Juan Carlos Messier, actor para siempre
El artista habla de su carrera en la actuación, de cómo se prepara ante cada personaje y de los retos que ha afrontado en su oficio.
Un chat con...
¿Cómo llegó a la actuación?
Desde muy pequeño era mi sueño, mi pasión. Llegué de Santa Marta a Bogotá a estudiar mercadeo porque necesitaba estar en la plaza donde se mueve la televisión. Luego vendí mi trabajo de grado a un inversionista para montar un negocio. A esa empresa llegó Laura de Dios, quien me presentó a su hermana Silvia de Dios, una gran actriz colombiana. Después de tanto tratar de entrar al medio, ella me abrió puertas e intentó mostrarme un camino.
¿Qué hizo antes para entrar a la televisión?
Llamaba a mánagers y me decían: “¿Y tú quién eres?”, yo les decía “Juan Messier”. Me preguntaban qué había hecho profesionalmente y al responder que nada, me contestaban: “Cuando hayas hecho algo nos llamas”.
¿Cuál fue su primer papel en televisión?
Fue una audición para un protagónico en Infieles anónimos. Ahí me di cuenta de las posibilidades que tenía, pero también de mis debilidades.
¿Hace cuánto fue esa audición?
Dieciséis o diecisiete años, más o menos.
¿Consiguió ese papel?
Sí, pero lo rechacé. Consideré que era muy pronto. Volarse etapas y peldaños es nefasto, porque si uno quiere una carrera responsable, todo debe ser paso a paso. Para muchos hubiera sido algo increíble, pero para mí no, porque siempre me he planteado mi profesión a largo plazo. Lo que busco no es ser protagonista o antagonista, sino ser feliz y divertirme mucho.
Entonces, ¿qué hizo después de esa audición?
Seguí preparándome. No podía dedicarme a estudiar, porque tenía que trabajar para vivir, entonces tomaba talleres. Estuve en uno con Marcela Benjumea y otro con el director de actores, Juan Pablo Félix, que recuerdo y respeto muchísimo.
¿Ha trabajado después de eso con él?
Nunca. Se fue de mi vida. Lo que él me enseñó, me acompaña, porque fue un taller muy bien enfocado. Y estoy hablando de hace 15 años.
¿Cómo prepara cada personaje?
Utilizo mi experiencia de vida en función del personaje y lo que no tenga, lo busco. Hago una investigación de mercados. Evalúo el producto, qué necesita el personaje, dónde lo tengo que buscar, si lo consigo en un lugar o en varios. Luego lo trabajo.
¿Cuánto tiempo se demora en todo este acercamiento?
Hasta el día de hoy no puedo decir que tengo al personaje en el primer mes de trabajo. Aunque lo ideal es que lo cojas lo más rápido posible. Sinceramente, me he demorado hasta dos o tres meses en llegar a cierto punto en el que me fluye.
¿Cuál ha sido el papel más retador?
Pascual Shewin, un homosexual que hice para Amor en custodia. Quería que fuera un homenaje. Era la historia de un ejecutivo que salió del clóset y encontró un gran amor. Tuve que estudiarlo para poder representarlo bien.
¿Y la experiencia más complicada?
Una es Pascual Shewin, porque quería honrar a los homosexuales. Otro fue el primer antagónico que me dieron en Tiro de gracia, con Caracol. Lo estudié mucho, su lenguaje no verbal, psicología, motivaciones. Fue muy agotador.
¿En qué trabaja ahora?
En la novela El héroe discreto, de Caracol. Hago un personaje antagónico que se llama Claudio, que por sus vivencias tiene muchos conflictos que lo llevan a buscar cosas que de pronto no tienen un buen desenlace.
¿Se siente cómodo con los antagónicos?
Tienen más cosas que hacerles. Normalmente están llenos de errores y maquinaciones. Me fascina la conducta humana y las razones por las que las personas a veces hacemos cosas.
¿Qué le diría a alguien que quiera ser actor?
Que los grandes límites en el camino se los ponen ellos mismos, que se despejen todas las ideas negativas, todo se puede lograr, prepárense, porque así tienen más probabilidad de surgir en un medio tan competido, y, por último, ser humildes, porque perderla es construir una muralla que no lo deja progresar.
