Leonardo Moran, un modelo en la cocina
En medio de su carrera como diseñador industrial y en las pasarelas, este joven cucuteño, ganador de la segunda edición de “Master Chef Colombia” empezó a preparar platos especiales para sus amigos, pero en cada ocasión fue descubriendo una conexión especial con la cocina y decidió hacerla parte de su vida.
Dilia Contreras
¿Cuál fue el menú que lo convirtió en el Master Chef de Colombia?
En la final de este reality para cocineros del Canal RCN preparamos un menú de cinco platos, conformados por una entrada fría, una entrada caliente, plato fuerte con carne, pescados y un postre. Considerando que no soy bueno haciendo postres, creo que es una bendición haber sido el ganador de la segunda temporada.
¿Qué contenían sus platos?
La primera entrada fue atún sellado con láminas de patilla y vinagre balsámico reducido. La segunda, fueron colas de langosta en salsa de maracuyá, con fondo de guacamole y zanahorias baby salteadas en mantequilla. El tercer plato fue una bondiola de cerdo sellada al vino tinto en una salsa de crema de leche con cebolla puerro, puré de papa criolla y espárragos salteados. El cuarto que preparé fue una corvina en salsa de pimientos rostizados con ahuyama, tamarindo, almejas y tomate cherry. El quinto fue difícil, pues los postres no son mi fuerte, así que preparé un bizcocho sencillo de frutos rojos con crema chantillí.
¿Cómo vivió la presión de esos últimos minutos en el concurso?
Bueno, pienso que el final de la competencia fue difícil, pues no sólo estaba el jurado, sino que también la presión de los compañeros en el balcón y la familia. Uno empieza a enloquecerse, en el buen sentido, pero traté de enfocarme y manejar la presión. Fui unos de los concursantes con más delantales negros en la competencia y creo que uno de mis fuertes fue manejar la tensión.
¿A qué santo se encomendó?
Sigo mucho la filosofía de Krishna. Ese día hice mucha oración, le dije al dios hindú que se empoderara de mí, que fuera mis manos y mi cabeza, como si yo fuera su marioneta. Me encomendé a él y creo que me respondió. Hay un libro que leo mucho, se llama Bhagavad Gita, es como la biblia de la filosofía hindú y dice “desapégate del resultado y trabaja por ello”. Día a día tienes que trabajar por tus metas y tus objetivos.
¿La preparación de los platos fue fluida?
No, hubo muchos inconvenientes. Una crema de chantillí se me cortó; los cortes del cerdo y el pescado no fueron como yo los quería, eran presas grandes las que saqué, en fin. Pero, bueno, todo eso hace parte del gran mundo de la cocina y son errorcitos que uno va puliendo a medida que se va teniendo experiencia. Pude sacar todo adelante y ahora soy el nuevo Master Chef.
¿Por qué cree que los postres no son su fuerte?
Primero, a mí el dulce no me llama la atención. No soy de las personas que dicen ¡qué delicia el chocolate, la chocolatina, el arequipe! Como helado, pero de vez en cuando. Hay algo en la cocina que es el amor por lo que te gusta, y disfruto mucho las cosas saladas, como saltear vegetales, un pancito, un pastel, y cosas así.
¿Cuál es su especialidad?
Esa pregunta es muy difícil, pero me encanta la comida de mar. Es más, en la competencia aprendí un montón de terminologías sobre cómo manejarla, filetearla, mezclarla. Si me preguntan por un plato rico y que sea uno de mis preferidos, digo que los pescados y los mariscos. Me encanta cocinarlos y comerlos.
¿Cómo fue el proceso para entrar a “Master Chef”?
Recuerdo que hice un viaje de México a Panamá, porque mis hermanos viven allá, y estando allá salió la convocatoria. Mi hermano me dijo: “Leo, ¿por qué no intentamos a ver qué pasa?”. Así fue. Mandé mi formulario, un video y llamaron a mi mamá a Colombia, porque no me encontraba en el país. Ella me dijo que me habían llamado del programa, que me comunicara con la productora. Me entrevistaron y a los diez días llamaron para decir que tenía otra entrevista presencial en Bogotá. Después vinieron como cuatro filtros más para entrar a la casa Master Chef, a la que ingresamos veinte cocineros. Y bueno, aquí estoy.
Mucha gente critica la forma de corregir de los jurados. ¿Qué piensa de eso?
Cuando a uno lo corrigen, le enseñan. Son cosas que uno debe recibir de buena manera, como ellos mismos decían: el único momento en que podemos enseñarles es aquí, en el atril. Otra de las cosas importantes es que es un reality de cocina y califican el plato, no la personalidad. La gente se apasiona mucho por la parte emocional.
¿Piensa prepararse para hacer de esa dificultad una fortaleza?
