“En periodismo prefiero el humor al rumor”: Gustavo Gómez
Él mismo se presenta como “un tipo de 50 años, rockero, devoto de “Star Trek”, con rinitis y pie plano, que no sabe de fútbol ni tiene equipo”. Es Gustavo Gómez, director del programa “La luciérnaga”, que con sus colegas celebra 25 años de audiencia con un libro.
El Espectador
Con la llegada de Mábel Lara y del humorista Santiago Rendón usted ya no es el primíparo de “La luciérnaga”...
¡Aleluya! A los dos les ha tocado, como a mí, hacer el curso, y aquí hay “materias” que son el “coco”. No es fácil sacar buenas notas en Donjediondología o Risaloquiasis.
A punto de comenzar su cuarto año como director, ¿fue fácil para usted adaptarse a ese tono de humor que caracteriza al programa?
Toda mi vida profesional he recurrido al humor como herramienta de trabajo. A veces el ejercicio periodístico se acartona, y el humor ayuda a que la dureza de la realidad sea más digerible. En periodismo, prefiero el humor al rumor.
¿Qué no repetiría de estos tres años?
La primera emisión, en martes 13, cuando abrí el programa con unas palabras sobre la responsabilidad que significaba recibir la posta de manos del doctor Peláez. Hablé tanto que Alexandra Montoya bostezaba, Polilla se durmió y el Muelón Sánchez alcanzó a ir a una cita en la EPS y volver, ¡y yo seguía hablando!
¿Ustedes “maman gallo” muy en serio?
Informar es un oficio serio, y hacerlo con humor es un reto de todos los días. Máxime cuando uno está metido hasta el fondo en un formato nada convencional, porque La luciérnaga es como una telenovela que involucra muchos elementos de la vida privada del equipo, y uno termina siendo un personaje más.
¿Para usted quiénes están “mamando gallo” en este país?
Nuestra desgastada clase política, cuyos apetitos son insaciables. Como bien pueden “certificar” Moure y De Francisco, los colegas de Voz populi, la gente de Actualidad Panamericana o el ejército de “estandaperos”, ¡en Colombia lo que hay es material para hacer humor!
En “La luciérnaga” ustedes se burlan del descaro. Mencione tres descaros que haya habido este año en Colombia.
El descaro de “tragarse” la plata de la comida de los niños. El descaro de pensar que los delitos de lesa humanidad pasarán de agache. El descaro de tener gigantes de la salud que disimulan su incompetencia con cambios de nombre.
¿Hay alguien que se haya salvado de que los humoristas “se la monten”?
No ha nacido. Y, si nace, no se cría.
¿A usted se la montaron con el apodo de “la cabeza visible” de “La luciérnaga”?
Confieso que no me había dado cuenta de que era tan cabezón, pero estoy trabajando en solucionar el asunto, incluso me estoy cortando el pelo a ras y estoy pendiente de una cita con especialista en Medimás: me la dieron para el 2022.
Si le piden un consejo para que no se la monten a alguien en el programa, ¿sería “no dar papaya”? ¿O cuál?
Si no quieres salir en La luciérnaga, no seas fórmula política de Armandito, no confíes en las lecciones de historia de María Fernanda y procura no ir a misa con Alejandro.
Usted escoge la canción que abre cada hora de emisión. ¿Qué hace que elija una canción y no otra?
Por lo general obedece a aniversarios y conmemoraciones, pero siempre éxitos y con un tono nostálgico. El doctor Peláez la hacía con lo que llamaba la “muertoteca”, una colección de discos de intérpretes ya idos. Uno de los consejos que me dio fue que comenzara a programar música de artistas vivos.
¿Qué tipo de música o artista nunca pondría para abrir la emisión?
No he tenido el valor cívico de usar reguetón. No clasificó ni el de ChocQuibTown, a quienes admiro y respeto. Algún día superaré mis prejuicios sobre el reguetón… si para ese momento sigue existiendo como subgénero de la “música urbana”.
¿Por qué celebran el aniversario con un libro?
