Fernanda Hernández: “Mi labor desde los medios es otra forma de hacer medicina”
Gracias a su rol profesional en “El desafío”, se vinculó a la televisión en 2005 y hoy tiene a su cargo la sección de salud de Noticias Caracol. La doctora Fernanda habla del COVID-19, que padeció, y de los retos en la pandemia.
Giancarlo Calderón
Desde hace un mes y medio se enteró de que tenía COVID-19. Usted misma lo dio a conocer por sus redes sociales, con una actitud más bien tranquila y en tono sereno. ¿Cómo ha sido este tiempo, desde que recibió la noticia hasta ahora, que ya lo ha superado?
Siempre estuve muy tranquila. No solo porque no tuve síntomas graves, sino porque viví el mejor escenario posible: el de asintomática ¡No lo sentí! Gracias a la prueba, realizada de manera aleatoria, me enteré de que tenía COVID-19 y pude aislarme; de lo contrario, no me hubiera dado cuenta. Además, conocer los datos y las probabilidades te da esa tranquilidad: hasta el 40 % de los casos COVID-19 son portadores asintomáticos (es decir, personas que tienen el virus pero no desarrollan síntomas, aunque sí pueden transmitirlo a otros) ¡He ahí una de las grandes trampas que nos trajo este virus! Fuera de eso, no tengo comorbilidades ni factores de riesgo y tampoco vivo con personas vulnerables. Así que el panorama siempre fue favorable.
Usted no solo es presentadora, también es la editora de la sección de salud de Noticias Caracol. ¿Cómo hace para discriminar entre tanta información lo más relevante y científicamente probado, sobre todo en este tiempo de tantas noticias falsas?
La pandemia hizo de la salud un tema de todos los periodistas y de los no periodistas, pues con su complejidad y múltiples aristas, salió de las manos de los que nos dedicábamos tradicionalmente a esta fuente. Hay que admitir que esta también ha sido una crisis de la información, entre otros, por el volumen y la velocidad a la que se propaga. En cuanto a las noticias e información que son de mi competencia, yo misma busco y verifico. Además, cuento con una red muy amplia de especialistas a los que consulto ante situaciones particulares. Con las noticias falsas, en este momento, la misma tecnología nos facilita esa tarea esencial de verificación. Considero que es un ejercicio obligatorio para el que difunde y consume información. Contrario a lo que se pueda creer, pienso que las noticias falsas se convierten en una oportunidad para que el periodismo muestre su valor.
¿Cómo es el proceso para organizar la información verificada y escoger los temas a tratar, particularmente en este tiempo de pandemia?
Creo que escoger los temas ha sido uno de los mayores retos, lecciones y aprendizajes en un contexto muy complejo. En el caso nuestro, tenemos un consejo de redacción para cada noticiero, en el cual se analizan y asignan los temas. Yo participo principalmente en el que corresponde al noticiero del mediodía. Creo que, al igual que en otros aspectos, los medios de comunicación no estábamos preparados. Este ha sido, sin dudarlo, un reto para el periodismo de calidad. Estoy convencida de que la única forma de hacer la diferencia en medio de tantas fuentes, confusión y esta guerra de desinformación es con rigor, creatividad, compromiso, ética y autorregulación. Espero que se abra camino para el periodismo científico y que tome el lugar que le corresponde.
Su incursión en los medios de comunicación estuvo ligada a la participación en su rol de médica en el “El desafío”, ¿dudó, en ese entonces, en aceptar la propuesta?
No lo dudé. Simplemente cuando me hicieron la propuesta dije: ¿por qué no? Tengo que admitir que lo hice desde la curiosidad por conocer un mundo ajeno al que yo vivía y sobre el que se tienen muchos prejuicios. Pero no me equivoqué al aceptar la oferta. Fue una tremenda experiencia. Es divertido mirar hacia atrás porque les huía a las cámaras. En las pocas entrevistas que di fui muy seria y técnica: ¡me da risa verme! No me alcanzaba a imaginar que eso se convertiría en mi día a día.
¿Cómo fueron sus primeras apariciones en televisión, ya como presentadora de temas médicos?
Tengo clarísimo el recuerdo, como si fuera ayer. Esas primeras apariciones fueron para hablar sobre influenza, estábamos en pleno pico de enfermedades respiratorias (2005). Todo fue nuevo, me costó mucho el tema del tiempo, me parecía lo más retador. ¿Cómo puedes hablar en un minuto y medio de un tema tan amplio? Pero logré adaptarme, poco a poco se desarrolla capacidad de síntesis para lograr lo más importante: tener un mensaje claro, conciso y útil. Creo que fue la oportunidad perfecta que me puso la vida para hacer salud pública. Estoy convencida de que mi labor, desde los medios de comunicación, es otra forma de hacer medicina.
