoridad mundial y conocedor de la importancia del trabajo de recuperar viñedos, Sancha me dice que ve un gran futuro en la Garnacha de la Sierra Norte y que “ese tipo de viticultura de secano, trabajada a mano, hay que mantenerla, recuperarla y adaptarla, a pesar de su baja rentabilidad y la mortalidad de las plantas. El mayor problema es el remplazo generacional, porque las viñas son de viejos viticultores que en diez años no estarán. Se necesitan ayudas públicas para conservas esas viñas viejas, replantar y actualizar”, me dice.

La base de la producción de Carlos Reina son 20 hectáreas de viñas antiguas con promedio de edad de 45 años y fundamentalmente de la uva Garnacha que tanto gustó al profesor Sancha, aunque hay igualmente Tempranillo y la uva blanca Malvar, autóctona de Madrid. Algunas de esas viñas de Garnacha son centenarias y una parte de los Tempranillos superan los 75 años, pero su producción es muy baja, poco más de un kilo por planta y una densidad de 1.500 kilos por hectárea, que corresponden a 12 hectolitros. Como ejemplo, en Châteauneuf du Pape la densidad de las viñas viejas es de 20 hectolitros por hectárea y en promedio de 35, tres veces superior.

“Carlos está en la dinámica de recuperar tradiciones de elaboración y viñedos antiguos, pero con medios limitados. Es un trabajo muy valioso y esperamos que se mantenga en un período de tiempo razonable y crezca la comercialización. Está empezando a moverse en el mercado de Madrid y al final es el mercado el que pone a los viticultores en su sitio”, me dice mi amigo Carlos Barrera, director técnico de la Denominación de Origen Vinos de Madrid, que agrupa a 49 bodegas y a la cual pertenecen desde el año 2019 los vinos elaborados por Tinta Castiza en El Molar.

A su juicio, las valoraciones de 91 y 92 puntos que la reconocida Guía Peñín de Vinos de España le ha dado a tres vinos de Tinta Castiza es un gran aliciente. “Están en puntuaciones altas. Son vinos maduros, de baja acidez, a los que la oxidación les va muy bien”, me explica Barrera. Esos primeros reconocimientos son muy importantes y refuerzan la idea de Carlos Reina.

“Ya estamos en un punto en que empezamos a hacer ruido, que se conozcan nuestros vinos. Es un efecto dominó y se corre la voz. Hay jóvenes que ahora entienden por qué estamos intentando recuperar los viñedos y se han unido al proyecto. Sus abuelos tienen viñedos, no los dejemos perder. En la medida en que se cumplan los parámetros técnicos, siempre mejorará la calidad”, me dice optimista Carlos por las respuestas cada vez más positivas. “Si los perros ladran, Sancho, es señal de que cabalgamos”, pienso yo, recordando al Quijote.

Arenas graníticas, encinas y estorninos

Una máxima de la viticultura es que la vid necesita suelos pobres y difíciles para ser vigorosa y producir vinos de calidad. Y ese precepto se comprende muy pronto cuando recorremos con Carlos los viñedos y comprobamos la aridez de la zona y la dispersión de las viñas antiguas peleando los nutrientes y el agua en varias partes el terreno con las intrusas encinas salvajes, que han conquistado naturalmente sectores de las parcelas.

Son viñas a pie franco con distancia de dos metros por cada lado, plantadas en ligera pendiente sobre suelos arenosos de granito y cuarzo descompuesto, en los que las raíces de la vid deben trabajar mucho para encontrar el agua de un subsuelo que retiene poca humedad. Carlos es consciente de que es una densidad muy baja y habría que plantar en espaldera baja (empalizado lineal), que permite distribuir mejor las plantas formando calles que permiten mecanizar el cultivo porque, dice, “estas viñas requieren mucho trabajo”. Pero la primera tarea es recuperar las mejores viñas antiguas y su sanidad antes de pensar en replantar.

