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El caso de la desaparición y muerte de la británica Nicola Bulley ha puesto el foco sobre la inquietante explosión de detectives “amateur” que, alimentados por fantasías de las series basadas en crímenes reales, creen que pueden hacer el trabajo de la policía desde TikTok.
Cuando Nicola Bulley, consejera hipotecaria de 45 años, desapareció a finales de enero, dejando su móvil abandonado en un banco en medio de una llamada de trabajo, la cobertura mediática inicial fue discreta.
Tres semanas después, cuando su cuerpo fue hallado, el caso saturaba los medios tradicionales y en las redes sociales se desató una macabra carrera por ver quién lo resolvía.
Los detectives trabajaron desde el principio en la hipótesis de que Bulley, una mujer casada y madre de dos niñas, se había caído en un río cercano y se había ahogado. Le invitamos a leer: “El ángel de la muerte”, ¿a cuántas personas asesinó Charles Cullen?
Pero la incapacidad inicial de los submarinistas de encontrar el cuerpo supuso el pistoletazo de salida para que los fanáticos del mundo del “true crime” (crímenes reales) se lanzaran a especular sobre lo que supuestamente había ocurrido, sin tener en cuenta el dolor de la familia de la mujer desaparecida.
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La cobertura en redes alcanzó su cenit cuando un usuario de TikTok se grabó excavando potenciales lugares donde el cadáver podría estar enterrado y llegó a capturar el momento en que el cuerpo de Bulley fue finalmente sacado del río.
David Schmid, profesor asociado de la Universidad de Buffalo, en Estados Unidos, cree que el caso de Nicola Bulley atrajo la atención de los aprendices de detectives, que son habituales en los casos de su país. “La gente trata de implicarse más en estos casos (...) investigar y ofrecer distintos ángulos y ópticas sobre el crimen”, explica el profesor a la AFP. Además: La sórdida historia detrás de Jeffrey Dahmer, el asesino de la serie de Netflix
Series y podcast
El interés por el fenómeno del “true crime” de la pasada década se ha disparado gracias a la multitud de programas con esta temática, incluidos el podcast “Serial” de 2014 y la serie documental “Making a murderer” sobre condenas erróneas, explica Schmid. Ambos shows evidencian “un nuevo tipo de interés público directo hacia el trabajo en casos fríos (ya cerrados) o aquellos en los que el público siente que hubo un error de la justicia”.
Adnan Syed, un estadounidense que pasó 23 años en prisión por el asesinato de su exnovia, fue absuelto el año pasado por un juez a raíz de que “Serial” atrajera atención mundial sobre su caso ofreciendo nuevas pruebas sobre su inocencia.
Pero aunque la mayoría de producciones de “true crime” han tratado los casos con respeto y ética, la tendencia actual estaría moviéndose hacia el sensacionalismo, considera el profesor.
Como ejemplo ilustrativo, el serial de Netflix “Dahmer” sobre un asesino en serie, que causó sensación en muchos países y fue muy criticado por los allegados de las víctimas.
“Cualquiera estamos a un evento traumático de que el peor día de nuestra vida se convierta en el show favorito de tu vecino”, lamentó Eric Perry, pariente de Errol Lindsey, una de las víctimas de Dahmer.
“Decepción”
La implicación de detectives aficionados , ayudados por nuevas tecnologías y bases de datos en línea, y operando fuera de las reglas de los medios tradicionales, también está creando preocupación sobre la posible destrucción de pruebas o el potencial daño causado a personas señaladas erróneamente como sospechosas.
“Vemos mucho crimen en ficción, nos quedamos atrapados, y parte del placer es pensar en los casos y resolverlos”, cuenta Amanda Keeler, profesora de medios digitales en la Universidad de Marquette, en Wisconsin, Estados Unidos. “Pero existe esta desconexión entre un programa de televisión y la gente real. Simplemente no es lo mismo”.
Schmid cree que uno de los aspectos más preocupantes del final del caso de Nicola Bulley es la “sensación casi palpable de decepción” porque, al final, resultara no ser más que un trágico accidente.
“¿Dónde nos encontramos como sociedad cuando estamos tan desesperados (...) por consumir el trauma de otros que casi nos decepciona que no fuera un asesinato?”, se pregunta.