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¿Qué piensa de este reconocimiento?
Lo recibí con mucha emoción, pero también como un compromiso muy grande. Un premio no es un galardón, sino un impulso, más ahora que necesitamos valorar el derecho a la paz.
Usted le dedicó el premio a Jael Quiroga y a Piedad Córdoba, ¿por qué?
Jael ha tomado por más de 20 años el caso de la Unión Patriótica y lo ha llevado ante la Corte Interamericana. La vi trabajar desde el comienzo, a veces en una soledad impresionante. Y Piedad es una mujer emblemática a la que le han violado todos los derechos humanos.
¿Cómo ve la situación de los defensores en Colombia?
Muy grave. El lunes salió una lista con un montón de personas amenazadas. Quedé muy atemorizada con esas declaraciones del lunes de Francisco Santos, en las que dice que donde le toquen un dedo a Uribe incendian este país. Y creo que este país ya está lo suficientemente incendiado, lo que estamos tratando es de apagar el incendio.
¿Qué la hizo interesarse por llevar los temas del conflicto armado al teatro?
Creo que el imaginario de los colombianos está engatillado por tantos años de conflicto y que una manera de resolver eso es la cultura. Hay que trabajar un nuevo relato de la violencia, hecho por las víctimas y los creadores. El derecho al relato es un derecho humano.
¿Cómo contribuye el teatro a la reparación de las víctimas y a la construcción de memoria histórica?
Hay que reparar al país a través del universo simbólico. Necesitamos hacer muchas obras de teatro, murales, monumentos y escritos a la memoria. Si no lo hacemos quienes estamos del lado de las víctimas, lo van a hacer las telenovelas, que son la versión de los victimarios.
¿Cómo ve el tratamiento que se les ha dado a las víctimas en la mesa de negociaciones en Cuba?
Desigual. Aunque las víctimas que han ido son significativas, no creo que representen a todo el mundo. Además, todavía no sabemos quiénes son los autores intelectuales de las agresiones que han padecido. Esa verdad hay que construirla.
¿Cuál es el papel de los artistas en el posconflicto?
A mí no me gusta la palabra posconflicto, prefiero decir posacuerdos, porque después de que se firmen es que comienza el conflicto. El papel de los artistas es importante, pero poca gente se ha dado cuenta de eso. El establecimiento es tan inculto y tan poco sensible, que no lo valora.
¿Qué opina de los recursos que le invierte el Estado a la cultura?
Son una miseria, ni siquiera llegan al 1%. En cambio, Colombia tiene uno de los presupuestos militares más altos del mundo. Ahora, como no va a haber guerra, lo perentorio es que por lo menos el 2% del Producto Interno Bruto se dedique al arte.
¿En qué se invertirían esos recursos?
En aclimatar la paz en el imaginario de la gente, en que las víctimas empiecen a hacer la dramaturgia.
¿Cómo ha hecho para mantener durante 30 años el teatro La Candelaria?
Esa es la pregunta que me hago todos los días: cómo diablos nos vamos a mantener. Ahora estamos en una crisis económica tenaz, pero en un superávit creativo enorme.
En distintas ocasiones ha manifestado que ha sido víctima de persecuciones, ¿por qué?
Soy sobreviviente de la Unión Patriótica, en la que era encargada de la cultura en el país. Pero jamás hablo de eso, porque no me identifico como víctima. Respeto mucho a la gente que ha sufrido en carne propia. Vi caer a muchos hermanos, no de sangre, pero sí del alma.
¿Se exilió?
Nunca quise, sólo una vez me fui, pero regresé a los tres meses para hacer un recorrido durante varios años por los cementerios de este país.
¿Qué le quedó de su militancia en la UP y en la Juventud Comunista?
Una rebeldía interior que cultivo como si fuera un tesoro.
¿Conserva algo de nadaísta?
Todo. El nadaísmo forma parte de mi biografía personal, pero también de mi enciclopedia. Ahí me casé con la poesía.
¿Y de feminista?
Soy polifónica. El feminismo vino después y me ha ayudado a entender quién soy.
¿Les ha tocado más difícil a las mujeres en la guerra?
Sí, porque sobreviven con el duelo, los muertos, el desarraigo y el despojo. Por eso el 80% de las organizaciones de defensores de derechos humanos están en manos de mujeres.
¿Una mujer que la haya inspirado?
Tres: Jael, Piedad y Emily Dickinson.