“Las mujeres han convenido que sus hijos sean violentos”
La psicoterapeuta María Antonieta Solórzano explica por qué el hombre colombiano agrede con tanta frecuencia a su pareja, muchas veces hasta matarla. De dónde proviene la cultura de que el líder es el más fuerte y no el mejor.
Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador
En medio de las noticias sobre la autorización para suspender los procesos judiciales pendientes contra 19 mil ex integrantes del paramilitarismo de un lado, y la negativa del Gobierno de reparar económicamente a las víctimas de la violencia armada, del otro, pasaron desapercibidas para casi el 100% de los colombianos la semana pasada, así como todas las semanas de cada año, las cifras sobre otra clase de violencia social más honda y masiva: la de los asesinatos, los maltratos físicos o psicológicos y las violaciones o abusos sexuales que un increíble número de hombres cometen contra las mujeres y niños, con el agravante de que casi siempre esos victimarios son esposos, novios, amantes o padres de las agredidas.
Ese factor de invisibilidad permanente fue la razón para que varias entidades privadas y públicas hubieran emprendido una campaña contra el silencio social que rodea el fenómeno de las agresiones familiares, que se realizará en cuatro etapas durante el 2009. “Ni con el pétalo de una rosa”, se denomina y su primera fase – simbolizada con muñecas de trapo elaboradas por las víctimas - fue impulsada por la Casa Ensamble, con la actriz Alejandra Borrero y la empresaria cultural Katrin Nyfeler a la cabeza, y apoyada por la Fundación Plan y por el despacho de la esposa del alcalde de Bogotá.
El Instituto de Medicina Legal reportó en enero de este año 1.203 muertes de mujeres en Bogotá, como resultado de lesiones provocadas por las parejas. En Medellín hubo 193 homicidios de género en el mismo lapso de un año, y en Cali, 106. No son los únicos guarismos alarmantes de una sociedad que le ha puesto todo su esfuerzo a combatir los grupos armados ilegales creyendo que ésa es su enfermedad mayor, pero que no le dedica recursos a eliminar el cáncer de la guerra intrafamiliar, verdadero germen de la intolerancia nacional. Así lo resalta la psicóloga de la Universidad Nacional especializada en terapia sistémica del Roe Hampton Institute de Londres, María Antonieta Solórzano, experta en tratamientos de adicciones y de situaciones que generan angustia o estrés y quien además creó en los años 90 un programa de entrenamiento para la intervención del maltrato y el abuso sexual. He aquí su diagnóstico y la radiografía de lo que sucede en las casas colombianas cuando se cierra la puerta y la familia se queda sola en la intimidad del que pocas veces merece llamarse hogar.
Cecilia Orozco Tascón- El fenómeno de violencia se asocia en este país con el conflicto armado pero se minimiza el de violencia familiar ¿Por qué?
Psicóloga María Antonieta Solórzano.- A nosotros nos sucede lo mismo que al pez: como vive en el agua no se da cuenta que existe. Nos hemos acostumbrado a alarmarnos con las consecuencias del conflicto armado - con razón - por cifras como la de 3 millones de desplazados; pero pocos reparan en que la violencia que afecta al 80% de la población total de Colombia proviene de las familias y es verdaderamente desgarradora. Si el número de habitantes del país es de 40 millones, el 80% equivale a 32 millones y éstos han adoptado un esquema de vida según el cual el castigo ‘educa’, y cualquier diferencia con quien representa la autoridad se resuelve convirtiendo al dominado (obediente y súbdito) en merecedor de castigo. Éste puede ir desde un gesto de desprecio hasta una golpiza que lleve al dominado al borde de la muerte. Hemos dejado de notar que hay una relación de causalidad entre este esquema de vida y el conflicto armado.
C.O.T.- ¿De donde sale el dato de que 32 millones de colombianos sufren la cultura de la violencia intrafamiliar?
M.A.S.- El 80% del mundo vive en condiciones de pobreza, según la denominada curva de la normalidad, que es aceptada internacionalmente. Los patrones patriarcales de la cultura occidental y gran parte de la oriental han sido adoptados por la población que sufre esas condiciones. Colombia confirma la regla.
C.O.T.- Si el problema es tan masivo ¿Por qué aquí no se le da importancia a la violencia de género y por qué no hay políticas públicas para combatirla?