¿Cuál ha sido su momento al aire más difícil de sortear?
El cubrimiento de lo que pasó con la vacunación contra el VPH (virus del papiloma humano) en el Carmen de Bolívar fue un momento muy difícil y doloroso. Pero el más complejo y largo ha sido esta pandemia. Muchas veces he sentido frustración e impotencia. Tengo que confesar que en varias ocasiones, al comienzo, lloré. Así que tuve que repetirme las palabras que, precisamente, sobre el Carmen de Bolívar, alguien me dijo: “Una golondrina no hace verano”. Entendí que solo puedo aportar un granito de arena y que sola no puedo cambiar las cosas. Eso me ayudó para seguir y hacer mi trabajo lo mejor que puedo.
¿Qué reparo tendría frente al fenómeno de la virtualidad?
La virtualidad llegó para quedarse y transformar la forma en la que nos comunicamos e interactuamos. Creo, sin dudarlo, que tiene enormes ventajas, veamos nada más la pandemia. El virus nos encerró en nuestras casas, pero la virtualidad nos permitió seguir conectados con el mundo. Por supuesto, tiene su lado flaco. La sobreabundancia de información, la velocidad a la que se propaga (en especial la errónea y mal intencionada), la falta de filtros a las fuentes y la calidad de los contenidos se convierten en una amenaza. No podemos erradicar estos fenómenos, pero sí mejorar la respuesta desde diferentes frentes y, por supuesto, dándole a la población mayores herramientas de verificación, pensamiento crítico, alfabetización mediática, digital e informativa y, en este caso, en ciencia.
En 2014 publicó “Doctora, ¿qué hago?”, un libro en el responde inquietudes médicas. ¿Tiene planes de publicar otro libro?
Por supuesto, siempre he querido volver a hacer no uno, sino varios libros. Y, especialmente, durante esta pandemia, en algunos momentos he pensado: ¿y si recopilo los pequeños capítulos que escribo todos los días? Pero como reza el dicho: lo urgente no deja tiempo para lo importante. O tal vez es falta de disciplina. En todo caso, espero poder hacerlo nuevamente.
Desde hace un mes y medio se enteró de que tenía COVID-19. Usted misma lo dio a conocer por sus redes sociales, con una actitud más bien tranquila y en tono sereno. ¿Cómo ha sido este tiempo, desde que recibió la noticia hasta ahora, que ya lo ha superado?
Siempre estuve muy tranquila. No solo porque no tuve síntomas graves, sino porque viví el mejor escenario posible: el de asintomática ¡No lo sentí! Gracias a la prueba, realizada de manera aleatoria, me enteré de que tenía COVID-19 y pude aislarme; de lo contrario, no me hubiera dado cuenta. Además, conocer los datos y las probabilidades te da esa tranquilidad: hasta el 40 % de los casos COVID-19 son portadores asintomáticos (es decir, personas que tienen el virus pero no desarrollan síntomas, aunque sí pueden transmitirlo a otros) ¡He ahí una de las grandes trampas que nos trajo este virus! Fuera de eso, no tengo comorbilidades ni factores de riesgo y tampoco vivo con personas vulnerables. Así que el panorama siempre fue favorable.
Usted no solo es presentadora, también es la editora de la sección de salud de Noticias Caracol. ¿Cómo hace para discriminar entre tanta información lo más relevante y científicamente probado, sobre todo en este tiempo de tantas noticias falsas?
La pandemia hizo de la salud un tema de todos los periodistas y de los no periodistas, pues con su complejidad y múltiples aristas, salió de las manos de los que nos dedicábamos tradicionalmente a esta fuente. Hay que admitir que esta también ha sido una crisis de la información, entre otros, por el volumen y la velocidad a la que se propaga. En cuanto a las noticias e información que son de mi competencia, yo misma busco y verifico. Además, cuento con una red muy amplia de especialistas a los que consulto ante situaciones particulares. Con las noticias falsas, en este momento, la misma tecnología nos facilita esa tarea esencial de verificación. Considero que es un ejercicio obligatorio para el que difunde y consume información. Contrario a lo que se pueda creer, pienso que las noticias falsas se convierten en una oportunidad para que el periodismo muestre su valor.