En medio de la tormenta digital, los libros, como La luciérnaga, tienen vocación de perdurar. En este acomodamos las ocurrencias de Daza, Chaparro, Corozo, Chalo, Pascual, Alerta, Gómez Zafra, Machado… ¡cupo hasta mi cabeza!
Con la llegada de Mábel Lara y del humorista Santiago Rendón usted ya no es el primíparo de “La luciérnaga”...
¡Aleluya! A los dos les ha tocado, como a mí, hacer el curso, y aquí hay “materias” que son el “coco”. No es fácil sacar buenas notas en Donjediondología o Risaloquiasis.
A punto de comenzar su cuarto año como director, ¿fue fácil para usted adaptarse a ese tono de humor que caracteriza al programa?
Toda mi vida profesional he recurrido al humor como herramienta de trabajo. A veces el ejercicio periodístico se acartona, y el humor ayuda a que la dureza de la realidad sea más digerible. En periodismo, prefiero el humor al rumor.
¿Qué no repetiría de estos tres años?
La primera emisión, en martes 13, cuando abrí el programa con unas palabras sobre la responsabilidad que significaba recibir la posta de manos del doctor Peláez. Hablé tanto que Alexandra Montoya bostezaba, Polilla se durmió y el Muelón Sánchez alcanzó a ir a una cita en la EPS y volver, ¡y yo seguía hablando!
¿Ustedes “maman gallo” muy en serio?
Informar es un oficio serio, y hacerlo con humor es un reto de todos los días. Máxime cuando uno está metido hasta el fondo en un formato nada convencional, porque La luciérnaga es como una telenovela que involucra muchos elementos de la vida privada del equipo, y uno termina siendo un personaje más.
¿Para usted quiénes están “mamando gallo” en este país?
Nuestra desgastada clase política, cuyos apetitos son insaciables. Como bien pueden “certificar” Moure y De Francisco, los colegas de Voz populi, la gente de Actualidad Panamericana o el ejército de “estandaperos”, ¡en Colombia lo que hay es material para hacer humor!
En “La luciérnaga” ustedes se burlan del descaro. Mencione tres descaros que haya habido este año en Colombia.
El descaro de “tragarse” la plata de la comida de los niños. El descaro de pensar que los delitos de lesa humanidad pasarán de agache. El descaro de tener gigantes de la salud que disimulan su incompetencia con cambios de nombre.
¿Hay alguien que se haya salvado de que los humoristas “se la monten”?
No ha nacido. Y, si nace, no se cría.
¿A usted se la montaron con el apodo de “la cabeza visible” de “La luciérnaga”?
Confieso que no me había dado cuenta de que era tan cabezón, pero estoy trabajando en solucionar el asunto, incluso me estoy cortando el pelo a ras y estoy pendiente de una cita con especialista en Medimás: me la dieron para el 2022.
Si le piden un consejo para que no se la monten a alguien en el programa, ¿sería “no dar papaya”? ¿O cuál?
Si no quieres salir en La luciérnaga, no seas fórmula política de Armandito, no confíes en las lecciones de historia de María Fernanda y procura no ir a misa con Alejandro.
Usted escoge la canción que abre cada hora de emisión. ¿Qué hace que elija una canción y no otra?
Por lo general obedece a aniversarios y conmemoraciones, pero siempre éxitos y con un tono nostálgico. El doctor Peláez la hacía con lo que llamaba la “muertoteca”, una colección de discos de intérpretes ya idos. Uno de los consejos que me dio fue que comenzara a programar música de artistas vivos.
¿Qué tipo de música o artista nunca pondría para abrir la emisión?
No he tenido el valor cívico de usar reguetón. No clasificó ni el de ChocQuibTown, a quienes admiro y respeto. Algún día superaré mis prejuicios sobre el reguetón… si para ese momento sigue existiendo como subgénero de la “música urbana”.
¿Por qué celebran el aniversario con un libro?
En medio de la tormenta digital, los libros, como La luciérnaga, tienen vocación de perdurar. En este acomodamos las ocurrencias de Daza, Chaparro, Corozo, Chalo, Pascual, Alerta, Gómez Zafra, Machado… ¡cupo hasta mi cabeza!