M.A.S.- Precisamente porque la mente patriarcal presente en cada uno de nosotros hace que parezca normal el castigo y corriente la actitud sumisa de mujeres y niños. Hay tal perversidad en las relaciones familiares que las mujeres y los hombres parten de la base de que lo natural es que ellas sean una posesión masculina y, más grave aún, que los hijos sean una posesión de los padres, y particularmente una responsabilidad de las madres. Lo peor es que las mujeres han convenido que sus hijos hombres sean especialmente violentos porque, en su sentir, esa conducta les permitirá competir y ganar; y a ella, salir de la pobreza en algún momento. En cuanto a las políticas públicas, en toda la cultura occidental las labores que protegen el que se considera el lado femenino de la sociedad, como la educación y la salud, tienen menos importancia que las que vienen del lado masculino de la tradición, como la creación de infraestructura para la guerra o las políticas de defensa.
C.O.T.- En consecuencia es falso que la mujer haya obtenido más respeto por sus derechos en esta época y que haya ganado posiciones de competencia.
M.A.S.- No es falso que la mujer culta y la de los estratos medios y altos tenga más posibilidades. Pero en los estratos de bajos ingresos sigue siendo sometida. Impresiona observar que aún en algunas de las familias de las víctimas de ejecuciones extrajudiciales y en las regiones del conflicto armado, las mujeres piensen que está bien que el hombre pertenezca a un grupo irregular o, como se dice en la jerga popular, que “haga vueltas” para poder ganarse la vida con esas actividades.
C.O.T.- ¿Las cifras sí reflejan la realidad de violencia intrafamiliar o una parte está oculta debido a la ausencia de denuncias?
M.A.S.- Hoy las estadísticas son más cercanas a la realidad que hace unos años, cuando las mujeres consideraban como una deslealtad el hecho de denunciar. Sin embargo, todavía están lejos de reflejar lo que acontece porque la violencia de género no solo continúa sino que no tiene distingo de clase social. Se sabe que la clase media y alta no denuncian. En Suecia, una de las sociedades más avanzadas del planeta, las mujeres todavía silencian en alrededor del 40% de los casos, el maltrato al que son sometidas. Si eso ocurre allá, imagínese lo que pasará aquí.
C.O.T.- Existe la creencia machista de que a las mujeres les gusta que les peguen. A sus pacientes maltratadas ¿Las satisface que las golpeen los maridos?
M.A.S.- No, eso no es cierto. Lo que sucede es que la violencia familiar crea una suerte de bloqueo que impide la respuesta de la víctima porque ella recibe la agresión del que la mantiene o debería cuidarla. Además, el agresor emplea argumentos de acuerdo con los cuales la víctima es la responsable del maltrato que recibe y él es la verdadera víctima porque supuestamente lo obligaron a llegar a esos extremos y le duele hacerlo.
C.O.T.- Pero se ha dicho que algunas sienten una especie de placer masoquista cuando son violentadas.
M.A.S.- Ése es un mito. El masoquismo es una expresión que se utiliza ligado al placer sexual. En el contexto del castigo, la humillación, la privación de la autoestima o de la libertad, no hay manera de experimentar placer. La víctima se resigna a recibir maltrato porque no encuentra otra salida, no tiene oportunidades, o simplemente, como le decía antes, porque tiene bloqueada su capacidad de respuesta.
C.O.T.- ¿Cuáles de las estadísticas que usted conoce respecto del tema de violencia de género le impacta más y por qué?
M.A.S.- La que hace referencia al tiempo de cárcel del homicida de su esposa o compañera. Cuando un hombre mata a su mujer, recibe en promedio, entre 4 y 5 años de cárcel. En cambio cuando una mujer asesina al marido, recibe un promedio de 20 años. Me impacta porque hasta el sistema de justicia tiene perspectiva de género cuando se aplican las normas.
C.O.T.- ¿Quién avala esos promedios?
M.A.S.- Esa cifra es el resultado de una encuesta realizada en cárceles de hombres y de mujeres cuyos resultados se cruzaron con otras estadísticas. Se mencionó, en días pasados, en un programa especial sobre el tema en CityTV (Mujeres en línea).
