En el taller de Carlos Salas
Ana Salas le propuso a su padre hacer un experimento: él pintaba la obra “En el abismo” y ella hacía una película. ¿El resultado? Un filme que sigue el proceso creativo de este artista abstracto.
Lilian Contreras Fajardo
¿Qué sucede mientras un artista realiza una obra de arte? ¿A qué se enfrenta cuando el lienzo está blanco o cuando la obra toma un rumbo que no es? Esas son algunas de las preguntas que Ana Salas responde en el documental En el taller, el cual sigue el proceso artístico de Carlos Salas (1957), calificado por la crítica uno como mejores pintores abstractos de su generación. (Le recomendamos leer: Carlos Salas, el pintor de las emociones).
Aunque el objetivo no era encontrar esas respuestas, la realizadora llegó a ellas tras una larga investigación sobre la obra de su padre, a quien había visto trabajar durante muchos años, pero quien siempre guardaba misterios en su taller.
“La idea inicial era hacer una película sobre el taller, el espacio. Pero luego el guion se fue definiendo hacia el artista, sus estados de ánimo y sentimientos”, dice Salas, quien reconoce que durante el montaje se dio cuenta de que la “obra tomó una importancia enorme”.
El taller fue el tema seleccionado porque era un lugar mágico y misterioso para ella, pues de niña lo veía trabajar untado de pintura, maniobrando las telas, ejerciendo la acción de pintar y “luchando” con los colores. Pero realmente, ¿a qué se enfrentaba ese hombre en ese momento? Ese es el gran secreto que guardan los artistas y una de las dificultades a las que se enfrenta el público ante una obra cuyo trazo se aleja de lo figurativo.
Carlos Salas ve su taller como un laboratorio de experimentación, por lo que su hija le pidió que hicieran el experimento de pintar y hacer una película los dos, en el mismo espacio y al mismo tiempo. Decidieron entonces que él hacía la obra En el abismo y ella el filme En el taller. Durante muchos años solo permitió el ingreso de sus familiares a su lugar de trabajo, y de vez en cuando a algún colega. Por eso, a veces en el documental se percibe cierto arrepentimiento por haber aceptado la propuesta; está consciente de que habla y revela sus técnicas. En el taller sigue el proceso creativo de En el abismo, pero al ver cómo hace esta obra en particular el público se da cuenta de cómo trabaja en general. (Archivo: En el abismo de Carlos Salas).
“Era como una intromisión, pero a él le pareció muy interesante la experiencia y de hecho dice en la película que la obra debe estar muy agradecida porque ha tenido muchos espectadores”, explica la realizadora.
En el abismo tuvo público durante todo su proceso de realización, otras personas la vieron exhibida en el Museo de Arte Contemporáneo de Miami (Moca, EE. UU.) y tendrá otros desde el próximo 1° de noviembre, cuando el documental llegue a salas de cine de Bogotá, Medellín, Cali y Manizales.
Verla en la gran pantalla es importante, no solo porque registra un proceso artístico elaborado para ser visto, sino porque el audio es fundamental, pues la realizadora y su equipo de trabajo se esmeraron por capturar el sonido de la pintura, instalando micrófonos detrás del lienzo: el espectador escuchará cómo suena el pincel, la espátula y cada una de las herramientas con las que Salas produjo la pintura. Esto guía la narrativa y las sensaciones, ya que algunas veces revela lo que hay en la mente del pintor y otras veces en el ambiente del taller o la ciudad. La música, por su parte, cobra un carácter fundamental cuando pinta y las notas de Stephan Micus se fusionan con la pincelada abstracta.
La diferencia entre este documental y otros sobre padres e hijos es que En el taller no sigue la relación familiar entre Carlos y Ana Salas, sino que ella se aprovecha de la buena relación que tiene con su padre para realizar un filme en el que ambos se presentan como profesionales que dialogan sobre pintura y cine. Él dice que el cuadro es el hijo de la película, ella piensa que son obras hermanas porque, aunque En el abismo se hace para ser registrada, ambas se crean y se hacen paralelamente.
“Cuando uno va a un museo la obra le genera algo pero no se imagina que eso viene de un espacio, de un pintor, de una cotidianidad, de una ciudad, de sentimientos y recuerdos”, explica la directora, para quien su producción se puede ver como un espejo que habla del proceso creativo y artístico en general, un detrás de cámaras.
En el taller se presentó por primera vez en 2015. Desde entonces el pintor la ha visto “un montón de veces” y sostiene que “es un sueño que lo puede repetir y volver a ver muchas veces”.
Hasta el momento el documental cuenta con pocas salas concretadas para su exhibición, pues carga con el prejuicio de que las artes plásticas son un gusto de pocos. Por eso, Ana Salas no espera una taquilla masiva; sabe que al no ser un filme de actualidad tiene la posibilidad de perdurar en el tiempo y además se exhibirá en las próximas exposiciones de Carlos Salas. Con un poco de suerte generará otro diálogo cine-pintura, pero esta vez con el espectador.
