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La danza podría remontarse a los rituales que se hacían en las diferentes culturas para conmemorar eventos importantes. Estas expresiones estaban entonces ligadas a los sentimientos y los estados de ánimo, convirtiendo dichos rituales en una expresión personal e íntima. Pero con el tiempo, la danza se ha convertido también en una herramienta para hablar del cuerpo como un todo, como un territorio donde acontece la vida. La danza es mucho más que baile, es una filosofía de vida. Es la forma innata de expresión y comunicación, es la comunidad y el arte, la exploración y la sociedad. Es libertad.
Para los integrantes de la Compañía de Danza del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, durante estos tiempos de pandemia la danza ha sido eso, su manera de contarle al mundo lo que pasa por sus cabezas y sus cuerpos. La danza les ha dado libertad dentro de este confinamiento involuntario. Es así como nació Incluso la noche misma está aquí, la nueva obra de la agrupación, que cuenta con coreografía y dirección de Sarah Storer y se estrenará el próximo sábado 15 de mayo a las 11 a.m., en el Teatro Mayor.
Esta pieza nació el año pasado durante la cuarentena, cuando la coreógrafa y directora británica se dio cuenta de que la restricción involuntaria del espacio moldeaba la forma de relacionarse con los demás y con uno mismo. “Las restricciones durante el año pasado afectaron nuestras relaciones, pues empezaban a depender del tamaño del espacio, de si es pequeño o muy grande; depende de con quién estás, si estás en grupo, con otra persona o si estás solo. Entonces esta pieza es acerca de cómo el espacio afecta las relaciones, incluida la relación con uno mismo”, afirma Storer.
Sin embargo, esta tan solo fue la idea inicial. El proceso creativo por el que pasó la compañía estuvo lleno de trabajo en equipo y de socialización de lo que cada uno de sus miembros sentía y componía con su cuerpo. La puesta en común empezó a partir de una fotografía que la directora les dio a sus bailarines. Basados en ella, cada uno creó un solo de danza y las observaciones de los movimientos e interpretaciones de cada bailarín dieron como resultado la unión de sus diferentes lenguajes corporales. Storer incluyó un poco de todos y luego lo mezcló con su propia danza y fue así como la coreografía empezó a tomar forma.
Después de meses de preparación y ensayo, esta pieza se estrenará en el Teatro Mayor. Sobre el escenario, el público podrá disfrutar de una coreografía que juega con el espacio por medio de diferentes recursos escénicos. Las luces, por ejemplo, desempeñarán un papel importante en tanto que son las que definirán el espacio, más grande o más pequeño, así como un cubo de acrílico que, además de delimitar el espacio también, se usará para que los integrantes bailen dentro, fuera o sobre él.
En esta pieza no existe una narrativa directa, afirma Storer. Esta coreografía, que se ambienta en la década de 1940 en un hospital psiquiátrico, se convierte en una metáfora de lo que representa la restricción involuntaria del espacio. Los personajes están habitando un espacio en el que no necesariamente quisieran estar.
Los protagonistas de esta historia son cinco pacientes, un doctor, un cirujano y una enfermera, quienes coexisten dentro de un espacio limitado y se enfrentan a encuentros delicados por medio de solos, duetos o interacciones grupales.
“La música es muy importante, es de hecho de las partes más significativas de toda la coreografía para mí. En esta pieza particularmente quise que se sintiera la influencia cinematográfica”, revela Storer.
Como parte del repertorio de la pieza danzística habrá música que ha estado presente en producciones de directores como Sergio Leone o Tim Burton, lo que, según la directora, le da al montaje un ambiente surreal y extraño.
A partir de la estética y la música, dos recursos importantes en la coreografía, se exponen ciertos contrastes sobre el escenario, pues la música no se limita a la década de 1940 en la que se ambienta la historia. Es así como el repertorio abarca un espectro amplio de composiciones que van desde Henry Purcell, pasando por Beethoven y Vivaldi, hasta llegar a creaciones sonoras que aparecieron en renombradas películas como La naranja mecánica o Érase una vez en el oeste.
“Para mí, en mi trabajo, es muy importante hacer algo que a todo el mundo le guste. No solamente a un pequeño porcentaje de personas afines a la danza contemporánea. Quiero hacer danza contemporánea y que esa expresión forme públicos y construya una comunidad que la disfrute”, recalca Sarah Storer, quien con cada pieza pretende ofrecerle al público un arte accesible para todos.
El proceso creativo de la Compañía de Danza del Teatro Mayor durante 2020 y 2021 ha dado como resultado la creación de diferentes piezas y programas que se han presentado tanto en escenarios presenciales como en plataformas virtuales.
En diciembre del año pasado se estrenaron sus obras Lilith el despertar y Retorno, con las que la compañía copó la capacidad permitida por el protocolo de bioseguridad de la sala principal del Teatro Mayor.