C.O.T.- ¿Eso querría decir que jueces y fiscales aplican la justicia con sesgo machista?
M.A.S.- Claro. De alguna manera las personas cultas tienen en sus arquetipos y prejuicios una forma machista de mirar el asesinato: el hombre es agresivo y puede llegar incluso al homicidio. En cambio si una mujer es asesina y violenta, la sociedad piensa que si se lo permite, perderá su estructura porque el rol que ellas deben cumplir es el de ser dulces y comprensivas, no importa lo que les estén haciendo.
C.O.T.- Precisamente en el programa de CityTV se dijo que “cada 15 segundos, una mujer colombiana es maltratada; cada 3 días, una es asesinada por su cónyuge; una de cada 5 niñas ha sido abusada sexualmente; y en un solo día, 100 mujeres son golpeadas físicamente por sus parejas”. ¿Qué tipo de sociedad llega a esos extremos?
M.A.S.- Una sociedad en la que la dinámica de la escasez ha borrado cualquier valor o cualquier hábito de cooperación, hábito que está presente aún en las comunidades de monos primitivos. Las familias se encuentran en la mitad de un ciclo perverso: le llegan las violencias sociales y así ‘educa’ a los futuros actores de las violencias, repitiendo las relaciones dominante-dominado.
C.O.T.- La expresión “dinámica de la escasez” ¿Qué significa exactamente?
M.A.S.- Cuando empezaron a asentarse en sitios fijos las comunidades humanas, éstas dañaron los recursos naturales a su alrededor como continúan haciéndolo actualmente. Observaron la escasez que habían generado y en vez de corregirla, convinieron que los recursos eran escasos. En lugar de dejar de dañar la naturaleza, la solución consistió en que unos pocos acumularan esos recursos. Esa regla de privilegio ha perdurado hasta hoy. La dinámica de la escasez convierte en enemigo a quien amenace el acumulado y para que alguien pueda ser el que acumula, tiene que ser simultáneamente el dominante.
C.O.T.- A propósito ¿Qué tipo psicológico de hombre hay detrás de un machista agresor? ¿Es cierto que hay una persona insegura y débil?
M.A.S.- Hay una persona temerosa de perder su acumulado y éste puede ser tan elemental como el de tener el ‘derecho’ a estar sobre una mujer, no con una mujer.
C.OT.-.- ¿Los agresores tienen cura?
M.A.S.- Tienen cura, por supuesto, pero hay que tener en cuenta que en la cultura machista el hombre agresivo no está enfermo porque la agresividad es un valor.
C.O.T.- ¿Por eso los altos ejecutivos agresores se creen mejores que los demás?
M.A.S.- Sí, aunque hoy en día son más cuestionados en términos laborales.
C.O.T.- Una pareja en la que uno es el agresor y el otro el agredido ¿Debe separarse, permanecer como si nada ocurriera o buscar profesionales que la ayuden?
M.A.S- Lo mejor sería que buscara alternativas para salir del circuito dominante-dominado, que desde luego no es un círculo de amor sino de escasez y de miedo.
C.O.T.- Aunque no sea lo más común, existen las agresoras de maridos ¿Qué tan frecuentes son esos casos?
M.A.S.- Son menos frecuentes pero llaman mucho más la atención pública y producen una reacción como si estuvieran verdaderamente locas. Entre tanto, la agresión del hombre está envuelta en un ambiente de tolerancia.
C.O.T.- ¿Qué tan responsables son los padres de las niñas de la conducta de ésta como víctima pasiva?
M.A.S.- Como la familia cree en un modelo de niñas en que lo femenino es sinónimo de sumisión, no construye autoestima. Si los padres hicieran lo correcto, la niña sabría cuándo ser dulce y amorosa pero también cuándo ponerle límites a una situación. Ahora, la conducta de baja autoestima se aprende en el hogar pero hoy, los medios juegan un papel importante en la cultura de la violencia de género porque presentan a las mujeres en el plano del objeto de placer masculino. A través de los medios y de la publicidad se sigue planteando que el hombre tiene derecho a que las mujeres lo complazcan. Implícitamente se le envía el mensaje de que él tiene derecho a castigarlas si no lo hacen.
C.O.T.- ¿Cuáles costumbres sociales incitan más la violencia intrafamiliar o de género?