¿Cómo es el proceso para organizar la información verificada y escoger los temas a tratar, particularmente en este tiempo de pandemia?
Creo que escoger los temas ha sido uno de los mayores retos, lecciones y aprendizajes en un contexto muy complejo. En el caso nuestro, tenemos un consejo de redacción para cada noticiero, en el cual se analizan y asignan los temas. Yo participo principalmente en el que corresponde al noticiero del mediodía. Creo que, al igual que en otros aspectos, los medios de comunicación no estábamos preparados. Este ha sido, sin dudarlo, un reto para el periodismo de calidad. Estoy convencida de que la única forma de hacer la diferencia en medio de tantas fuentes, confusión y esta guerra de desinformación es con rigor, creatividad, compromiso, ética y autorregulación. Espero que se abra camino para el periodismo científico y que tome el lugar que le corresponde.
Su incursión en los medios de comunicación estuvo ligada a la participación en su rol de médica en el “El desafío”, ¿dudó, en ese entonces, en aceptar la propuesta?
No lo dudé. Simplemente cuando me hicieron la propuesta dije: ¿por qué no? Tengo que admitir que lo hice desde la curiosidad por conocer un mundo ajeno al que yo vivía y sobre el que se tienen muchos prejuicios. Pero no me equivoqué al aceptar la oferta. Fue una tremenda experiencia. Es divertido mirar hacia atrás porque les huía a las cámaras. En las pocas entrevistas que di fui muy seria y técnica: ¡me da risa verme! No me alcanzaba a imaginar que eso se convertiría en mi día a día.
¿Cómo fueron sus primeras apariciones en televisión, ya como presentadora de temas médicos?
Tengo clarísimo el recuerdo, como si fuera ayer. Esas primeras apariciones fueron para hablar sobre influenza, estábamos en pleno pico de enfermedades respiratorias (2005). Todo fue nuevo, me costó mucho el tema del tiempo, me parecía lo más retador. ¿Cómo puedes hablar en un minuto y medio de un tema tan amplio? Pero logré adaptarme, poco a poco se desarrolla capacidad de síntesis para lograr lo más importante: tener un mensaje claro, conciso y útil. Creo que fue la oportunidad perfecta que me puso la vida para hacer salud pública. Estoy convencida de que mi labor, desde los medios de comunicación, es otra forma de hacer medicina.
¿Cuál ha sido su momento al aire más difícil de sortear?
El cubrimiento de lo que pasó con la vacunación contra el VPH (virus del papiloma humano) en el Carmen de Bolívar fue un momento muy difícil y doloroso. Pero el más complejo y largo ha sido esta pandemia. Muchas veces he sentido frustración e impotencia. Tengo que confesar que en varias ocasiones, al comienzo, lloré. Así que tuve que repetirme las palabras que, precisamente, sobre el Carmen de Bolívar, alguien me dijo: “Una golondrina no hace verano”. Entendí que solo puedo aportar un granito de arena y que sola no puedo cambiar las cosas. Eso me ayudó para seguir y hacer mi trabajo lo mejor que puedo.
¿Qué reparo tendría frente al fenómeno de la virtualidad?
La virtualidad llegó para quedarse y transformar la forma en la que nos comunicamos e interactuamos. Creo, sin dudarlo, que tiene enormes ventajas, veamos nada más la pandemia. El virus nos encerró en nuestras casas, pero la virtualidad nos permitió seguir conectados con el mundo. Por supuesto, tiene su lado flaco. La sobreabundancia de información, la velocidad a la que se propaga (en especial la errónea y mal intencionada), la falta de filtros a las fuentes y la calidad de los contenidos se convierten en una amenaza. No podemos erradicar estos fenómenos, pero sí mejorar la respuesta desde diferentes frentes y, por supuesto, dándole a la población mayores herramientas de verificación, pensamiento crítico, alfabetización mediática, digital e informativa y, en este caso, en ciencia.
En 2014 publicó “Doctora, ¿qué hago?”, un libro en el responde inquietudes médicas. ¿Tiene planes de publicar otro libro?
Por supuesto, siempre he querido volver a hacer no uno, sino varios libros. Y, especialmente, durante esta pandemia, en algunos momentos he pensado: ¿y si recopilo los pequeños capítulos que escribo todos los días? Pero como reza el dicho: lo urgente no deja tiempo para lo importante. O tal vez es falta de disciplina. En todo caso, espero poder hacerlo nuevamente.