Jorge Enrique Botero, el reportero de la paz
El pasado sábado falleció a los 68 años el periodista y documentalista que, con sus imágenes, le mostró al mundo la cara más cruda del secuestro. “Yo me atreví, mis colegas no”.
Joseph Casañas Angulo
En 1995, a la redacción del Noticiero 24 Horas llegó una joven preguntando por Jorge Enrique Botero. En la recepción le dijeron que el periodista no podía atenderla, que estaba muy ocupado y que volviera luego. Ella no se movió del lugar. Estaba dispuesta a esperar el tiempo que fuera necesario.
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En 1995, a la redacción del Noticiero 24 Horas llegó una joven preguntando por Jorge Enrique Botero. En la recepción le dijeron que el periodista no podía atenderla, que estaba muy ocupado y que volviera luego. Ella no se movió del lugar. Estaba dispuesta a esperar el tiempo que fuera necesario.
A Botero, que estaba en carreras con la emisión del día, le dijeron que una joven muy terca insistía en hablar con él. Motivado por la curiosidad fue a buscarla. Ella, de baja estatura, tez morena, ojos chiquitos, y una cola de caballo en el pelo, le entregó una nota escrita a mano sobre un papel arrugado y sucio.
“Lo felicito por lo del premio Rey de España. Cuídese mucho. Saludos”, decía el mensaje firmado por Alfonso Cano, quien, en 2008, tras la muerte de Manuel Marulanda Vélez, “Tirofijo”, se convertiría en el máximo comandante de las Farc.
El periodista no lo podía creer. Con Cano habló varias veces cuando juntos integraron la Unión Nacional de Estudiantes Universitarios. Allí conoció a decenas de jóvenes estudiantes que luego optaron por empuñar las armas y meterse a las Farc. Para Botero, esa opción no estaba en los planes, pues consideró que desde el periodismo podía aportar de otra forma. Por eso, en contra de la voluntad de su familia, abandonó la carrera de Derecho e inició a estudiar periodismo en la Universidad Externado.
“No podía perder ese papayazo. Venga sumercé, le dije a la muchacha. Ahora llévele esta notica al hombre: ‘Gracias por el saludo. Me gustaría entrevistarlo’, le escribí. Dicho y hecho. Al mes reapareció la fulana. El viernes salimos de Bogotá y el lunes por la noche ya estaba de regreso. Esa entrevista fue en el Tolima, por allá en Planadas”.
Esa fue, tal vez, la primera vez que Botero entrevistó a un integrante de las Farc en armas, pero no fue la última, desde entonces el periodista empezó a recorrer un camino que le trajo tanto reconocimiento, como problemas.
La anécdota me la contó Jorge Enrique Botero en 2015, mientras el gobierno de Juan Manuel Santos dialogaba con las Farc en La Habana, Cuba, y el periodista, por invitación de Álvaro García, cubrió para Red + Noticias el avance de las negociaciones.
Su espacio en ese noticiero lo llamó “Diario del fin de la guerra”, un título arriesgado. Una promesa que pudo haberse quedado en eso, o que tal vez se quedó en eso. “Es un título que tiene sus riesgos. Me puedo llevar un gran fiasco. Puedo estar vendiéndole al televidente algo que no necesariamente esté garantizado que suceda, pero vale la pena imprimirle, en estos días de escepticismo, algo de optimismo a la cosa. Voy a procurar hacer un diario, tanto de lo que es público, como de lo que pasa en la tras escena. Apelando a todas las fuentes que tengo y que he cultivado en estos años”.
En aquella charla, Botero habló de un cáncer que casi lo mata. Y para hacerlo recordó cuando, en la espesa selva en el departamento de Arauca, mientras entrevistaba a Martín Sombra, el carcelero de las Farc, rechazó un vodka que el guerrillero le ofreció. Por aquel tiempo, el periodista se recuperaba de un extenuante tratamiento contra un cáncer sublingual. El tratamiento para atenuar los afectos de las terapias se lo practicó el médico Santiago Rojas, por recomendación de su hermana.
Según Botero, una vez el médico le dijo que ese cáncer era frecuente en personas muy expresivas, y que de un momento a otro silenciaban.
El pasado sábado, la periodista Cecilia Orozco Tascón trinó: “Jorge E. Botero fue un periodista a carta cabal. Hoy, día de su muerte, lo alaban, pero ¿cuántos lo hicieron a un lado y lo dejaron solo por ejercer su reportería en el mismísimo terreno de los hechos, lo que fue interpretado como un delito?”.
Botero estuvo sin trabajo durante diez años, después de que el expresidente Álvaro Uribe lo acusara públicamente de ser “publicista del terrorismo”. En febrero de 2009, durante el operativo de liberación del exgobernador del Meta Alan Jara, quien estaba en poder de las Farc desde el 2002, Botero se vio involucrado en una polémica con el entonces presidente Uribe.
El periodista, quien estaba en la zona de la liberación, en las selvas del Guaviare, llamó a Telesur, canal del que fue fundador, para denunciar que la Fuerza Aérea estaba sobrevolando la zona de la liberación, pese a que el gobierno había prometido no hacer sobrevuelos. Esa situación puso en riesgo el operativo. Al final del día, ya con Alan Jara en compañía de su familia, Uribe señaló que Botero, “se escuda en su condición de periodista para ser permisivo cómplice del terrorismo”.
“Eso fue como si me colgaran una lápida. Me costó muchos problemas, me tocó salir del país, y amenazaron a mi familia. Además, quedé fuera del mercado laboral. Después de que un Presidente dice eso, vaya y consiga trabajo. Después de eso mantuve mis relaciones con los colegas, incluso con los directores de medios, pero no me contrataba nadie”, me dijo en aquella charla de 2015 mientras se tomaba un tequila que empujó con una cerveza.
Hoy, pocos recuerdan que fue gracias a Botero que los colombianos pudieron ver, literalmente, la crueldad del secuestro. En el 2000, cuando trabajaba para Caracol, con autorización de Víctor Julio Suárez Rojas, “El Mono Jojoy”, el periodista le mostró al país cómo, tras cercas de púas y alambres, sobrevivían los 500 militares y policías que terminaron en poder de las Farc tras los ataques en Puerto Rico (Meta), Mitú (Vaupés), Miraflores (Guaviare), y El Billar (Caquetá).
“Llevaba jodiendo hacía rato con las Farc para que me dejaran meter una cámara en donde tenían a los secuestrados. Estando en esas, me llegó un mensajito al edificio donde vivía. Y listo, duré metido en la selva 20 días”. El material salió publicado, inicialmente, en la Revista Semana, y luego en canales internacionales.
Botero era perspicaz, desconfiado del poder, soñador y una buena pluma. El sábado pasado inició un viaje del que no tendrá retorno, sin embargo, su huella ya quedó marcada.
“Hay muchos colegas que, sencillamente, me califican como el periodista de las Farc, pero yo me he atrevido a ir al otro lado. Ellos no”, dijo en el documental “El fin de la guerra”.