¿Qué sucede mientras un artista realiza una obra de arte? ¿A qué se enfrenta cuando el lienzo está blanco o cuando la obra toma un rumbo que no es? Esas son algunas de las preguntas que Ana Salas responde en el documental En el taller, el cual sigue el proceso artístico de Carlos Salas (1957), calificado por la crítica uno como mejores pintores abstractos de su generación. (Le recomendamos leer: Carlos Salas, el pintor de las emociones).
Aunque el objetivo no era encontrar esas respuestas, la realizadora llegó a ellas tras una larga investigación sobre la obra de su padre, a quien había visto trabajar durante muchos años, pero quien siempre guardaba misterios en su taller.
“La idea inicial era hacer una película sobre el taller, el espacio. Pero luego el guion se fue definiendo hacia el artista, sus estados de ánimo y sentimientos”, dice Salas, quien reconoce que durante el montaje se dio cuenta de que la “obra tomó una importancia enorme”.
El taller fue el tema seleccionado porque era un lugar mágico y misterioso para ella, pues de niña lo veía trabajar untado de pintura, maniobrando las telas, ejerciendo la acción de pintar y “luchando” con los colores. Pero realmente, ¿a qué se enfrentaba ese hombre en ese momento? Ese es el gran secreto que guardan los artistas y una de las dificultades a las que se enfrenta el público ante una obra cuyo trazo se aleja de lo figurativo.
Carlos Salas ve su taller como un laboratorio de experimentación, por lo que su hija le pidió que hicieran el experimento de pintar y hacer una película los dos, en el mismo espacio y al mismo tiempo. Decidieron entonces que él hacía la obra En el abismo y ella el filme En el taller. Durante muchos años solo permitió el ingreso de sus familiares a su lugar de trabajo, y de vez en cuando a algún colega. Por eso, a veces en el documental se percibe cierto arrepentimiento por haber aceptado la propuesta; está consciente de que habla y revela sus técnicas. En el taller sigue el proceso creativo de En el abismo, pero al ver cómo hace esta obra en particular el público se da cuenta de cómo trabaja en general. (Archivo: En el abismo de Carlos Salas).
“Era como una intromisión, pero a él le pareció muy interesante la experiencia y de hecho dice en la película que la obra debe estar muy agradecida porque ha tenido muchos espectadores”, explica la realizadora.
En el abismo tuvo público durante todo su proceso de realización, otras personas la vieron exhibida en el Museo de Arte Contemporáneo de Miami (Moca, EE. UU.) y tendrá otros desde el próximo 1° de noviembre, cuando el documental llegue a salas de cine de Bogotá, Medellín, Cali y Manizales.
Verla en la gran pantalla es importante, no solo porque registra un proceso artístico elaborado para ser visto, sino porque el audio es fundamental, pues la realizadora y su equipo de trabajo se esmeraron por capturar el sonido de la pintura, instalando micrófonos detrás del lienzo: el espectador escuchará cómo suena el pincel, la espátula y cada una de las herramientas con las que Salas produjo la pintura. Esto guía la narrativa y las sensaciones, ya que algunas veces revela lo que hay en la mente del pintor y otras veces en el ambiente del taller o la ciudad. La música, por su parte, cobra un carácter fundamental cuando pinta y las notas de Stephan Micus se fusionan con la pincelada abstracta.
La diferencia entre este documental y otros sobre padres e hijos es que En el taller no sigue la relación familiar entre Carlos y Ana Salas, sino que ella se aprovecha de la buena relación que tiene con su padre para realizar un filme en el que ambos se presentan como profesionales que dialogan sobre pintura y cine. Él dice que el cuadro es el hijo de la película, ella piensa que son obras hermanas porque, aunque En el abismo se hace para ser registrada, ambas se crean y se hacen paralelamente.
“Cuando uno va a un museo la obra le genera algo pero no se imagina que eso viene de un espacio, de un pintor, de una cotidianidad, de una ciudad, de sentimientos y recuerdos”, explica la directora, para quien su producción se puede ver como un espejo que habla del proceso creativo y artístico en general, un detrás de cámaras.
En el taller se presentó por primera vez en 2015. Desde entonces el pintor la ha visto “un montón de veces” y sostiene que “es un sueño que lo puede repetir y volver a ver muchas veces”.
Hasta el momento el documental cuenta con pocas salas concretadas para su exhibición, pues carga con el prejuicio de que las artes plásticas son un gusto de pocos. Por eso, Ana Salas no espera una taquilla masiva; sabe que al no ser un filme de actualidad tiene la posibilidad de perdurar en el tiempo y además se exhibirá en las próximas exposiciones de Carlos Salas. Con un poco de suerte generará otro diálogo cine-pintura, pero esta vez con el espectador.