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¿Entonces realmente nos molestan las mentiras o las personas que nos mienten? Pensémoslo.
En días pasados en nuestro país ocurrió uno más de esos sucesos que algunos llaman: “una vergüenza nacional”, otros con sarcasmo lo compartieron diciendo: “imagínate vivir en Suiza y perderse de esto”, y el resto no distinguía en su momento, entre esa delgada línea de si era una “fake news” o una “real, realísima y colombianísima news”. Un titular digno de Actualidad Panamericana.
Sin importar cómo lo digirió cada persona de intachable moral, recordemos esa noticia que por horas nos hizo famosos como país -una vez más- y fue la fantasía y el engaño de una muchacha barranquillera de nombre Geraldine, que mintió y sobredimensionó su talento, su experiencia y sus credenciales laborales, a tal punto de asegurar haber animado gran parte de la película El niño y la garza del conocido Studio Ghibli de origen Japonés.
Ya la mayoría por curiosidad o por oficio o por casualidad, conocimos los detalles de tremenda noticia, que nuevamente nos ubicó en el mapa de las historias del tercer mundo, no precisamente de la forma que nos enorgullece, porque claro, en el primer mundo, nadie miente -guiño guiño-.
Pero aparte de juzgar y burlarnos y cuestionar a Geraldine, porque acéptelo, usted que está leyendo esto también la juzgó y muy posiblemente se burló y no pasa nada pero, aparte de hacer eso que la mayoría hizo, hagamos lo que Geraldine no hizo, seamos honestos y preguntémonos ¿quién no ha fantaseado con la vida, el reconocimiento y los logros que le gustaría tener y no tiene? Seguramente algunos dirán que no lo han hecho y si su respuesta es: “no, yo no”, hay dos posibilidades, o usted es un ser de luz y mis respetos, o le hace falta mucha luz a su vida, pero algo excepcional le pasa. Al resto de mortales, los que respondimos sí, pues es normal, no somos excepcionales. Eventualmente pensarse alcanzando eso que uno sueña o fantasear con ser famoso, aclamado, una celebridad, es algo que hacemos los humanos, así somos, fantaseamos -afortunadamente-.
Entonces, si es normal fantasear y si solo fue alguien que fantaseó a un extremo deshonesto ¿qué es lo que tanto nos molesta, cuál es esa “vergüenza nacional”?
La vergüenza son dos cosas: ¿cómo alguien es tan descaradamente fantasiosa, cómo es eso posible? Y cómo es que a una persona así, algunos medios de comunicación en ese frenesí de captar visitas a sus páginas y de no quedarse atrás en publicar lo que es noticia, simplemente le dieron voz, creyeron en la muchacha de Barranquilla, y ahí vino una serie de sucesos que no estoy segura de que no pasen en el primer mundo, pero en el tercero como el nuestro, hace parte de la agenda nacional. Y hablo de tercero y primer mundo porque esta fantasía de Geraldine escondía eso, una colombiana soñando con la belleza que Japón comparte al mundo, qué le hacemos. En esa fantasía me identifico con Geraldine. Bendito seas Miyazaki.
Geraldine Fernández, de un chisme en WhatsApp a noticia nacional
Y mientras Geraldine se volvía portada impresa y digital de periódicos regionales y nacionales, tendencia en las redes sociales y una nueva colombiana que admirar, la misma curiosidad por la vida del otro que mueve a muchos, se encargó de desmentir semejante película que tenía -tiene- en su cabeza, porque a nosotros nadie nos va a engañar, eso jamás, quién se cree Geraldine, mintiéndonos de esa forma. Porque no, no somos un país donde expresidentes mienten sobre sus cursos en Harvard, o funcionarios públicos adquieren cargos con hojas de vida falsas, o músicos roban letras de otros artistas, o publicistas ganan premios con ideas que reencaucharon y vendieron como propias.
No aquí nadie nos va a engañar, nadie dice que le encantó la comida de su pareja o amigos o familia cuando en realidad le pareció fea, no, incapaces seríamos todos, nosotros no mentimos, ningún empleado diría que ama a su jefe cuando en realidad lo odia, ningún policía omitiría que pidió doscientas mil razones para ignorar la infracción, ningún cura diría que se quedó callado ante el pecado de sus colegas, ningún amigo o amiga nos diría que nos vemos mal cuando nosotros pedimos a gritos que nos halaguen, ningún padre o madre diría que su hijo recién nacido es hermoso cuando ni siquiera entiende sus facciones, nadie dijo nunca: “te amaré por siempre” antes de irse. Nosotros no mentimos.
Todo lo anterior son esas mentiras aceptadas y aceptables en las que se basa una sociedad y muchas de las relaciones para ser vivibles, porque ¿se imaginan el caos si nadie mintiera? nadie, ni una mentira, ni pequeñita ni piadosa ni nada. Solo la verdad.
¿Entonces realmente nos molestan las mentiras o las personas que nos mienten? Pensémoslo.
Aclarando que no admiro ni creo que haya sido inteligente lo que hizo Geraldine, en realidad lo que no soportaríamos sería que todos dijéramos siempre la verdad, preferimos la mentira cuando nos conviene, cuando nos alivia, cuando nos mantiene en el engaño - fantasía- de nuestras vidas ejemplares y perfectas.
Así que Geraldine tú tranquila, que así como a ti -guardando las proporciones-, a todos nos gustan las mentiras.
Pdta: Vean el Niño y la garza y luego pensemos en las enseñanzas de esa otra fantasía de película.