Así es. Voy a empezar a estudiar para tener esa noción que se necesita en la preparación de postres, pero no es algo grave, como en algún momento dijo Jorge Rausch: “Él no sabe hacer postres, pero para eso tiene al hermano que es el pastelero”. No es para excusarme, pero el cocinero tiene líneas, como comida rápida, saludable, vegano, vegetariano, dulce, salado, en fin, el mundo de la cocina es muy amplio y uno se va por la línea que más le guste, porque tiene de dónde escoger para hacer felices a los comensales.
¿De dónde nació su amor por la cocina?
Cuando salí del colegio, comencé a estudiar diseño industrial y también me dedicaba al modelaje. En esos días mi hermano estaba en la búsqueda de una carrera y terminó estudiando culinaria en Argentina, pero sólo cuando me fui de Colombia empecé a cocinar para mis amigos y a disfrutar de este arte. Y me dije: “Esto es lo que me solla, lo que me gusta, lo que me vacilo”, entonces empecé a leer, a estudiar por mi cuenta, a cocinar todos los días, subí mis recetas en mis redes sociales. Después llegó la oportunidad de Master Chef en diciembre.
¿En qué momento empezó a modelar?
El modelaje surgió porque los negocios que tenían mis papás en Venezuela comenzaron a decaer, justo en el momento en que se montó el loquillo de Chávez y volvió ese país nada. Yo estaba recién graduado de la universidad y por cosas de la vida conocí unos amigos modelos. Empecé a camellar en eso, me iba bien, estuve en México y Ecuador; realmente me involucré en ese mundo sin querer. Un día sentí que el modelaje no me llenaba, iba a los castings y decía: “Huy, estoy perdiendo el tiempo acá, qué estoy haciendo”. Me empecé a cuestionar muchas cosas, como esta carita se va, el cuerpo se va, todo este disfraz se daña, se descompone y lo que queda es el conocimiento, yo prefiero cocinar. Luego pensé que no tenía que dejar de lado el modelaje y lo comencé a acoplar con la cocina.
¿Qué va a hacer con los $200 millones que se ganó?
(Risas) Por ahí tengo una culebras que tengo que pagar. También los voy a utilizar para estudiar; quiero complementar mi educación. Voy a montar una marca que se llama Leo Cocinero, Fuego Natural. Voy a empezar una empresa de catering, a aprovechar la parte comercial que viene con esta oportunidad. Y seguir aprendiendo, cocinando comida rica y saludable. Para mí, cocinar es la mejor forma de respeto hacia uno mismo, porque si se come bien, el cuerpo y la mente lo van a agradecer. En la vida somos lo que comemos, como dice el refrán. La idea es que la gente tenga conciencia y quiero ser un abanderado de ese lindo mensaje por medio de mi cocina.
¿Cuál fue el menú que lo convirtió en el Master Chef de Colombia?
En la final de este reality para cocineros del Canal RCN preparamos un menú de cinco platos, conformados por una entrada fría, una entrada caliente, plato fuerte con carne, pescados y un postre. Considerando que no soy bueno haciendo postres, creo que es una bendición haber sido el ganador de la segunda temporada.
¿Qué contenían sus platos?
La primera entrada fue atún sellado con láminas de patilla y vinagre balsámico reducido. La segunda, fueron colas de langosta en salsa de maracuyá, con fondo de guacamole y zanahorias baby salteadas en mantequilla. El tercer plato fue una bondiola de cerdo sellada al vino tinto en una salsa de crema de leche con cebolla puerro, puré de papa criolla y espárragos salteados. El cuarto que preparé fue una corvina en salsa de pimientos rostizados con ahuyama, tamarindo, almejas y tomate cherry. El quinto fue difícil, pues los postres no son mi fuerte, así que preparé un bizcocho sencillo de frutos rojos con crema chantillí.
¿Cómo vivió la presión de esos últimos minutos en el concurso?
Bueno, pienso que el final de la competencia fue difícil, pues no sólo estaba el jurado, sino que también la presión de los compañeros en el balcón y la familia. Uno empieza a enloquecerse, en el buen sentido, pero traté de enfocarme y manejar la presión. Fui unos de los concursantes con más delantales negros en la competencia y creo que uno de mis fuertes fue manejar la tensión.
¿A qué santo se encomendó?
Sigo mucho la filosofía de Krishna. Ese día hice mucha oración, le dije al dios hindú que se empoderara de mí, que fuera mis manos y mi cabeza, como si yo fuera su marioneta. Me encomendé a él y creo que me respondió. Hay un libro que leo mucho, se llama Bhagavad Gita, es como la biblia de la filosofía hindú y dice “desapégate del resultado y trabaja por ello”. Día a día tienes que trabajar por tus metas y tus objetivos.
¿La preparación de los platos fue fluida?
No, hubo muchos inconvenientes. Una crema de chantillí se me cortó; los cortes del cerdo y el pescado no fueron como yo los quería, eran presas grandes las que saqué, en fin. Pero, bueno, todo eso hace parte del gran mundo de la cocina y son errorcitos que uno va puliendo a medida que se va teniendo experiencia. Pude sacar todo adelante y ahora soy el nuevo Master Chef.