Adicional al trabajo de recuperación hay que combatir las enfermedades de la vid, y los animales. “Además de los corzos (venados pequeños) y jabalíes, tenemos los estorninos, que viven en las encinas y a los que les encantan las bayas de Tempranillo. Por eso estoy pendiente de conseguir un águila de Harris (un tipo de gavilán) entrenada para combatirlos”, me explica. En la zona está el criadero de águilas del famoso cetrero Antonio Olivares, cuyas aves han sido protagonistas de películas de cine tan importantes como El señor de los anillos.

Carlos Reina conoce la región como la palma de su mano. La ha recorrido hasta identificar los mejores viñedos, las parcelas importantes y los terrenos ideales. “Los primeros viñedos empiezan en el kilómetro 38, en Arroyo Cárdenas, donde comienza el valle y una ladera montañosa que da sombra en la tarde y es benéfica para la Garnacha”, me explica.

“Aquí inicia realmente la Sierra Norte, comienza a subir en altura y toma forma rumbo a la carretera a Burgos. Tengo todo diferenciado. En la campiña, en el Valle de la Segoviela, tengo dos viñas de Tempranillo de 80 y 85 años. Luego, con orientación oeste donde termina el valle del río Jarama, están los viñedos plantados en pendiente”, me explica junto a una frondosa y gigantesca encina desde la que se domina la zona y bajo la cual Carlos acostumbra hacer la presentación de sus vinos a sumilleres españoles y europeos, y a clientes privados que le encargan la elaboración de un vino personalizado.

Tinta Castiza

Los vinos privados y a la medida constituyen para la bodega otra veta de ingresos que ha tomado fuerza. “Son personas que tienen su negocio y les elaboro una barrica de vino exclusiva. Vienen y catan los distintos vinos en la bodega, hacemos un corte especial que escogemos según su gusto. Luego visitamos los viñedos, tenemos un picnic bajo la encina y les explico los vinos de Tinta Castiza con la panorámica del valle. Luego, al tercer día embotellamos sus vinos y les hacemos la presentación final”, nos explica Carlos. La vista es realmente espectacular y bajo el cielo despejado también alcanzamos a vislumbrar Madrid.

“Mi niñez fue entre vacas y cafetos, la juventud entre aviones y la madurez entre las viñas. Ahora estoy de vuelta al campo”, Carlos Reina.

Carlos Reina busca respetar las vinificaciones antiguas con la menor intervención. Lo hace por convicción en un trabajo que sigue la agricultura biodinámica. “Intento manejar los ciclos lunares, porque creo que sí tienen influencia en las viñas y los vinos. Elaboro según voy catando, empleo muy pocos sulfitos y prefiero la estabilización natural de los vinos. Ser lo menos intrusivo posible”, me explica en la bodega, cuyas instalaciones ha mejorado sustancialmente con un nuevo equipo de vinificación en frío, temperaturas controladas y barricas de roble francés para los vinos finos de Tinta Castiza.

Con las 20 hectáreas que trabaja en alquiler, Carlos produce los vinos finos, pero sigue elaborando los tradicionales vinos a granel de la bodega y el Vermut, que tiene gran acogida. “El granel es nuestro flujo de caja, pero la idea es irlo reduciendo y quitárnoslo porque es una mala fama con la que hay que cargar. Toda la vida en la zona se hicieron vinos de granel para vender por litros a la gente que viene con su garrafa a comprar”, nos dice, mientras llegan dos parroquianos a comprar su vino.

La realidad es que el vino es un alimento y parte de la dieta española, pero los vinos de granel de la bodega son de los mejores porque las viñas tienen más de 40 años y la edad de madurez y plenitud de una viña se considera entre los 25 y 30 años. Desde los vinos más baratos a los más caros son de viñas viejas.