M.-A.S.- El ‘permiso’ social de molestarse si el otro no hace lo que uno quiere. El hábito más enfermo que existe en la sociedad colombiana es el de exigir que el otro lo complazca a uno en vez de solicitarlo. Se trata de un modo de relación en el que la libertad deja de existir porque no hay autonomía.
C.O.T.- Se destinan enormes porciones del presupuesto nacional contra la violencia armada. Dada la acumulación de violencia intrafamiliar ¿Están equivocados el Gobierno y el Congreso al ignorar el problema principal?
M.A.S.- El problema es que seguimos atacando el síntoma y no la enfermedad. Dejamos de lado el origen del mal, de tal manera que dentro de algunos años nos vamos a encontrar atacando todavía los síntomas porque éstos no desaparecerán si no empezamos por el principio.
Una de cada 2 bogotanas ha sido agredida
Bogotá parece ser la ciudad donde más se agrede a las mujeres, o bien, las altas cifras de la capital, comparadas con el resto del país, podrían indicar que las bogotanas tienen mayor decisión y posibilidad de formular las denuncias. Según una encuesta del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y Profamilia realizada en 2005, una de cada 2 bogotanas casadas o que viven en unión libre, ha sido víctima de agresiones. Mientras que a nivel nacional, el 39% de las mujeres dijo que fue violentada físicamente, en Bogotá esa proporción fue del 47%.
Los actos violentos consistieron en: empujones (40%); golpes con las manos (35%); con objetos (11%); amenaza con armas de fuego (8%) y con intento de estrangulamiento o de prenderle fuego al cuerpo (5%)*. Otras estadísticas indican que en Bogotá, entre enero y mayo de 2009, hubo un total de 5.344 quejas por violencia intrafamiliar y abuso sexual y que de esas quejas, el 80% fue de maltrato de pareja; es decir, 4.644 mujeres fueron víctimas de este tipo de agresión. En 2812 casos, los agresores fueron los compañeros permanentes y en 1.650 fueron los esposos. 3.900 fueron atacadas con objeto contundente. 1.777 fueron diagnosticadas con politrauma. Y 1.432 con trauma facial**.
*http://www.mujereshoy.com/secc_n/3901.shtml** Datos del Centro de Estudio y Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana. Bogotá
En medio de las noticias sobre la autorización para suspender los procesos judiciales pendientes contra 19 mil ex integrantes del paramilitarismo de un lado, y la negativa del Gobierno de reparar económicamente a las víctimas de la violencia armada, del otro, pasaron desapercibidas para casi el 100% de los colombianos la semana pasada, así como todas las semanas de cada año, las cifras sobre otra clase de violencia social más honda y masiva: la de los asesinatos, los maltratos físicos o psicológicos y las violaciones o abusos sexuales que un increíble número de hombres cometen contra las mujeres y niños, con el agravante de que casi siempre esos victimarios son esposos, novios, amantes o padres de las agredidas.
Ese factor de invisibilidad permanente fue la razón para que varias entidades privadas y públicas hubieran emprendido una campaña contra el silencio social que rodea el fenómeno de las agresiones familiares, que se realizará en cuatro etapas durante el 2009. “Ni con el pétalo de una rosa”, se denomina y su primera fase – simbolizada con muñecas de trapo elaboradas por las víctimas - fue impulsada por la Casa Ensamble, con la actriz Alejandra Borrero y la empresaria cultural Katrin Nyfeler a la cabeza, y apoyada por la Fundación Plan y por el despacho de la esposa del alcalde de Bogotá.
El Instituto de Medicina Legal reportó en enero de este año 1.203 muertes de mujeres en Bogotá, como resultado de lesiones provocadas por las parejas. En Medellín hubo 193 homicidios de género en el mismo lapso de un año, y en Cali, 106. No son los únicos guarismos alarmantes de una sociedad que le ha puesto todo su esfuerzo a combatir los grupos armados ilegales creyendo que ésa es su enfermedad mayor, pero que no le dedica recursos a eliminar el cáncer de la guerra intrafamiliar, verdadero germen de la intolerancia nacional. Así lo resalta la psicóloga de la Universidad Nacional especializada en terapia sistémica del Roe Hampton Institute de Londres, María Antonieta Solórzano, experta en tratamientos de adicciones y de situaciones que generan angustia o estrés y quien además creó en los años 90 un programa de entrenamiento para la intervención del maltrato y el abuso sexual. He aquí su diagnóstico y la radiografía de lo que sucede en las casas colombianas cuando se cierra la puerta y la familia se queda sola en la intimidad del que pocas veces merece llamarse hogar.
