“La cena de los idiotas”, donde el bobo vive del vivo
La obra, protagonizada por Fernando Arévalo y Raúl Ocampo, hace una reflexión a través de la comedia sobre la idiotez del ser humano.
Daniela Suárez Zuluaga
“Pecar por idiota” es una frase que en esta obra tiene varios contextos. ¿Es más idiota el que cree que todos los demás lo son? O, ¿es más idiota el que actúa con nobleza? El dramaturgo francés Francis Veber creó “La cena de los idiotas” para reflexionar sobre aquellas situaciones en las que una persona deja en evidencia su idiotez y pasa por encima de los demás.
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“Pecar por idiota” es una frase que en esta obra tiene varios contextos. ¿Es más idiota el que cree que todos los demás lo son? O, ¿es más idiota el que actúa con nobleza? El dramaturgo francés Francis Veber creó “La cena de los idiotas” para reflexionar sobre aquellas situaciones en las que una persona deja en evidencia su idiotez y pasa por encima de los demás.
Manolo Orjuela, director de la obra, adaptó esta historia y la puso en manos de los actores Nina Caicedo, Fernando Arévalo, Alejandro Estrada, Raúl Ocampo, Paula Estrada y Matías Maldonado, los seis personajes que hicieron parte de la cena más dramática y divertida de toda la semana.
El idiota perfecto
Francisco Piñón, interpretado por Arévalo, es un funcionario de la DIAN que fue invitado por Pedro Barrantes (Raúl Ocampo) a una cena en su casa. Lo que Piñón no sabe, es que está siendo víctima del club de los burladores, que invitan semanalmente a una persona que consideran tonta, ingenua e idiota. Piñón es el personaje perfecto para la cena de la semana: separado, solitario y y que fabrica esculturas con fósforos en sus tiempos libres para no perder la cordura. Noble y siempre con un “sí” como respuesta, Piñones acepta la invitación al encuentro que le dejará a Barrantes una lección de vida.
Fernando Arévalo, que ya había interpretado a Piñones hace casi veinte años en una adaptación hecha por el dramaturgo Mario Morgan, compartía entonces su papel con Cesar Mora. “En ese momento ambos teníamos mucho trabajo en televisión y no nos daban permiso de ausentarnos tanto. Menos mal ahora sí me autorizan porque los tiempos han cambiado. Gracias a esa obra entendí que un actor se hace en las tablas”, dijo Arévalo en entrevista para El Espectador. Hace aproximadamente dos décadas la obra estuvo en temporada durante meses gracias a su éxito.
Para el actor, “La cena de los idiotas” es una reflexión sobre lo nocivo de la superioridad. “Por eso existe el bullying, porque la gente quiere emprender una guerra contra lo diferente. A mi personaje lo consideran un tonto por tener buen corazón, y porque las maquetas que hace con fósforos se perciben como algo estúpido. Barrantes está convencido de la idiotez de mi personaje, pero luego se da cuenta de que el idiota es él. Esta obra ataca todo tipo de discriminación en una época de tanta desigualdad y racismo, me parece muy valioso que el teatro haya visto este mensaje y lo comunique”.
La comedia, más allá de hacer reír
La obra está construida por situaciones equívocas y torpes. Cristina Barrantes (Nina Caicedo), que interpreta a la esposa del antagonista, explica que en esa torpeza encontró el reto más grande: que el público viera todos esos incidentes como algo genuino. Caicedo dijo en la entrevista con este medio que esta puesta en escena no solo busca entretener.
“Considero que cuando la gente se identifica con las situaciones que ve, hay un impacto. Se ríen, se ponen tristes, bravos o sentimentales, y ‘La cena de los idiotas’ quiere dejarle al público esa enseñanza de que no siempre está bien señalar a alguien de idiota, cuando la idiotez tiene tantas formas de manifestarse y nosotros en algún momento también lo hemos sido”.
Hacer comedia en las tablas es retador, o así lo piensa Arévalo, quien admitie, que es una de las cosas más difíciles que ha hecho en teatro. Su argumento es que, si una comedia logra ser buena, atrapa al público, pero si pasa lo contrario, la obra fracasa. Dice que hay comedias ramplonas que recurren a la vulgaridad y hay otras que, por el contrario, muestran realidades porque se hacen en serio. “Hay que meterse en el papel y sacarlo adelante de la forma más genuina posible. Mala comedia hay mucha, y las buenas comedias son las que mantienen al público unido. Gracias a eso podemos hacer cinco funciones a la semana”.
Para Raúl Ocampo, su personaje de Pedro Barrantes fue más allá de la comedia y se convirtió en una catarsis. Aprovechó la oportunidad de interpretarlo para reflejar algunos sentimientos negativos que le dejaron varios momentos difíciles de su vida, entre ellos, la muerte de su esposa Alejandra Villafañe. “En un momento de mi vida tenía mucha amargura, frustración y rabia. Luego llegó este personaje con los mismos sentimientos, así que decidí utilizarlo a mi favor como una especie de ritual, como una terapia que me llevara a transformar esas emociones”.
La obra, que celebra su sexta semana en temporada en el Teatro Nacional La Castellana, aspira quedarse durante varios meses, dando funciones cinco días a la semana, y según los actores, ha tenido una buena recepción por parte del público. “Desde el estreno de la obra los comentarios han sido muy positivos porque tiene un ritmo de comedia bastante marcado, ‘La cena de los idiotas’ va agarrando al público y lo va llevando a un viaje muy divertido y reflexivo, creo que esta obra puede estar mucho tiempo en temporada, porque el voz a voz es muy bueno. La manera de saber si una obra es buena o mala, es por el voz a voz, así que habrá risas para rato”, finaliza Arévalo.