Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Esta es la vida de Juanes, una vida en caleidoscopio, en tornasol, con tonos magenta, azul celeste, amarillo, gris, negro y blanco, con oscuridades y luces, con silencios, soledades, exceso de guitarras y gente gritando a todo volumen. Pero también una vida sencilla, de abrazos y besos en las mañanas, domingos de pereza, viernes de fiesta, almuerzos familiares, dolores compartidos y sueños a merced del tiempo. Una vida simple, común y corriente, que se viste de gala, de frac, charol y colonia especial cada que las luces se encienden.
No todos seríamos capaces de vivir su vida, su obsesión, su juicio y disciplina, sus noches de poco sueño y las giras interminables, los aviones de acá para allá, la presión, las fotografías, los comentarios y las críticas. Y justamente por eso nació este texto, para acercarnos a su humanidad, a sus poros, a su manera de respirar, a su forma de entender la vida, de aferrarse a su pasado y de pensar en el presente, por su manera de amar la música, de percibir la política, la religión, la familia y para vivir de cerca, a través de las historias, esa sonrisa que se dispara cuando algo lo hace feliz.
Queda muy poco tiempo para que Juanes celebre su quincuagésimo aniversario, y ese número, el 50, ha sido un itinerario valioso de pérdidas, coincidencias, aprendizajes. Ha vivido 49 agostos desde el año 72, más de 18.000 días, con minutos, segundos, amaneceres, caídas de sol, tristezas, muchas alegrías y canciones compuestas, coreadas, lloradas, y hasta fallidas.
Cumplir 1.576.800.000 segundos, medio siglo, parece que no es tan malo, de hecho es bueno, pues trae consigo la madurez de vivir de las cosas simples y de disfrutar la vida de verdad. Por eso, ahora Juan se encuentra en el lugar en el que siempre quiso estar, con la tranquilidad y el amor de su familia en el bolsillo derecho y con la música y su guitarra en el izquierdo. Juanes hizo lo que muchos hombres intentan y pocos logran: arriesgarlo todo, empezar desde cero, lanzarse al vacío con dolor en el estómago, cerrar los ojos y enfrentar fantasmas, huracanes y tormentas. Hizo lo que muchos hombres intentan y pocos logran, perseguir el sol y no herirse, no quemarse ni ver su universo arder; por el contrario, brillar y lograr un sueño tan difícil de alcanzar como el mismo sol.
Que a Juanes, a ese músico que nos cambió la vida, aún le queden muchos años, que la deriva siga siendo emocionante, que siga la esperanza altiva, que su café no se enfríe y el ejercicio nunca pare. Que siga recibiendo cariños de la familia, amor de su esposa y alegría de sus hijos. Que su camisa negra siga intacta, que el rezo de “A Dios le pido” se multiplique para todos, que la fotografía se siga revelando una y muchas veces más, que la paga llegue a buen recaudo y se convierta en ahorro, que la mala gente deje de serlo y se convierta en gente que cambia el odio por amor, que la sangre derramada se transforme en gotas de agua dulce y los besos en guerra sean solo un juego de niños. Que no haya nada imposible, que creamos en el jamás.
Que no sea solo por ti, ni por mí, sino por todos, y que la esperanza de volverte a ver sea un abrazo fraterno y largo. Ojalá que él, Juanes, siga sonriendo, que lleguen muchas más historias, que sus guitarras y melodías sigan retumbando, con pasión y locura, en las paredes de bares en todo el mundo, que su música se siga transportando misteriosamente de continente a continente y que su canción favorita aún esté por venir.
La música es mi vida, pero mi vida es muy corta para todo lo que me gustaría vivir, para todas las canciones que me gustaría escuchar y cantar, y además para todo lo que desearía escribir. Justo por eso nació esta historia, para vivir una vida o muchas vidas distintas a la mía, para ponerme en los zapatos de otra persona y poder respirar historias ajenas. Allí empezó el afán por perseguir a Juanes, en gira y fuera de ellas, en conciertos y en el sofá de la casa de su madre con el pecho hinchado de amor, en sesiones de fotos o entrevistas, con fanáticos y sin ellos, en compañía y en soledad.
Este libro nació para entender las sombras y momentos más luminosos de la vida de un soñador que se convirtió en una estrella incandescente. La experiencia que queda luego de asomarse con cariño y dedicación a esta historia, es la de encontrar una vida que ha sido puente para cumplir los sueños de otros, la existencia de un hombre tan grande que se hace chico para brindarle cariño a los demás.