Cecilia Orozco Tascón- El fenómeno de violencia se asocia en este país con el conflicto armado pero se minimiza el de violencia familiar ¿Por qué?
Psicóloga María Antonieta Solórzano.- A nosotros nos sucede lo mismo que al pez: como vive en el agua no se da cuenta que existe. Nos hemos acostumbrado a alarmarnos con las consecuencias del conflicto armado - con razón - por cifras como la de 3 millones de desplazados; pero pocos reparan en que la violencia que afecta al 80% de la población total de Colombia proviene de las familias y es verdaderamente desgarradora. Si el número de habitantes del país es de 40 millones, el 80% equivale a 32 millones y éstos han adoptado un esquema de vida según el cual el castigo ‘educa’, y cualquier diferencia con quien representa la autoridad se resuelve convirtiendo al dominado (obediente y súbdito) en merecedor de castigo. Éste puede ir desde un gesto de desprecio hasta una golpiza que lleve al dominado al borde de la muerte. Hemos dejado de notar que hay una relación de causalidad entre este esquema de vida y el conflicto armado.
C.O.T.- ¿De donde sale el dato de que 32 millones de colombianos sufren la cultura de la violencia intrafamiliar?
M.A.S.- El 80% del mundo vive en condiciones de pobreza, según la denominada curva de la normalidad, que es aceptada internacionalmente. Los patrones patriarcales de la cultura occidental y gran parte de la oriental han sido adoptados por la población que sufre esas condiciones. Colombia confirma la regla.
C.O.T.- Si el problema es tan masivo ¿Por qué aquí no se le da importancia a la violencia de género y por qué no hay políticas públicas para combatirla?
M.A.S.- Precisamente porque la mente patriarcal presente en cada uno de nosotros hace que parezca normal el castigo y corriente la actitud sumisa de mujeres y niños. Hay tal perversidad en las relaciones familiares que las mujeres y los hombres parten de la base de que lo natural es que ellas sean una posesión masculina y, más grave aún, que los hijos sean una posesión de los padres, y particularmente una responsabilidad de las madres. Lo peor es que las mujeres han convenido que sus hijos hombres sean especialmente violentos porque, en su sentir, esa conducta les permitirá competir y ganar; y a ella, salir de la pobreza en algún momento. En cuanto a las políticas públicas, en toda la cultura occidental las labores que protegen el que se considera el lado femenino de la sociedad, como la educación y la salud, tienen menos importancia que las que vienen del lado masculino de la tradición, como la creación de infraestructura para la guerra o las políticas de defensa.
C.O.T.- En consecuencia es falso que la mujer haya obtenido más respeto por sus derechos en esta época y que haya ganado posiciones de competencia.
M.A.S.- No es falso que la mujer culta y la de los estratos medios y altos tenga más posibilidades. Pero en los estratos de bajos ingresos sigue siendo sometida. Impresiona observar que aún en algunas de las familias de las víctimas de ejecuciones extrajudiciales y en las regiones del conflicto armado, las mujeres piensen que está bien que el hombre pertenezca a un grupo irregular o, como se dice en la jerga popular, que “haga vueltas” para poder ganarse la vida con esas actividades.
C.O.T.- ¿Las cifras sí reflejan la realidad de violencia intrafamiliar o una parte está oculta debido a la ausencia de denuncias?
M.A.S.- Hoy las estadísticas son más cercanas a la realidad que hace unos años, cuando las mujeres consideraban como una deslealtad el hecho de denunciar. Sin embargo, todavía están lejos de reflejar lo que acontece porque la violencia de género no solo continúa sino que no tiene distingo de clase social. Se sabe que la clase media y alta no denuncian. En Suecia, una de las sociedades más avanzadas del planeta, las mujeres todavía silencian en alrededor del 40% de los casos, el maltrato al que son sometidas. Si eso ocurre allá, imagínese lo que pasará aquí.