¿Por qué cree que los postres no son su fuerte?
Primero, a mí el dulce no me llama la atención. No soy de las personas que dicen ¡qué delicia el chocolate, la chocolatina, el arequipe! Como helado, pero de vez en cuando. Hay algo en la cocina que es el amor por lo que te gusta, y disfruto mucho las cosas saladas, como saltear vegetales, un pancito, un pastel, y cosas así.
¿Cuál es su especialidad?
Esa pregunta es muy difícil, pero me encanta la comida de mar. Es más, en la competencia aprendí un montón de terminologías sobre cómo manejarla, filetearla, mezclarla. Si me preguntan por un plato rico y que sea uno de mis preferidos, digo que los pescados y los mariscos. Me encanta cocinarlos y comerlos.
¿Cómo fue el proceso para entrar a “Master Chef”?
Recuerdo que hice un viaje de México a Panamá, porque mis hermanos viven allá, y estando allá salió la convocatoria. Mi hermano me dijo: “Leo, ¿por qué no intentamos a ver qué pasa?”. Así fue. Mandé mi formulario, un video y llamaron a mi mamá a Colombia, porque no me encontraba en el país. Ella me dijo que me habían llamado del programa, que me comunicara con la productora. Me entrevistaron y a los diez días llamaron para decir que tenía otra entrevista presencial en Bogotá. Después vinieron como cuatro filtros más para entrar a la casa Master Chef, a la que ingresamos veinte cocineros. Y bueno, aquí estoy.
Mucha gente critica la forma de corregir de los jurados. ¿Qué piensa de eso?
Cuando a uno lo corrigen, le enseñan. Son cosas que uno debe recibir de buena manera, como ellos mismos decían: el único momento en que podemos enseñarles es aquí, en el atril. Otra de las cosas importantes es que es un reality de cocina y califican el plato, no la personalidad. La gente se apasiona mucho por la parte emocional.
¿Piensa prepararse para hacer de esa dificultad una fortaleza?
Así es. Voy a empezar a estudiar para tener esa noción que se necesita en la preparación de postres, pero no es algo grave, como en algún momento dijo Jorge Rausch: “Él no sabe hacer postres, pero para eso tiene al hermano que es el pastelero”. No es para excusarme, pero el cocinero tiene líneas, como comida rápida, saludable, vegano, vegetariano, dulce, salado, en fin, el mundo de la cocina es muy amplio y uno se va por la línea que más le guste, porque tiene de dónde escoger para hacer felices a los comensales.
¿De dónde nació su amor por la cocina?
Cuando salí del colegio, comencé a estudiar diseño industrial y también me dedicaba al modelaje. En esos días mi hermano estaba en la búsqueda de una carrera y terminó estudiando culinaria en Argentina, pero sólo cuando me fui de Colombia empecé a cocinar para mis amigos y a disfrutar de este arte. Y me dije: “Esto es lo que me solla, lo que me gusta, lo que me vacilo”, entonces empecé a leer, a estudiar por mi cuenta, a cocinar todos los días, subí mis recetas en mis redes sociales. Después llegó la oportunidad de Master Chef en diciembre.
¿En qué momento empezó a modelar?
El modelaje surgió porque los negocios que tenían mis papás en Venezuela comenzaron a decaer, justo en el momento en que se montó el loquillo de Chávez y volvió ese país nada. Yo estaba recién graduado de la universidad y por cosas de la vida conocí unos amigos modelos. Empecé a camellar en eso, me iba bien, estuve en México y Ecuador; realmente me involucré en ese mundo sin querer. Un día sentí que el modelaje no me llenaba, iba a los castings y decía: “Huy, estoy perdiendo el tiempo acá, qué estoy haciendo”. Me empecé a cuestionar muchas cosas, como esta carita se va, el cuerpo se va, todo este disfraz se daña, se descompone y lo que queda es el conocimiento, yo prefiero cocinar. Luego pensé que no tenía que dejar de lado el modelaje y lo comencé a acoplar con la cocina.
¿Qué va a hacer con los $200 millones que se ganó?
(Risas) Por ahí tengo una culebras que tengo que pagar. También los voy a utilizar para estudiar; quiero complementar mi educación. Voy a montar una marca que se llama Leo Cocinero, Fuego Natural. Voy a empezar una empresa de catering, a aprovechar la parte comercial que viene con esta oportunidad. Y seguir aprendiendo, cocinando comida rica y saludable. Para mí, cocinar es la mejor forma de respeto hacia uno mismo, porque si se come bien, el cuerpo y la mente lo van a agradecer. En la vida somos lo que comemos, como dice el refrán. La idea es que la gente tenga conciencia y quiero ser un abanderado de ese lindo mensaje por medio de mi cocina.