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No hago ningún esfuerzo por recordar. No me gusta la nostalgia. No hay nada peor que intentar recuperar los viejos tiempos. Para mí, pecar de nostálgico es la mejor forma de reconocer una derrota creativa. Tal vez por eso y por mi talento fui el director creativo de Chanel, Fendi y mi marca homónima. Durante más de 60 años estuve en el mundo de la moda. Era, hasta este martes, el único que seguía vigente de mi generación. (Lea: Murió el icónico diseñador Karl Lagerfeld)
Cuando empecé como director creativo de Chanel, en 1983, nadie quería ponerse esa ropa ni llevar los accesorios. Nadie vestía Chanel. Así que me lo tomé como un reto. Los dueños me dieron carta blanca para crear, para hacer algo que funcionara, pero sin presión. Si no lo conseguía, venderían la marca, pero ellos insistieron en que con mi llegada vendría el éxito. Así fue. Me atrajo la idea de resucitar algo que estaba muerto.
Todos dicen mucho sobre mí. Que soy el “káiser de la moda”, que tengo un perfil de estrella de rock, que soy polémico. Todos dicen cosas. He visto cientos de titulares, cientos de periodistas intentando sacar mis frases más controversiales. Hablan de mi edad, que no me gusta revelar, quizás por vanidad o por continuar formando mi leyenda: dicen que tengo 85 años; de mi gata Choupette Lagerfeld y su cuenta de Instagram; de mi gusto por el iPod: tengo como 300.
Pero lo cierto es que fui un niño muy mimado. Incluso cuando era pequeño y en plena posguerra, mis padres, un empresario dedicado a los lácteos y una violinista, me regalaron seis bicicletas. No las compartía con los otros niños porque me gustaba que se pusieran celosos. Tal vez por eso tengo la capacidad de vender deseo.
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En 1952, tras la Segunda Guerra Mundial, empecé en la moda cuando mi mamá me dijo que saliera de ese pueblo porque era muy elegante para seguir ahí. Me trasladé de Hamburgo a París cuando tenía 19 años. En 1954 me gané un concurso en el que estaban de jurados Pierre Balmain y Hubert de Givenchy. En 1955 fui el aprendiz de Jean Patou.
Me interesan casi todos los aspectos de la cultura y siento que todos me influyen de alguna manera. No existe una regla sobre lo que es inspirador y cómo puede afectarme. Para mí, lo que funciona es observarlo todo y luego olvidarme de ello y rehacerlo a mi modo. Me gustan el cine y la lectura, soy un especialista en los siglos XVIII y XIX, con solo leer un par de páginas me inspiro e imagino toda una colección.
Empecé como director creativo de Chloé y a colaborar con Fendi en 1965. En 1984 saqué mi propia marca. En 1987 comencé con la fotografía, otro aspecto del arte que disfruto explorar, haciendo las fotos para las campañas de Chanel. En 2004 colaboré con una colección cápsula para la marca de moda rápida sueca H&M. Fue muy divertido ver a miles de personas haciendo fila durante horas para conseguir uno de mis vestidos por un precio económico. Me encantó esa alianza porque creo que cualquiera puede vestir chic a base de prendas baratas. Hay diseños elegantes en cualquier nivel económico. Puedes ser la persona con más estilo del mundo tan solo con una camiseta y unos vaqueros; el factor diferencial eres tú. (En fotos: Así era Karl Lagerfeld, la leyenda de la moda)
Nunca estoy satisfecho con lo que hago y eso es lo que me impulsa a seguir creando. Creo que el secreto para que mi leyenda sobreviva es mi gran sentido del humor y mi total falta de respeto. Me gusta decir lo que pienso; lo heredé de mi madre. He opinado sobre las pieles, los modelos, los tatuajes. Dije que Adele estaba muy gorda, llamé a la princesa Diana guapa y dulce pero tonta, mencioné que Michelle Obama se vestía mal. He dicho frases fuertes. Es lo que dicen.
Sé que estoy en un mercado muy cambiante. Me gusta reinventarme y ofrecer puestas en escena increíbles para mostrar las nuevas colecciones, hago 12 al año, ocho para Chanel, dos para Fendi y dos para mi marca. Estoy seguro de que Coco odiaría algunas cosas que hago. Sin embargo, Chanel tiene una imagen y mi labor es actualizarla. Tengo que encontrar mi propia identidad. Tengo que ir desde lo que la firma era hasta lo que debería y podría ser hoy. En la colección que presenté en París para la temporada primavera/verano 2019 mostré, en medio de una playa artificial bajo el Grand Palais de París, el clásico modelo de la firma, compuesto por una chaqueta de tweed y una falda lápiz a la rodilla, creado por Coco, pero con mi estilo: juvenil, con colores pasteles, texturas y combinaciones.
Tengo una imagen icónica. Me reconocen por mis gafas de sol, las que nunca me quito porque soy miope y si me las llegara a quitar no quiero parecer un perrito que quiere ser adoptado; las camisas de cuello alto, en especial blancas; los sacos ajustados; los guantes de cuero, quizás los uso porque mi mamá me dijo que mis manos eran feas, y el pelo recogido en una coleta. En mi libro The Karl Lagerfeld Diet, de 2005, les cuento la historia de cuando perdí 40 kilos, los que nunca quise volver a recuperar, para utilizar la línea de Hedi Slimane para Dior.
Todos hablan de mí. Yo sé cuan molesto, imposible y difícil de complacer puedo ser. No me recomiendo a mí mismo como huésped de nadie. Muchas veces me decían que ya era hora de jubilarme, pero nunca lo hice. Cuando muera solo quiero desaparecer como los animales en la selva virgen.
*El texto se realizó con base en publicaciones de El País, Glamour y Vogue, de España; Gatopardo, de Colombia y el canal de televisión France 3.