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La ‘Gorda’ Fabiola, destinada para hacer reír

La samaria fue una mujer polifacética que orbitó entre el periodismo, la política, la actuación y el humor. Un recorrido por su juventud, su llegada accidental a Sábados Felices y los sueños que dejó pendientes.

Alberto González Martínez
20 de septiembre de 2024 - 12:00 a. m.
Fabiola Emilia Posada falleció a los 61 años en Bogotá. / Revista Vea.
Fabiola Emilia Posada falleció a los 61 años en Bogotá. / Revista Vea.
Foto: ARCHIVO VEA

Desde que nació, la ‘Gorda’ Fabiola estaba destinada a hacer reír. Su registro civil dice que es oriunda de Santa Marta, una ciudad que huele a agua salada, como ella misma la describía, y su nombre aparece como Fabiola Emilia Posada Pinedo. Pesaba once libras y media y, según su madre, nació con dos dientes.

“Lista pa’ reir y hacer reir”, dijo la ‘Gorda’ Fabiola en una entrevista para El Espectador en el 2017.

Primero aprendió a reír y luego a hacer reír. En su adolescencia era la amiga que todas invitaban a las fiestas de cumpleaños. Allí se dio cuenta de que era ocurrente y sus comentarios tenían gracia. Hasta entonces, nunca pensó andar por los caminos de la comedia o la actuación, pero al destino le gusta jugar a las sorpresas. Le gustaba leer cuentos, estar informada y escribir crónicas. Su madre quería otra cosa. La envió a Bogotá a presentarse a medicina, carrera apetecida por toda madre costeña.

“Yo no puedo ver ni una gota de sangre. Decía, no, Dios mío, qué hago. Presentaba los peores exámenes en todas las universidades en medicina. No pasaba en ninguna. Entonces le dije a mi mamita que quería estudiar comunicación social y periodismo”, indicó en la misma entrevista para este medio.

Con su madre resignada de ver a su hija con la bata de médica, Posada se presentó a la Universidad del Externado a sus 20 años y pasó en su primer intento. El reto, entonces, sería adaptarse al cambio de ciudad. “Al principio, como toda persona de provincia y de tierra caliente, el frío me dio durísimo, pero ya después se va uno acostumbrando a toda la comida, la gente, a la idiosincrasia, a todo”.

Guardar historias

Cuando logró adaptarse a las dinámicas de la capital, y terminando su carrera universitaria, logró ingresar al medio económico La República. Lo hizo mediante su amiga Ana María Martínez, quien tenía cercanía con la familia Ospina, los dueños del medio de comunicación para aquella época.

Con ideas frescas de la academia y de su juventud, a los 20 años asumió el reto de hacer una revista femenina dentro del diario económico. Se llamaba “Contigo” y su eslogan era “De la mujer, para la mujer”. Allí escribía artículos de belleza, de moda y el horóscopo.

“Escribíamos el horóscopo y la semana siguiente a Libra, por ejemplo, lo pasaba para Géminis y así. -dijo mientras se reía-. Las señoras llamaban a preguntar quién hacía el horóscopo ‘porque es que me sale, el horóscopo me sale’. Por eso nunca he creído en el horóscopo”, relató la ‘Gorda’, quien también aseguró que allí vivió una experiencia “linda y divertida” en el medio.

Durante ese tiempo, y con los años venideros, la ‘Gorda’ Fabiola escribió cuentos y crónicas que nunca publicó. Dejó guardado, según mencionó, historias cuando viajaba en tren El Expreso del Sol. “No estoy diciendo, me voy a convertir en una García Márquez, no, por Dios, pero sí hay cosas que solo ocurren en la Costa y que las tengo marcadas”, aseguró. Esperaba el momento indicado para que vieran la luz.

Encontrarse con su destino

Pero su destino la encontró caminando por las calles bogotanas un miércoles 8 de marzo, según recordó. Pasaba por las afueras de los Estudios Gravi, que pertenecían a Caracol Televisión y R.T.I., y la llamaron de repente. Necesitaban a una mujer extra que fuera de talla grande para hacer el papel de maestra en un sketch de comedia. Le pagaron $8 mil y la siguieron llamando para papales similares.

En esas grabaciones siempre estaba Alfonso Lizarazo, el entonces director de Sábados Felices. Un día le informó sobre una vacante. Jacqueline Henríquez, una de las mejores humoristas del programa, salió del canal y necesitaban reemplazarla por otra mujer. Le dio un liberto y se quedó en el elenco.

“Lograr hacer de tu defecto físico una fortaleza, fue para mí lo máximo que me ha podido pasar. Se volvió un sello personal junto con el cabello. Mucha gente dice que me lo decoloro, pero desde los 14 años me comenzaron a salir las canas. Había un flaco, un cojo y faltaba la gorda. Entonces me meten a mí y tiene un éxito tremendo con el libreto que hicimos de la familia de los costeños con Álvaro Lemmon, que era el caimán, entonces Alfonso me dice, te quedas, te quedas”. Luego vendrían las buenas noticias y las malas.

Triunfar y decaer

Antes de cosechar sus éxitos, también estuvo en la política. Fue concejal de Bogotá, edil de la localidad de Suba y defendió las causas animalistas. Pero su segundo esposo, Nelson Polanía, la convenció de salir de ese mundo de la política y volvió a su carrera como humorista y actriz.

Estuvo en nueve producciones de televisión, siete de cine y cinco de teatro. Viajó por las ciudades colombianas llevando su humor le hizo giras en países como Buenos Aires, Santiago de Chile, Panamá, Caracas, Nueva York, Miami y Washington D. C.

“En la actuación, para aquellas personas que les encanta la actuación, cuando un personaje es creíble, es que lo estás haciendo bien, pero tienes que creértelo tú primero porque acuérdense que actuar, al igual que amar es un proceso interior, ahí les mandé la lección”.

Su gran época se vio tiznada sus 34 años cuando el médico le da la noticia de que tenía diabetes. Años después se le complicó la enfermedad y tuvo cuatro infartos. Lograron mantenerla con vida gracias a una operación a corazón abierto. Fue para ella como una segunda oportunidad en la vida. Luego vivió uno de los momentos que considera más felices y fue cuando logró casarse por la iglesia con su esposo Polilla, puesto que había trabas debido a su anterior matrimonio. “Toqué el cielo”.

Mucha gente le decía que debía operarse para bajar kilos, pero se negó porque era su identidad. Tuvo que hacerlo luego por salud, pero no sin dejar un presente en aquel registro civil que le dieron cuando nació en Santa Marta. Hizo registrar en él su seudónimo de “‘Gorda’ Fabiola” y sus escritos estarán en algún cajón queriendo ver la luz del sol que se expande en su Santa Marta, que aún huele a agua salada.

Alberto González Martínez

Por Alberto González Martínez

Vallenato formado en la Universidad de Antioquia. Escribe sobre música, cine y demás temas culturales.albertosartreagonzalez@elespectador.com

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