“Para nuestros vinos utilizo 12.000 litros de uva seleccionada, pero no puedo embotellar todo. Aquí tengo 5.000 botellas que podrían pasar por barrica, pero vamos poco a poco. ¿Qué hago con miles de botellas que no puedo vender? Cuesta mucho y es un dinero quieto, pero no me puedo arriesgar a embotellar todo hasta que no tenga mercado”, me explica Carlos y me dice que es una de las razones por las que deja 2.000 litros para el vino Bag in Box, un corte de Garnacha y Tempranillo, un vino de caja de 90 puntos!

Calidad 90 puntos

Tinta Castiza elabora tres vinos tintos de Garnacha, un Tempranillo, un rosado de Garnacha tipo “clarette” (600 botellas) y un blanco de la uva nativa Malvar que produce con maceración prefermentativa con hollejo con una parte que pasa por tinajas de barro y otra por barrica (seis meses sobre lías) para darle un toque suave de amontillado, y del que salen apenas 600 botellas. Con Carlos catamos todos los vinos (incluidos los de depósito y el de caja) y todos me sorprendieron por su buena calidad y frescura.

Tinta Castiza Malvar, de un color amarillo marrón suave, tiene muy buena densidad con notas de fruta tropical (peras, piña y papayuela), cítrico y persistente en boca, que imagino haría un gran maridaje con salmón y ensaladas de verano. El Tinta Castiza rosado de Garnacha es mineral y profundo, con notas cítricas y tonos de granada con final fresco y algo secante que debe mejorar mucho después de una prudente aireación. Perfecto para aperitivo y un día de sol.

Los vinos tintos son complejos y cada uno responde a una filosofía diferente. El más joven y fresco es Molaracha, cuyo nombre deriva de Garnacha del Molar, es criado ocho meses en tinajas de barro de forma integral con el hollejo y la uva despabilada pero sin romper. Catamos la añada 2018 en la que se produjeron 4.000 botellas. Es un vino de color rojo cereza, suave en boca y ligeramente especiado (pimienta blanca y clavo), que en boca destaca la fruta roja (ciruela negra y frambuesa), es mentolado y suavemente mineral con persistencia media. Un vino que nace de Garnachas de 50 años al que la Guía Peñín le dio 90 puntos.

Tinta Castiza Bodegario es un vino más elaborado, con 14 meses de crianza en barricas francesas Seguin Moreau de primer uso provenientes del Château Marquis de Terme, tercer Gran Cru Classé de Margaux en Burdeos. Catamos la última añada, 2021, que surge de tres parcelas de 75 años de Garnachas plantadas en suelos graníticos; un vino de color intenso con aromas florales y notas de cereza dulce (marrasquino) y moras, de larga persistencia en boca. Es un vino joven que aún no sale al mercado y del que se produjeron 2.500 botellas. Para confirmar su calidad probamos también la añada 2017, que tuvo fermentación en tinaja de barro y al que Peñín le otorgó 91 puntos. De color rojo granate, es denso y tiene excelente intensidad en nariz, con notas de ciruela, moras y violetas, clavo y canela. En boca es cremoso y complejo con persistencia media, taninos robustos, notas aciduladas y final mineral y de frutos negros. Creo que con otros dos años en botella será aún mejor.

Reina Garma es el mejor de la serie de Garnachas; un vino de color intenso, opulento, con notas de frutos negros y aromas minerales que en boca permite sentir el terruño y notas confitadas. Son apenas 300 botellas y es un corte de 85 % Garnacha y 15 % Tempranillo elaborado de una selección de vinos criados en las mejores barricas de tostado medio. La añada 2019 la degustamos con el copioso y tradicional almuerzo campestre de la zona que nos ofreció Antonio Olivares en su restaurante El Bodegón, observados a prudente distancia por una de sus águilas. Este vino surge a cuatro manos porque en su elaboración participó el enólogo Óscar García, gran amigo de Carlos y al que se deben los excelentes vinos de la bodega Licinia, una de las mejores representantes de los Vinos de Madrid y de las Garnachas antiguas. Es un vino de alta gama, fresco y balsámico, con taninos sedosos, potente y profundo, que demuestra la gran calidad de las uvas de El Molar. Comparto los 92 puntos con que la Guía Peñín lo valoró.