C.O.T.- Existe la creencia machista de que a las mujeres les gusta que les peguen. A sus pacientes maltratadas ¿Las satisface que las golpeen los maridos?
M.A.S.- No, eso no es cierto. Lo que sucede es que la violencia familiar crea una suerte de bloqueo que impide la respuesta de la víctima porque ella recibe la agresión del que la mantiene o debería cuidarla. Además, el agresor emplea argumentos de acuerdo con los cuales la víctima es la responsable del maltrato que recibe y él es la verdadera víctima porque supuestamente lo obligaron a llegar a esos extremos y le duele hacerlo.
C.O.T.- Pero se ha dicho que algunas sienten una especie de placer masoquista cuando son violentadas.
M.A.S.- Ése es un mito. El masoquismo es una expresión que se utiliza ligado al placer sexual. En el contexto del castigo, la humillación, la privación de la autoestima o de la libertad, no hay manera de experimentar placer. La víctima se resigna a recibir maltrato porque no encuentra otra salida, no tiene oportunidades, o simplemente, como le decía antes, porque tiene bloqueada su capacidad de respuesta.
C.O.T.- ¿Cuáles de las estadísticas que usted conoce respecto del tema de violencia de género le impacta más y por qué?
M.A.S.- La que hace referencia al tiempo de cárcel del homicida de su esposa o compañera. Cuando un hombre mata a su mujer, recibe en promedio, entre 4 y 5 años de cárcel. En cambio cuando una mujer asesina al marido, recibe un promedio de 20 años. Me impacta porque hasta el sistema de justicia tiene perspectiva de género cuando se aplican las normas.
C.O.T.- ¿Quién avala esos promedios?
M.A.S.- Esa cifra es el resultado de una encuesta realizada en cárceles de hombres y de mujeres cuyos resultados se cruzaron con otras estadísticas. Se mencionó, en días pasados, en un programa especial sobre el tema en CityTV (Mujeres en línea).
C.O.T.- ¿Eso querría decir que jueces y fiscales aplican la justicia con sesgo machista?
M.A.S.- Claro. De alguna manera las personas cultas tienen en sus arquetipos y prejuicios una forma machista de mirar el asesinato: el hombre es agresivo y puede llegar incluso al homicidio. En cambio si una mujer es asesina y violenta, la sociedad piensa que si se lo permite, perderá su estructura porque el rol que ellas deben cumplir es el de ser dulces y comprensivas, no importa lo que les estén haciendo.
C.O.T.- Precisamente en el programa de CityTV se dijo que “cada 15 segundos, una mujer colombiana es maltratada; cada 3 días, una es asesinada por su cónyuge; una de cada 5 niñas ha sido abusada sexualmente; y en un solo día, 100 mujeres son golpeadas físicamente por sus parejas”. ¿Qué tipo de sociedad llega a esos extremos?
M.A.S.- Una sociedad en la que la dinámica de la escasez ha borrado cualquier valor o cualquier hábito de cooperación, hábito que está presente aún en las comunidades de monos primitivos. Las familias se encuentran en la mitad de un ciclo perverso: le llegan las violencias sociales y así ‘educa’ a los futuros actores de las violencias, repitiendo las relaciones dominante-dominado.
C.O.T.- La expresión “dinámica de la escasez” ¿Qué significa exactamente?
M.A.S.- Cuando empezaron a asentarse en sitios fijos las comunidades humanas, éstas dañaron los recursos naturales a su alrededor como continúan haciéndolo actualmente. Observaron la escasez que habían generado y en vez de corregirla, convinieron que los recursos eran escasos. En lugar de dejar de dañar la naturaleza, la solución consistió en que unos pocos acumularan esos recursos. Esa regla de privilegio ha perdurado hasta hoy. La dinámica de la escasez convierte en enemigo a quien amenace el acumulado y para que alguien pueda ser el que acumula, tiene que ser simultáneamente el dominante.
C.O.T.- A propósito ¿Qué tipo psicológico de hombre hay detrás de un machista agresor? ¿Es cierto que hay una persona insegura y débil?
M.A.S.- Hay una persona temerosa de perder su acumulado y éste puede ser tan elemental como el de tener el ‘derecho’ a estar sobre una mujer, no con una mujer.