¿Ha pensado en dejar la actuación?
Jamás, no sé hacer otra cosa.
¿Cómo llegó a la actuación?
Desde muy pequeño era mi sueño, mi pasión. Llegué de Santa Marta a Bogotá a estudiar mercadeo porque necesitaba estar en la plaza donde se mueve la televisión. Luego vendí mi trabajo de grado a un inversionista para montar un negocio. A esa empresa llegó Laura de Dios, quien me presentó a su hermana Silvia de Dios, una gran actriz colombiana. Después de tanto tratar de entrar al medio, ella me abrió puertas e intentó mostrarme un camino.
¿Qué hizo antes para entrar a la televisión?
Llamaba a mánagers y me decían: “¿Y tú quién eres?”, yo les decía “Juan Messier”. Me preguntaban qué había hecho profesionalmente y al responder que nada, me contestaban: “Cuando hayas hecho algo nos llamas”.
¿Cuál fue su primer papel en televisión?
Fue una audición para un protagónico en Infieles anónimos. Ahí me di cuenta de las posibilidades que tenía, pero también de mis debilidades.
¿Hace cuánto fue esa audición?
Dieciséis o diecisiete años, más o menos.
¿Consiguió ese papel?
Sí, pero lo rechacé. Consideré que era muy pronto. Volarse etapas y peldaños es nefasto, porque si uno quiere una carrera responsable, todo debe ser paso a paso. Para muchos hubiera sido algo increíble, pero para mí no, porque siempre me he planteado mi profesión a largo plazo. Lo que busco no es ser protagonista o antagonista, sino ser feliz y divertirme mucho.
Entonces, ¿qué hizo después de esa audición?
Seguí preparándome. No podía dedicarme a estudiar, porque tenía que trabajar para vivir, entonces tomaba talleres. Estuve en uno con Marcela Benjumea y otro con el director de actores, Juan Pablo Félix, que recuerdo y respeto muchísimo.
¿Ha trabajado después de eso con él?
Nunca. Se fue de mi vida. Lo que él me enseñó, me acompaña, porque fue un taller muy bien enfocado. Y estoy hablando de hace 15 años.
¿Cómo prepara cada personaje?
Utilizo mi experiencia de vida en función del personaje y lo que no tenga, lo busco. Hago una investigación de mercados. Evalúo el producto, qué necesita el personaje, dónde lo tengo que buscar, si lo consigo en un lugar o en varios. Luego lo trabajo.
¿Cuánto tiempo se demora en todo este acercamiento?
Hasta el día de hoy no puedo decir que tengo al personaje en el primer mes de trabajo. Aunque lo ideal es que lo cojas lo más rápido posible. Sinceramente, me he demorado hasta dos o tres meses en llegar a cierto punto en el que me fluye.
¿Cuál ha sido el papel más retador?
Pascual Shewin, un homosexual que hice para Amor en custodia. Quería que fuera un homenaje. Era la historia de un ejecutivo que salió del clóset y encontró un gran amor. Tuve que estudiarlo para poder representarlo bien.
¿Y la experiencia más complicada?
Una es Pascual Shewin, porque quería honrar a los homosexuales. Otro fue el primer antagónico que me dieron en Tiro de gracia, con Caracol. Lo estudié mucho, su lenguaje no verbal, psicología, motivaciones. Fue muy agotador.
¿En qué trabaja ahora?
En la novela El héroe discreto, de Caracol. Hago un personaje antagónico que se llama Claudio, que por sus vivencias tiene muchos conflictos que lo llevan a buscar cosas que de pronto no tienen un buen desenlace.
¿Se siente cómodo con los antagónicos?
Tienen más cosas que hacerles. Normalmente están llenos de errores y maquinaciones. Me fascina la conducta humana y las razones por las que las personas a veces hacemos cosas.
¿Qué le diría a alguien que quiera ser actor?
Que los grandes límites en el camino se los ponen ellos mismos, que se despejen todas las ideas negativas, todo se puede lograr, prepárense, porque así tienen más probabilidad de surgir en un medio tan competido, y, por último, ser humildes, porque perderla es construir una muralla que no lo deja progresar.
¿Ha pensado en dejar la actuación?
Jamás, no sé hacer otra cosa.