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¿Cómo nacieron Las Universitarias?
Yo tenía 18 años y me atraía el vallenato. Cuando abrieron la convocatoria del primer Festival Vallenato me puse de acuerdo con cinco amigas para presentarnos; eran mis compañeras en el colegio de La Presentación, en Santa Marta. Ensayamos varias canciones y le pedimos al entonces gobernador del Magdalena, el doctor Sabas Socarrás Sánchez, que nos apoyara. Él nos dio dinero para los uniformes, los pasajes y el hotel. Nos llamamos Las Universitarias, porque dos de las integrantes estaban empezando la carrera de ingeniería.
¿Qué recuerda del 27 de abril de 1968, el día que empezó el primer Festival de la Leyenda Vallenata?
Llegamos a Valledupar y salimos caminando del hotel hacia la plaza Alfonso López, y entre los ríos de gente ya se rumoraba que éramos Las Universitarias. Nuestra presentación fue apoteósica; ahí perdimos la noción del machismo. Firmábamos autógrafos hasta en los troncos de los árboles. Ese fue el grito de independencia de la mujer en el vallenato. En el evento nos vio el productor Santander Díaz, quien descubrió a Claudia de Colombia. Él nos propuso grabar en Bogotá, donde firmamos contrato con Bambuco. Viajamos a países como EE.UU., México y Panamá.
Grabaron un disco con doce canciones. ¿Qué fue lo más difícil de esa producción?
En esa época, si tú te equivocabas en una nota tenías que volver a comenzar de cero. La tecnología era corta. Nos demoramos un mes en grabar las canciones.
Después de un año la agrupación se disolvió. ¿Por qué?
Los papás molestaban mucho. Mi madre, profesora de piano, y mi padre, quien tocaba la guitarra, por ejemplo, veían en el vallenato una música de poco nivel. Y también hubo presiones por parte de los novios de mis compañeras. Yo tenía novio y sentí que el amor me condenaba a dejar la música, y preferí la música.
¿Fueron discriminadas por ser mujeres?
No. Incluso tuvimos que rechazar propuestas de presentaciones, aunque Las Universitarias fueron al Festival a presentarse, no a concursar.
Ha habido reinas infantiles en el Festival Vallenato, pero aún no se ha galardonado a una mujer en las profesionales. ¿Por qué?
El jurado del Festival no tiene la concepción de que una mujer llegue a ser reina. Ahí es donde se estrella la grandeza de un folclor, cuando se le niega la oportunidad a intérpretes buenas que son mujeres. Pero ya es hora de que se cambie el pensamiento. El vallenato no tiene género. Hay mujeres emblemáticas como Cecilia Meza, hermana de los reyes vallenatos Álvaro y Ciro Meza; cantantes como Estela Durán Escalona y Lucy Vidal. En el acordeón está Maribel Cortina. Hacen falta más compositoras.
Algunos dicen que las mujeres tienen una desventaja física para tocar el acordeón: el peso del instrumento. ¿Es cierto?
Sí. El vallenato ha venido cambiando su expresión. Nació como un género cadencioso y de repente, con la aparición de la competencia en los concursos, se ha vuelto de ejecución y de imprimirle fortaleza al acordeón.
¿Quién podría convertirse en la primera reina vallenata?
Jeimy Arrieta, la primera niña reina infantil del Festival, tiene mucho futuro. Ahí tendrá que vérselas el jurado para aceptarla.
Usted es la compositora del Himno de Valledupar. ¿Por qué cantarle a una ciudad que no es su cuna?
Fui de vacaciones y me quedé a vivir. Para mí, el corazón de Macondo no es Aracataca, es Valledupar. Hay calor humano, las amistades nos queremos como familia. Me cautivaron los campos de algodón, el soberbio río Guatapurí, las montañas y el aroma de las flores.
¿Cómo definiría el vallenato?
Un sentimiento y un estado del alma.
¿Cuántas canciones ha compuesto?
Alrededor de 70. Me han grabado Rafael Orozco (Las dudas del amor), Alfredo Gutiérrez (Amor y penas y Romance vallenato) y Jorge Oñate (Tierra blanda). También compongo en otros géneros. Fruko y Joe Arroyo me grabaron El son del tren.