Mención especial merece el Tempranillo de Tinta Castiza, La Segoviela. Es un vino que aún no se presenta en competiciones, pero creo que superará los puntajes de las Garnachas. Carlos considera que necesita más tiempo en botella, pero mi doble experiencia me dice que varias horas de aireación, al estilo de los más finos Burdeos, revelarán su grandeza. Catamos en la bodega la añada 2017, de la cual se produjeron apenas mil botellas. El vino se elabora a partir de dos parcelas (tres hectáreas) con viñas de 85 años y tiene una crianza de 14 meses en barrica. Un vino color rojo rubí intenso, cremoso y denso, con aromas especiados y de violetas, fresco y pleno de fruta negra (ciruela y cerezas) con notas de membrillo, fruta confitada, deliciosa mineralidad y taninos fuertes y ligeramente secantes que obligan a la aireación larga. Con carnes grasas y chorizos debe realizar una excelente armonía.

Regresé a Londres con intriga por este vino y la semana anterior abrí una botella para salir de la duda. Vertí media botella en decantador y la dejé cuatro horas en aireación. Al final del proceso y acompañando un estofado, el vino me demostró su gran calidad y me mereció 91 puntos. Pero la sorpresa mayor ocurrió al día siguiente con la otra mitad que había conservado en la botella. Esta vez la aireación fue más corta (media hora en las copas) y, para mi asombro y emoción, el vino había progresado, estaba más sedoso y elegante, la fruta se expresó plenamente y 24 horas después le otorgué 93 puntos. Es un vinazo y espero con optimismo que la cosecha 2019 que Carlos enviará para catar a las guías españolas refrende mi apreciación.

Carlos elabora además mil botellas mensuales de Vermut con base en la uva Malvar y minoritariamente las variedades Albillo, Airén y Blanca de Jaén, a las que agrega tres tipos de hierbas y cinco cítricos, pomelo, naranja, mandarina, lima y limón. “Tiene mucho éxito y se vende muy bien en el pueblo”, me explica. Aunque el calor agobiaba, me quedé sin probar ese refrescante vino aromatizado que está nuevamente de moda en España, porque el tiempo me exigía regresar a Madrid.

Cuando visitamos los viñedos y la bodega, el termómetro marcaba 27 grados. Pero la zona tiene un clima mediterráneo continental muy influenciado por la altitud y los inviernos son muy fríos, con temperaturas que descienden hasta -10, heladas nocturnas y nevadas. Y en el verano se llega hasta los 40 grados con descensos bruscos en la noche y en ocasiones tormentas. Como consecuencia, las viñas requieren mucha atención y este verano tórrido de 2022 ha sido muy negativo. “Tendremos una baja notable de casi un cuarto de la producción”, me dice Carlos sin perder su optimismo y esperando que las actividades de enoturismo y la venta de productos de la región que realiza en la bodega compensen ese déficit.

“Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a amargas dificultades”, decía el Quijote. El reconocimiento a los vinos de Carlos Reina con altas puntuaciones en España y el interés mostrado por importadores colombianos es señal clara de que la andadura de este hidalgo bogotano y resuelto caballero de alta figura al que acompaña su doncella Paula Vélez en el mercadeo, promoción y comercialización de Tinta Castiza, es una noble aventura destinada a conquistar paladares y triunfar.

* Más información: Bodega Tinta Castiza S.L.U., Calle Fuente del Toro s/n, 28710 El Molar, Madrid, España. Teléfono: +34-616 763 353. www.tintacastiza.com

Por Juan Carlos Rincón Domínguez / CORRESPONSAL EN LONDRES / @Rincondecata

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