C.OT.-.- ¿Los agresores tienen cura?
M.A.S.- Tienen cura, por supuesto, pero hay que tener en cuenta que en la cultura machista el hombre agresivo no está enfermo porque la agresividad es un valor.
C.O.T.- ¿Por eso los altos ejecutivos agresores se creen mejores que los demás?
M.A.S.- Sí, aunque hoy en día son más cuestionados en términos laborales.
C.O.T.- Una pareja en la que uno es el agresor y el otro el agredido ¿Debe separarse, permanecer como si nada ocurriera o buscar profesionales que la ayuden?
M.A.S- Lo mejor sería que buscara alternativas para salir del circuito dominante-dominado, que desde luego no es un círculo de amor sino de escasez y de miedo.
C.O.T.- Aunque no sea lo más común, existen las agresoras de maridos ¿Qué tan frecuentes son esos casos?
M.A.S.- Son menos frecuentes pero llaman mucho más la atención pública y producen una reacción como si estuvieran verdaderamente locas. Entre tanto, la agresión del hombre está envuelta en un ambiente de tolerancia.
C.O.T.- ¿Qué tan responsables son los padres de las niñas de la conducta de ésta como víctima pasiva?
M.A.S.- Como la familia cree en un modelo de niñas en que lo femenino es sinónimo de sumisión, no construye autoestima. Si los padres hicieran lo correcto, la niña sabría cuándo ser dulce y amorosa pero también cuándo ponerle límites a una situación. Ahora, la conducta de baja autoestima se aprende en el hogar pero hoy, los medios juegan un papel importante en la cultura de la violencia de género porque presentan a las mujeres en el plano del objeto de placer masculino. A través de los medios y de la publicidad se sigue planteando que el hombre tiene derecho a que las mujeres lo complazcan. Implícitamente se le envía el mensaje de que él tiene derecho a castigarlas si no lo hacen.
C.O.T.- ¿Cuáles costumbres sociales incitan más la violencia intrafamiliar o de género?
M.-A.S.- El ‘permiso’ social de molestarse si el otro no hace lo que uno quiere. El hábito más enfermo que existe en la sociedad colombiana es el de exigir que el otro lo complazca a uno en vez de solicitarlo. Se trata de un modo de relación en el que la libertad deja de existir porque no hay autonomía.
C.O.T.- Se destinan enormes porciones del presupuesto nacional contra la violencia armada. Dada la acumulación de violencia intrafamiliar ¿Están equivocados el Gobierno y el Congreso al ignorar el problema principal?
M.A.S.- El problema es que seguimos atacando el síntoma y no la enfermedad. Dejamos de lado el origen del mal, de tal manera que dentro de algunos años nos vamos a encontrar atacando todavía los síntomas porque éstos no desaparecerán si no empezamos por el principio.
Una de cada 2 bogotanas ha sido agredida
Bogotá parece ser la ciudad donde más se agrede a las mujeres, o bien, las altas cifras de la capital, comparadas con el resto del país, podrían indicar que las bogotanas tienen mayor decisión y posibilidad de formular las denuncias. Según una encuesta del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y Profamilia realizada en 2005, una de cada 2 bogotanas casadas o que viven en unión libre, ha sido víctima de agresiones. Mientras que a nivel nacional, el 39% de las mujeres dijo que fue violentada físicamente, en Bogotá esa proporción fue del 47%.
Los actos violentos consistieron en: empujones (40%); golpes con las manos (35%); con objetos (11%); amenaza con armas de fuego (8%) y con intento de estrangulamiento o de prenderle fuego al cuerpo (5%)*. Otras estadísticas indican que en Bogotá, entre enero y mayo de 2009, hubo un total de 5.344 quejas por violencia intrafamiliar y abuso sexual y que de esas quejas, el 80% fue de maltrato de pareja; es decir, 4.644 mujeres fueron víctimas de este tipo de agresión. En 2812 casos, los agresores fueron los compañeros permanentes y en 1.650 fueron los esposos. 3.900 fueron atacadas con objeto contundente. 1.777 fueron diagnosticadas con politrauma. Y 1.432 con trauma facial**.
*http://www.mujereshoy.com/secc_n/3901.shtml** Datos del Centro de Estudio y Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana. Bogotá