Liz Taylor: diez años sin esa mirada violeta
La diva británica, además de sus figuraciones cinematográficas con las que logró dos premios Óscar, fue una activista de causas contra el sida. Una mirada a su vida... más allá de las luces de Hollywood.
David Villafranca / EFE
Activista pionera contra el sida, una vida completamente bajo el escrutinio de los medios, y absoluto objeto de deseo de los coleccionistas. Todo eso incluye el legado fuera del cine de Elizabeth Taylor, de cuya muerte a los 79 años se cumple este martes una década.
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La huella de una estrella de Hollywood se puede medir fácilmente por sus películas y sus premios.
Ahí Taylor (Hampstead, Reino Unido, 1932) tiene muy pocos que le hagan sombra gracias a sus dos Óscar a la mejor actriz (Butterfield 8, 1960; y Who’s Afraid of Virginia Woolf?, 1966) y sus grandes trabajos en cintas que hicieron historia como Giant (1956), Cat on a Hot Tin Roof (1958), Suddenly, Last Summer (1959) y Cleopatra (1963).
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Sin embargo, la actriz de la mirada violeta no solo fue uno de los últimos iconos del Hollywood clásico sino que su brillo y su personalidad se extendieron más allá de la pantalla grande y perviven hoy en día.
Estas son algunas claves del legado de Taylor más allá del cine.
CONTRA EL SIDA
Cuando su carrera ya se encontraba en horas bajas, Taylor redirigió sus pasos para abordar lo que al final sería uno de los papeles más importantes de su vida: el de incansable activista contra el sida.
En los años 80, esta enfermedad estaba muy vinculada con la marginación, el estigma, la homofobia o la criminalización.
En ese contexto, Taylor fue una de las primeras estrellas que se volcó completamente para concienciar a la sociedad y para recaudar millones de dólares contra el sida.
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La actriz cofundó la Fundación Estadounidense para la Investigación sobre el sida (amfAR) y la Fundación Elizabeth Taylor del sida (ETAF).
Este empeño contra la enfermedad tenía un eco muy personal para la intérprete, ya que su querido amigo Rock Hudson anunció a mediados de los 80 que padecía sida (uno de los primeros famosos en revelarlo) y murió poco después.
Numerosos galardones reconocieron la labor de Taylor contra el sida, como la estatuilla honorífica de la Academia de Hollywood (Jean Hersholt) y el premio Princesa de Asturias para amfAR que recogió la actriz en Oviedo (España).
EL NEGOCIO DE LA FAMA
El Hollywood del siglo XXI, de las redes sociales y de la exposición sin fin está acostumbrado a ver todos y cada uno de los detalles de sus famosos con solo agarrar el teléfono.
Pero mucho antes, Taylor fue un paradigma de cómo los medios de comunicación podían examinar al milímetro la faceta privada de las figuras del cine y de cómo la industria podía explotar todo ello sin que importara nada la opinión de la estrella en cuestión.
Las contradicciones en torno a la mirada en Estados Unidos sobre Taylor eran evidentes.
Por un lado, las voces conservadoras criticaban su agitada vida privada (se casó ocho veces con siete hombres diferentes) y sus relaciones fuera del matrimonio (por ejemplo, Eddie Fisher dejó a su esposa Debbie Reynolds por Elizabeth Taylor).
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Pero al mismo tiempo, tanto la prensa como Hollywood sacaron tajada de la imagen de sex-symbol rebelde e indomable de la actriz.
La mejor muestra de ello fue su unión dentro y fuera de la pantalla con Richard Burton, una pareja de relumbrón que entre los 60 y los 70 atrajo mil titulares por sus trabajos en el cine (algunos memorables como Who’s Afraid of Virginia Woolf?) pero también por su muy lujosa, volcánica y polémica relación.
UN TRONO LLENO DE JOYAS
Uno de los puntos que más fascina a los fans de Taylor es su obsesión por las joyas, algo que se puede ver una y otra vez en las subastas que, desde su muerte en 2011, han sacado a la venta algunos objetos muy preciados de la intérprete.
El ejemplo más claro se dio poco después de su fallecimiento cuando la casa de subastas Christie’s organizó una puja histórica y de récord por joyas de la colección de Taylor que alcanzó en total los 137 millones de dólares.
(Además: Solo nominados y sin fiestas: los Óscar de la pandemia dan pistas de su gala)
La joya de la corona, nunca mejor dicho, fue ‘La Peregrina’, una legendaria perla cuya historia atraviesa las cortes europeas desde hace cinco siglos y que, tras pasar por el cuello de Taylor, se vendió en 2011 por casi 12 millones de dólares.
El goteo de piezas de Taylor en subastas no ha cesado, como una de Julien’s en 2019 con multitud de prendas del armario de la actriz.
Aunque quizá una de las subastas más curiosas sobre Taylor fue la del pasado enero en la que la casa J Greenstein subastó dos menorás (candelabros judíos) pertenecientes a la actriz y que ilustran su conversión al judaísmo.
¿El precio? 6.562 dólares por el más barato y 11.562 por el más caro.
Activista pionera contra el sida, una vida completamente bajo el escrutinio de los medios, y absoluto objeto de deseo de los coleccionistas. Todo eso incluye el legado fuera del cine de Elizabeth Taylor, de cuya muerte a los 79 años se cumple este martes una década.
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La huella de una estrella de Hollywood se puede medir fácilmente por sus películas y sus premios.
Ahí Taylor (Hampstead, Reino Unido, 1932) tiene muy pocos que le hagan sombra gracias a sus dos Óscar a la mejor actriz (Butterfield 8, 1960; y Who’s Afraid of Virginia Woolf?, 1966) y sus grandes trabajos en cintas que hicieron historia como Giant (1956), Cat on a Hot Tin Roof (1958), Suddenly, Last Summer (1959) y Cleopatra (1963).
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Sin embargo, la actriz de la mirada violeta no solo fue uno de los últimos iconos del Hollywood clásico sino que su brillo y su personalidad se extendieron más allá de la pantalla grande y perviven hoy en día.
Estas son algunas claves del legado de Taylor más allá del cine.
CONTRA EL SIDA
Cuando su carrera ya se encontraba en horas bajas, Taylor redirigió sus pasos para abordar lo que al final sería uno de los papeles más importantes de su vida: el de incansable activista contra el sida.
En los años 80, esta enfermedad estaba muy vinculada con la marginación, el estigma, la homofobia o la criminalización.
En ese contexto, Taylor fue una de las primeras estrellas que se volcó completamente para concienciar a la sociedad y para recaudar millones de dólares contra el sida.
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La actriz cofundó la Fundación Estadounidense para la Investigación sobre el sida (amfAR) y la Fundación Elizabeth Taylor del sida (ETAF).
Este empeño contra la enfermedad tenía un eco muy personal para la intérprete, ya que su querido amigo Rock Hudson anunció a mediados de los 80 que padecía sida (uno de los primeros famosos en revelarlo) y murió poco después.
Numerosos galardones reconocieron la labor de Taylor contra el sida, como la estatuilla honorífica de la Academia de Hollywood (Jean Hersholt) y el premio Princesa de Asturias para amfAR que recogió la actriz en Oviedo (España).
EL NEGOCIO DE LA FAMA
El Hollywood del siglo XXI, de las redes sociales y de la exposición sin fin está acostumbrado a ver todos y cada uno de los detalles de sus famosos con solo agarrar el teléfono.
Pero mucho antes, Taylor fue un paradigma de cómo los medios de comunicación podían examinar al milímetro la faceta privada de las figuras del cine y de cómo la industria podía explotar todo ello sin que importara nada la opinión de la estrella en cuestión.
Las contradicciones en torno a la mirada en Estados Unidos sobre Taylor eran evidentes.
Por un lado, las voces conservadoras criticaban su agitada vida privada (se casó ocho veces con siete hombres diferentes) y sus relaciones fuera del matrimonio (por ejemplo, Eddie Fisher dejó a su esposa Debbie Reynolds por Elizabeth Taylor).
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Pero al mismo tiempo, tanto la prensa como Hollywood sacaron tajada de la imagen de sex-symbol rebelde e indomable de la actriz.
La mejor muestra de ello fue su unión dentro y fuera de la pantalla con Richard Burton, una pareja de relumbrón que entre los 60 y los 70 atrajo mil titulares por sus trabajos en el cine (algunos memorables como Who’s Afraid of Virginia Woolf?) pero también por su muy lujosa, volcánica y polémica relación.
UN TRONO LLENO DE JOYAS
Uno de los puntos que más fascina a los fans de Taylor es su obsesión por las joyas, algo que se puede ver una y otra vez en las subastas que, desde su muerte en 2011, han sacado a la venta algunos objetos muy preciados de la intérprete.
El ejemplo más claro se dio poco después de su fallecimiento cuando la casa de subastas Christie’s organizó una puja histórica y de récord por joyas de la colección de Taylor que alcanzó en total los 137 millones de dólares.
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La joya de la corona, nunca mejor dicho, fue ‘La Peregrina’, una legendaria perla cuya historia atraviesa las cortes europeas desde hace cinco siglos y que, tras pasar por el cuello de Taylor, se vendió en 2011 por casi 12 millones de dólares.
El goteo de piezas de Taylor en subastas no ha cesado, como una de Julien’s en 2019 con multitud de prendas del armario de la actriz.
Aunque quizá una de las subastas más curiosas sobre Taylor fue la del pasado enero en la que la casa J Greenstein subastó dos menorás (candelabros judíos) pertenecientes a la actriz y que ilustran su conversión al judaísmo.
¿El precio? 6.562 dólares por el más barato y 11.562 por el más caro.